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PORTADA
ESTO A MÍ NO PUEDE
PASARME...
La
pesadilla judicial de Secundino Bouzas |
La exposición que hace el propio
Bouzas de su situación es suficientemente elocuente y no tiene
desperdicio.
He
sido condenado por la Audiencia Provincial de la Coruña en el P.A.
33/97 Ribeira-1, rollo 675/98, como autor de dos robos con intimidación
perpetrados en la parroquia de Aguiño (Ribeira) provincia de La Coruña
a penas de dos años y cuatro meses por el primero y tres años, seis
meses y un día por el segundo, y me encuentro actualmente [2004] y desde el día ocho de mayo de
2002, cumpliendo condena en la prisión provincial de Teixeiro-La Coruña.
Tras pasar un mes en prisión, se acuerda por unanimidad de la Junta de
Tratamiento, mi clasificación en Tercer Grado, que es aprobado por la
Dirección General de Instituciones Penitenciarias en agosto de 2002,
fecha en la que paso del régimen ordinario a régimen abierto, teniendo
que pernoctar en prisión de lunes a jueves.
En marzo de 2003, me
es concedido el sistema de control telemático, con lo que puedo pasar
la noche en mi domicilio, y es la situación en que continúo hasta la
fecha, con la obligación de realizar presentaciones semanales en
prisión.
"La única prueba en que basaron la
sentencia fue el reconocimiento por
parte de dos testigos"
La única prueba en que basaron la sentencia fue el reconocimiento por
parte de dos testigos de uno de los atracos en fotografías, rueda de
reconocimiento y posteriormente en el juicio oral.
Todo comenzó el 20 de abril de
1992, cuando dos individuos
que ocultaban parcialmente sus rostros entraron en la sucursal del
Banco Central Hispano de esta localidad y armados con pistolas o
revólveres, realizaron el robo huyendo posteriormente en el coche del
interventor. Durante este primer atraco llegaron a ser trece las
personas retenidas en el interior de la oficina y testigos de los
hechos. De estas personas comparecieron tres en el proceso y de los
demás no se conoce su identidad. De estos tres testigos, es el
interventor el que me identifica (erróneamente) como uno de los
atracadores.
Dos años después,
concretamente el 18 de agosto de 1994, de
nuevo dos individuos, esta vez a cara descubierta, atracan de nuevo
esta sucursal en la que se encuentran como únicos testigos el director
y el interventor, ya que ocurrió pasadas las dos de la tarde. En el
transcurso del robo, uno de los individuos preguntó al interventor por
el coche sustraído en la anterior ocasión y este hecho, junto con las
coincidencias en las descripciones físicas y “modus operandi”, hace que
conecten ambos robos. La policía había obtenido mi fotografía por un
percance ocurrido en La Coruña, ciudad de la que soy natural,
concretamente por una falta de imprudencia con vehículo a motor que se
saldó con una multa de 25.000 ptas. Estos testigos, tras consultar
diversos albumes de fotografías de los archivos de la policía de
Ribeira y La Coruña, me identifican (erróneamente insisto) “sin género
de dudas” como uno de los autores del atraco.
En febrero de 1995, se me
informa de que se me acusa de
estos atracos y se me toma declaración. Hasta aquí, mi reacción es de
sorpresa, incredulidad y total despreocupación, con la
tranquilidad que
tendría cualquiera que se sabe inocente y con la seguridad de que todo
sería un error burocrático sin importancia y que por supuesto, no había
nada que pudiera relacionarme con estos robos ocurridos en un lugar que
ni siquiera conocía. Este tema se olvidó y no volví a tener noticias
del tema hasta pasados casi dos años.
"Inmediatamente me ingresan en
prisión
incomunicada y me someten después a un
reconocimiento en rueda, junto con cuatro
funcionarios del juzgado, que ni por asomo
coincidían con mis características físicas"
A finales de septiembre de 1996, habiendo transcurrido mas de dos años
del último atraco, se presenta la policía judicial en el antiguo
domicilio que tenía (casualmente frente al edificio de los Juzgados y
Audiencia y donde llevaba más de ocho años residiendo) en un momento en
que me encontraba ausente y dejan un número de contacto, poco después
acudo a comisaría voluntariamente para ver de que se trataba y me quedo
helado cuando me comunican que era aquel asunto de Ribeira.
