HEMEROTECA
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Citas |
"Ésta
es una página muy negra de la justicia española
y, tarde o temprano,
el Estado deberá responder de la incompetencia de algunos de
sus
funcionarios"
[ Jordi Claret,
abogado de Ahmed Tommouhi –citado en EL PAÍS,
21/09/1999- ]
”El tiempo que han pasado presos ya no se les puede
restituir. Los años en que
fueron considerados culpables tal vez se puedan considerar un error
judicial.
Pero cada uno de los días que siguen todavía en
prisión es una injusticia
imperdonable.
Los dos hombres siguen presos. Ya sabemos que no fueron ellos. Pero
siguen en
la cárcel y no pasa nada.”
[ Suso Pérez –LA
VANGUARDIA, 30/09/1999- ]
“Si el caso de la Villa Olímpica
provocó alarma social en el juez y fiebre de
trabajo a la delegación del Gobierno -a mí me
preocupa mucho más como problema
de educación que de orden público-, el caso de
Mounib debería provocar pánico.
La duda que planea sobre Mounib y su compatriota, la falta de voluntad
de la
justicia por esclarecer la verdad, es una señal del peor mal
que nos acecha: la
idea de que no todos somos iguales, de que un hombre no siempre es un
hombre.”
[ Bru Rovira –LA
VANGUARDIA, 29/04/2000- ]
“Hace días que estoy siguiendo con
interés la noticia sobre los ciudadanos
marroquíes encarcelados desde hace 8 años y la
aparición de pruebas
determinantes de su inocencia aportadas por la misma policía
que los detuvo.
Este hecho me lleva a pensar que, o la administración de
justicia no tiene
previsto en su ordenamiento que pueda cometer un error y que este error
debe
ser reparado lo más rápidamente posible en todos
los sentidos (moral, físico,
económico...), o bien la administración de
justicia no actúa con igual
celeridad y equidad con todas las personas, sean o no ciudadanos de
pleno
derecho de este país.
En el primer supuesto, el legislador tendrá que prever
medidas concretas de
actuación si nuestro sistema judicial es incapaz de corregir
sus propios
errores. Mientras tanto, que la suerte nos impida caer por error en las
manos
de la justicia.
En el segundo, quizá estemos en una situación de
clara discriminación y racismo
aplicado desde uno de los poderes del Estado, el que tiene que
garantizarnos a
todos, sin discriminación, nuestros derechos y nuestra
libertad.
Empiezo a sentir vergüenza de que se den estas situaciones en
mi país y de que
se ofrezca una solución como el indulto, en lugar de su
inmediata
excarcelación.”
[ Antoni Bosch Castells
-“Cartas de los lectores”, LA VANGUARDIA,
31/10/1999- ]
“Duele ya menos el error judicial que la desidia de los Gobiernos.”
[ Félix Bayón –DIARIO DE SEVILLA (y otros), 20/07/2005- ]
Artículos |
Lo que sigue es una selección de