Inmediatamente me ingresan en prisión incomunicada durante tres días y
me someten después a un reconocimiento en rueda, junto con cuatro
funcionarios del juzgado, que ni por asomo coincidían con mis
características físicas y en el lamentable estado psicológico y físico
que tenía tras pasar esos tres días en prisión desaseado, durmiendo
vestido…Aún así ansioso de que se practicara esta prueba, ya que estaba
seguro de que en la rueda se aclararía este lamentable error. No fue
así, ambos me reconocieron de nuevo “sin género de dudas”.
"Siempre tuve la confianza de que se
encontrarían huellas dactilares o
alguna otra prueba o que investigarían
para encontrar al otro atracador por el
que nunca me preguntaron"
Pasaron unos tres años desde la rueda de reconocimiento hasta el juicio
y entre tanto, ya bastante más preocupado, aunque sin imaginarme en
ningún momento que esto llegaría tan lejos, presenté nóminas, contrato
y el testimonio de compañeros de trabajo, ya que en la época de los
atracos me encontraba trabajado en una empresa de distribución de La
Coruña, haciendo el reparto en la zona de Ferrol, As Pontes, Mellid,
Ortigueira y otros pueblos de la provincia. Las rutas eran fijas y
coincide que el día del primer atraco (lunes) me encontraba en la ruta
de Ortigueira, que se encuentra en el otro extremo de la provincia y a
más de 200 kms. de la zona donde se cometieron los robos, tal y como
declaró por escrito el dueño de la empresa.
Siempre tuve la confianza de
que se encontrarían huellas
dactilares o alguna otra prueba en el transcurso de la instrucción o
que investigarían para encontrar al otro atracador por el que nunca me
preguntaron, y sobre todo, estaba seguro de que en el juicio, cuando
los testigos me vieran con mi aspecto normal, se darían cuenta del
grave error que estaban cometiendo.
Mi mujer y yo, pasamos horas
en la hemeroteca por si alguna
noticia de esos días nos ayudaba a recordar donde estaba el día de los
atracos, si me habían puesto alguna multa, si había realizado alguna
operación bancaria…, algo que me exculpara de manera definitiva, cuando
encontramos noticias de atracos que se venían produciendo en la zona,
con el mismo modus operandi, se lo comunicamos a nuestro abogado y
obtuvimos la identidad de dos individuos, que también coincidían con
las descripciones físicas que daban los testigos de los atracadores y
en una multitud de detalles que encajan perfectamente con los atracos
por los que me condenaron.
Se pidió tanto en instrucción
como en el acto del juicio, que
se iniciara una investigación para esclarecer la posible autoría de
estos dos individuos y que fueran sometidos a un reconocimiento en
rueda con esos dos testigos. En instrucción, se practicó parcialmente
esta petición, y en el acto del juicio, se aceptó como pertinente ese
reconocimiento en rueda pero no se practicó, y nuestro abogado no
formuló protesta alguna.
"Los cerca de tres meses que pasé
en
prisión fue la experiencia más amarga
de mi vida, incluso teniendo en cuenta
que el trato recibido fue muy correcto"
Tras ser admitido a trámite el recurso de casación, fue desestimado por
“negligencia del recurrente”. En los mismos términos se pronunció el
Tribunal Constitucional, tras interponer un recurso de amparo, última
esperanza que teníamos, ya que recurrir al Tribunal Internacional de
Derechos Humanos de Estrasburgo, lo vimos algo totalmente inalcanzable.
Nuestro abogado, sin experiencia en derecho penal, nos “cerró todas las
puertas” omitiendo una serie de formalismos. Tuvimos una defensa muy
mala y cuando esto se aclare, estamos estudiando presentar una queja
contra este abogado porque consideramos que ha incurrido en graves
negligencias, tal como se adelantó en casación y en el recurso de
amparo.
En la sentencia, comienza
citando una serie de
antecedentes penales, que en mi modesta opinión, son la causa principal
que llevó a los magistrados de la Audiencia a condenarme, a pesar de
ser causas de hace entre veinte y veintitrés años fruto de gamberradas
de adolescente cuya mayor consecuencia fue una multa, y a pesar de que
se encuentran cancelados.
Me parece triste y lamentable
tener que pagar a estas alturas
y de una forma tan drástica e injusta las consecuencias de una etapa
juvenil de la que me avergüenzo y de la que afortunadamente huí
rápidamente, pero estoy convencido de que esto es así.
"A los magistrados les chocó
muchísimo
que los dos testigos se mostraran tan
firmes al identificarme en la sala,
transcurridos más de cinco años del
último atraco y siete del primero"
Soy un honrado trabajador y
padre de tres hijos, y ni yo ni mi familia nos merecemos esto.
Todo esto ha salido en
diversos medios de comunicación, en el
ámbito autonómico y nacional. Nuestros amigos y vecinos organizaron una
campaña de recogida de firmas donde se solicitaba el indulto, la
revisión extraordinaria del proceso y mi clasificación inicial en
tercer grado
penitenciario.
El Excmo. Ayuntamiento de Arteixo,
donde actualmente resido, ha solicitado el indulto en acuerdo unánime
de la comisión de gobierno, en reconocimiento a mi completa integración
en la sociedad y el tiempo transcurrido desde los hechos, además se han
recogido en menos de un mes, cerca de 6.000 firmas entre nuestros
conciudadanos, que se han presentado en la Audiencia Provincial de A
Coruña junto con esta solicitud. Afortunadamente, recibimos un gran
apoyo de la sociedad y de los medios de comunicación.
Por otro lado, tuvimos
contratado un detective privado
para ver si pudiera encontrar alguna prueba nueva que pueda exculparme,
pero la investigación no ha dado sus frutos por la dificultad que
supone dado el tiempo transcurrido.
Los cerca de tres meses que
pasé en prisión, en régimen
ordinario, fue la experiencia más amarga de mi vida, incluso teniendo
en cuenta que el trato recibido, tanto por el personal como por otros
internos, fue muy correcto. Allí, algunos internos oriundos de la zona
donde ocurrieron los robos, especulaban con quienes pudieron ser los
autores de éstos, pero con gran recelo a la hora de involucrarse lo más
mínimo, con lo que no obtuve ninguna respuesta.
Al poco tiempo de salir en
Tercer Grado, mi mujer y yo
continuamos investigando dentro de nuestras limitadas posibilidades,
visitamos la zona de Aguiño, hablamos con los vecinos y con la Policía
de Ribeira y colocamos carteles pidiendo colaboración. Poco tiempo
después, recibo una llamada en mi domicilio del interventor del banco,
que fue uno de los testigos que me acusaron, para ver si podía
ayudarnos en algo. Hablamos durante mas de dos horas por teléfono, y
los datos que me dio, no coincidían, en absoluto, con lo que rezaba en
el sumario; cabe destacar, que según el sumario, se produce una primera
identificación fotográfica por parte de ambos testigos en octubre de
1994, dos meses después del segundo atraco, cuando, según el
interventor, dicha identificación no se hace hasta transcurrido al
menos año y medio de dicho atraco por su parte, y quince días después
por parte del otro testigo. Al preguntarle como es posible que,
transcurrido tanto tiempo, fuera capaz de realizar una identificación
con tanta precisión, y sin género de dudas, me responde que él vio a la
policía muy convencida, pensando que tendría otras pruebas y que además
era muy grande mi parecido con el atracador. Según él, la policía le
mostró durante mucho tiempo, “montones” de fotografías donde no fue
capaz de identificar a nadie, y cuando le mostraron la mía, junto con
otras tres, le dijeron que sabían a ciencia cierta, que uno de los
atracadores estaba en esas cuatro fotografías y que debía indicarla. La
explicación que nos dio la Policía de Ribeira con respecto a la razón
de que fuera mostrada mi fotografía, cuando yo jamás había tenido nada
que ver con atracos ni delitos similares, fue que “eso era cosa de la
Policía de La Coruña, a la que habían pedido colaboración”. Al
preguntar lo mismo a la Policía de La Coruña, nos responden que
presentaron mi fotografía, porque respondía a las características
físicas de uno de los atracadores descritas por los testigos.
"Cuando le mostraron mi fotografía, junto
con otras tres, le dijeron que sabían a
ciencia cierta que uno de los atracadores
estaba en esas cuatro fotografías y que
debía indicarla"
No quise presionar al testigo por miedo a que se desvaneciera esa
pequeña luz de esperanza, y no me he puesto en contacto con él de
nuevo, a pesar de que me facilitó todos sus datos, incluso su número de
teléfono móvil particular, y fui a contarle al Presidente de la
Audiencia, que fue uno de los magistrados que dictaron la sentencia, lo
que me había dicho este hombre. Hablamos durante largo rato, me comento
casos que conocía de reconocimientos erróneos por parte de testigos,
pero que era muy difícil iniciar un Recurso Extraordinario de Revisión
sin una prueba más contundente. En ningún momento llegó a reconocer
explícitamente que mi caso podía tratarse de un error judicial, pero si
que no descartaba que todo partiera de un cúmulo de despropósitos desde
su inicio, me animó a seguir investigando y me dijo que las puertas de
su despacho estaban abiertas, a la vez que ofreció su colaboración en
el caso de averiguar algo más. También comentó que recordaba muy bien
el juicio a pesar de que había transcurrido casi cuatro años, porque
tanto a él como a los otros magistrados les chocó muchísimo que los dos
testigos se mostraran tan firmes al identificarme en la sala, cuando
habían transcurrido más de cinco años del ultimo atraco y siete del
primero.
"La Guardia Civil no ha tomado
ninguna
iniciativa al respecto, ya que dicen que es un
caso cerrado y que además en su día fue
competencia de la Policía"
Una vez averiguamos la identidad de los individuos que habíamos visto
en los recortes de prensa de la hemeroteca, supimos que se encontraban
en prisión por delitos similares, y les escribí una carta desde prisión
instándolos a que si habían sido ellos, lo confesaran, o en caso
contrario, preguntarles si sabían quien pudo cometer los atracos. No
obtuve respuesta. Me puse en contacto con su familia, rogándoles
colaboración, y tampoco obtuve nada.
Posteriormente, y como sabía
que estas personas no estaban en
los archivos de la Policía, y sí de la Guardia Civil, le pedí
colaboración a la propia Guardia Civil de La Coruña, y me presenté ante
inspectores de Delitos contra el Patrimonio, con mi historia y el
sumario de la causa. Tras una breve investigación extraoficial,
llegaron al total convencimiento de quién era uno de los auténticos
autores de los atracos, no pudiendo precisar quien podría ser el otro,
ya que este individuo no actuaba siempre con el mismo “compañero”, y
dado el tiempo transcurrido era muy difícil de precisar.
Cuando nos mostraron la fotografía de este individuo, a mi mujer y a
mí, nos sorprendimos enormemente frente al extraordinario parecido que
tenía conmigo. Todo encajaba por fin, pero la Guardia Civil no ha
tomado ninguna iniciativa al respecto, ya que dicen que es un caso
cerrado y que además en su día fue competencia de la Policía Nacional.
Creo que por el hecho de que me encuentre “prácticamente” en libertad,
y sobre todo a ojos de los demás, la gente no se involucra directamente
en el caso, pero lo que mi familia y yo estamos viviendo, les aseguro
que es muy difícil de imaginar.
Éste es el resumen más breve
que he podido hacer de
todos estos años de pesadilla interminable, impotencia e incertidumbre
que no nos deja vivir y que no se pueden describir con palabras.
"La sala segunda del Tribunal Supremo,
a petición del Fiscal, también solicitó
el indulto y tanto la Audiencia Provincial
como la Fiscalía lo informaron
favorablemente en julio de 2002"
En cuanto al tema del indulto, me costó muchísimo firmar la solicitud,
si lo hice fue ante la insistencia de mi mujer y demás familia, y
prefería ir a prisión a que me “perdonen” por algo que no he hecho. La
sala segunda del Tribunal Supremo a petición del Fiscal, también
solicitó el indulto y tanto la Audiencia Provincial, como la Fiscalía,
lo informaron favorablemente en julio de 2002. Actualmente está a la
espera de ser resuelto por el consejo de ministros.
Aunque, no es lo que realmente buscamos, sino que queremos la
verdad y que se haga justicia, por un lado, sería un gran alivio y me
permitiría seguir luchando por demostrar mi inocencia con mayor
fluidez.
Secundino Bouzas Bao (2004)
Sobre este caso también puede consultarse:
http://members.tripod.cl/porlajusticia/
Siguen algunos artículos publicados en "La
Voz de Galicia":
[ La
Voz de Galicia, 6/5/2002 ]
A Coruña
«Meten en la cárcel a un inocente»
ALBERTO MAHÍA
EL TESTIMONIO Un condenado a prisión investiga por su cuenta y descubre que el culpable es alguien parecido a él
Secundino
Bouzas parece que caminase con un suéter de plomo. Esta semana entra en
prisión y si el Constitucional no lo remedia, no saldrá hasta dentro de
seis años. De joven, no fue ningún santo. Él mismo confiesa que hizo
«algunas tonterías», de ahí que su rostro aparezca en los archivos
policiales. Un director de banco vio su foto y no dudó en señalarlo
como el atracador que le apuntó con un arma para llevarse el dinero.
Pero Secundino dice que es inocente y que el verdadero culpable es un
hombre muy parecido a él.
Hace un par de años, la
Guardia Civil detuvo a dos hermanos por haber atracado varios bancos
por la zona de Ribeira. Su modus operandi era siempre el mismo: armados
con una pistola y un puñal, entraban en una sucursal, cogían el dinero
y huían en el coche de un empleado. Uno de ellos, condenado a más de
treinta años por robo y asesinato, parece gemelo de Secundino Bouzas,
pero no les une más que su domicilio, la cárcel de Teixeiro, a la que
irá Secundino esta semana si el Constitucional no lo remedia y admite
el recurso de amparo.
Ese parecido físico puede que haya llevado
a un error al director y al interventor de un banco de Aguiño, atracado
dos veces en el intervalo de dos años, según Secundino Bouzas.
Los
empleados de la sucursal acudieron dos años después del último robo a
comisaría para echar un último vistazo a los álbumes de personas
fichadas. Y sin ningún género de duda, pusieron el índice sobre el
retrato de Secundino Bouzas, un hombre de 37 años que lleva como un
costal un par de pequeños delitos cometidos en su juventud. «Hice
algunas tonterías cuando era un crío», reconoce, «de ahí que mi foto
continúe en los archivos que maneja la policía».
El primer
atraco se cometió en 1992. Dos jóvenes entraron a punta de pistola y
con el rostro cubierto en una sucursal de Aguiño. Ataron a las trece
personas que en aquel momento se encontraban en su interior y los
metieron en una habitación, a la espera de poder abrir la caja fuerte.
Cuando se hicieron con un botín de 10.200 euros (1,70 millones de
pesetas), tomaron como propio el vehículo del interventor y huyeron del
lugar. Las investigaciones de la Guardia Civil no dieron los frutos
deseados y aquello se olvidó.
Pero dos años más tarde, en 1994,
el mismo banco fue atracado de nuevo. También por dos jóvenes, pero en
esa ocasión a cara descubierta. Sólo estaban en la sucursal el director
y el interventor, al que de nuevo le sustrajeron el coche.
Buscaron
a los culpables, pero no daban con ellos. Hasta que en 1996, director e
interventor reconocieron a Secundino en el álbum de fichados, luego en
dos ruedas de reconocimiento y en el juicio.
Desde entonces,
Secundino no ha parado de investigar por su cuenta para encontrar a
los, según él, «verdaderos culpables», porque «van a meter en la cárcel
a un inocente». Contrató a un investigador privado y busca sin cesar
una prueba que demuestre que él estaba muy lejos del banco cuando
fueron atracados.
.................................................................................
El acusado estuvo a 200 kilómetros del atraco
Secundino
Bouzas no sólo contrató un investigador privado para que llegara a la
conclusión de que, según él, los verdaderos culpables de los atracos
son dos hermanos que cumplen grandes penas de prisión en la cárcel de
Teixeiro por cometer varios atracos a bancos de la zona de Ribeira.
También lo hizo para que buscara hasta debajo de las piedras un papel,
una nota, una multa o una factura que demuestre que en las fechas y en
las horas en las que se cometieron los atracos, él estaba muy lejos de
Aguiño, pueblo, por cierto, «que jamás visité», insiste el acusado.
Él
no recuerda dónde estaba aquellos dos días, «pasaron muchos años»,
dice. De lo que está seguro es que hacía la ruta de Ortigueira en
aquellas fechas (era viajante). Y eso lo pudo demostrar en el juicio
con la comparecencia de sus compañeros de trabajo. «¿Cómo pude cometer
un atraco a 200 kilómetros de donde demostré estar?», se pregunta. Pero
el juez cree que le dio tiempo a ir a Aguiño.
[ La
Voz de Galicia, 7/5/2002 ]
A Coruña
El acusado de un atraco en Aguiño irá a la cárcel «para descubrir al culpable»
Secundino Bouzas entra mañana en prisión y allí coincidirá con el que considera culpable del robo
Secundino
Bouzas, el hombre condenado a seis años de cárcel por atracar un banco
en Aguiño, entrará en prisión en 24 horas. Desde su celda, seguirá
pidiendo a gritos un careo con el que según él es el «verdadero
culpable» de los robos, que se encuentra en el centro penitenciario de
Teixeiro y con el que se cruzará por los pasillos. Quiere hablar con él
e intentar que asuma el atraco. Secundino insiste en que los testigos
lo confundieron con el atracador por su «impresionante» parecido físico.
ALBERTO MAHÍA
A CORUÑA
Secundino
Bouzas coincidirá en prisión con su única esperanza de salir en
libertad, el hombre al que considera el «verdadero culpable» de los
atracos al banco de Aguiño. Son como dos gotas de agua y a partir de
mañana se cruzarán por los módulos de la cárcel de Teixeiro. Secundino
tendrá oportunidad de preguntarle si fue él quien entró armado en la
sucursal del BCSH de Aguiño en 1992 y 1994 y huyó con un botín cercano
a los 24.000 euros. «Todo apunta a que sí, por muchas razones. La
primera, por nuestro gran parecido físico; y lo segundo, por emplear el
mismo modus operandi en los atracos que le imputaron a él y en el que
me imputaron a mí».
Secundino ya intentó varias veces que la
Justicia se aveniese a permitir un careo entre ambos, pero se lo
denegaron. Lo que sí admitió fue la inclusión de la fotografía del reo,
así como su ficha policial, para que se pudiese advertir el parecido
físico. No obstante, un año después se deniega la prueba, argumentando
que ya existe auto de apertura de juicio oral y por tanto no se pueden
practicar diligencias instructoras.
También intentó otro careo,
pero con el director y el interventor del banco que lo identificaron,
sin mostrar duda alguna, con el hombre que había cometido los atracos.
«No entiendo cómo fueron capaces de asegurar con rotundidad que fui yo,
dos años después del robo», dice Secundino Bouzas. «Yo no me acuerdo de
una cara que vi ayer», añade.
Secundino, que aportó pruebas que
demuestran que visitó 30 comercios a 200 kilómetros del lugar del
atraco, no entiende «cómo el fiscal dice que todo eso se puede hacer en
un día».
[ La
Voz de Galicia, 9/5/2002 ]
«No quiero el indulto», dice el condenado por dos delitos que achaca a otro reo
Secundino Bouzas espera que el Constitucional reabra el caso y condene al «verdadero ladrón»
Secundino
Bouzas se derrumbó. Rompió a llorar como una magadalena nada más cruzar
la puerta de la prisión de Teixeiro. Antes se despachó en todos los
canales de televisión, la radio y el periódico. Dijo cosas como que
«meten en la cárcel a un inocente», o «no quiero el indulto, sino que
se haga justicia». Secundino es hoy recluso porque está condenado a
seis años por atracar dos bancos en Aguiño. Él dice tener pruebas de
que fue otro hombre muy parecido a él. Puede que en la cárcel encuentre
la libertad.
ALBERTO MAHÍA
A CORUÑA
Secundino
entró ayer en la prisión de Teixeiro abrazado a su esposa y a «su
verdad». Llevaba seis años a lomos de la esperanza de que la Audiencia
suspendiese la condena. Pero el lunes le enviaron un escrito que lo
obligaba a presentarse en la cárcel en el plazo de cinco días. No
esperó tanto. Escoltado por cámaras de televisión se personó en el
centro penitenciario.
«Si me dicen que en seis meses me dan el
indulto, no lo quiero. Prefiero estar aquí dos años y que al final se
haga justicia», dice. La justicia a la que se refiere Secundino es la
de encontrar al que, según él, es el «verdadero culpable» de los dos
atracos al banco de Aguiño. Este hombre jura ante la Biblia que él no
fue y que el que lo hizo está en prisión, en la misma que entró él,
condenado por atracar bancos en la zona de Ribeira.
Antes de
entrar y de llorar como un niño, Secundino pidió a gritos que el
Constitucional lo saque pronto. «Pido que reabra el caso y acepte las
pruebas que tengo en mi poder», dice. Se refiere a la fotografía de ese
atracador detenido en Ribeira y parecidísimo a él, según cuenta. O a
«esas irregularidades que hubo en las ruedas de reconocimiento donde
dos testigos me identificaron como el atracador».
[ La
Voz de Galicia, 31/8/2003 ]
«Si supieras la vergüenza que tengo cuando voy a la playa...»
El testimonio | Secundino Bouzas
Este presidiario abandonó Teixeiro después de permanecer allí siete meses. Lleva otros tantos con el brazalete
Alberto Mahía
A Coruña
Secundino
Bouzas lleva la prisión a cuestas, atada a una pierna. Y gracias.
Podría ser peor. Podría estar todavía en una celda de la prisión de
Teixeiro, donde entró en mayo del 2002 y de donde salió a principios de
este año al ascender a preso en tercer grado. Luego llegó la pulsera.
Secundino
Bouzas es ese preso que jura no tener nada que ver con dos atracos a un
mismo banco en 1992 y en 1994. Camina con un lastre que ni él ni su
familia quieren arrastrar. Otro cualquiera, al salir de prisión,
echaría bombas de palenque de felicidad. Pero él se retuerce de rabia y
por mucho que cambió su vida a mejor desde que le pusieron la
tobillera, la echaría al mar si le dejaran. «No puedes ni imaginarte lo
que significa para un inocente estar atado a una tobillera», dice.
Lleva
varios meses sujeto al invento. En la playa es donde peor lo pasa.
Secundino Bouzas se lamenta de la vergüenza que sufre, porque «los
niños se quedan mirando y los mayores se dan codazos».
A pesar
de todo, la pulsera lo sacó de la cárcel y aunque sólo fuera por eso le
está agradecida. En prisión lo pasó mal. «Ver a mis hijos tras un
cristal me destrozó. Verlos allí, tragarse las lágrimas e intentar
explicarles que su padre no es un hombre malo, no es un delincuente,
que todo es una maldita injusticia, es muy duro».
Depresión
Desde
que regresó a casa todo ha cambiado a mejor. Pero no a mucho mejor.
Dice estar deprimido, triste. Trabaja, eso sí, pero le cuesta vivir,
como si llevara un suéter de plomo atado a la espalda. Está así, según
cuenta, «porque los días pasan, el indulto no llega, y es complicado
reabrir el caso y descubrir a los verdaderos culpables de aquellos
atracos».
En esas está, en reabrir el caso, en investigar y
averiguar quiénes fueron los atracadores para así descalzarse la
tobillera. Hay una luz. Uno de los dos testigos de los atracos que en
el juicio había señalado a Secundino como el autor de los robos ya no
está hoy tan seguro. Después de ver su fotografía en los periódicos
confesó a alguno de sus allegados que no se trataba del mismo hombre
que en 1992 y en 1994 le puso una pistola en la cabeza.
La
historia de Secundino arranca el 20 de abril de 1992, cuando dos
individuos atracaron la sucursal del Banco Central Hispano de Aguiño.
Dos años después, de nuevo los mismos individuos, a cara descubierta,
atracan esta sucursal en la que se encuentran como únicos testigos el
director y el interventor, ya que ocurrió pasadas las dos de la tarde.
En
febrero de 1995, Secundino es informado de que se le acusa de estos
atracos y se le toma declaración. Hasta aquí, su reacción es de
sorpresa, incredulidad y total despreocupación, con la tranquilidad que
tendría cualquiera que se sabe inocente y con la seguridad de que todo
sería un error burocrático.
A finales de septiembre de 1996, la
policía lo detiene. Y en la rueda de reconocimiento, los testigos lo
señalan como uno de los atracadores.
Pasaron unos tres años
desde la rueda de reconocimiento hasta el juicio. En la Audiencia
Provincial, Secundino prueba que en las fechas de los atracos se
encontraba a doscientos kilómetros de Ribeira, realizando una ruta de
reparto en Ortigueira. Pero un nuevo reconocimiento de los testigos
pesa más. Fue la única prueba inculpatoria. El banco no tenía cámaras
ni se han logrado recopilar huellas.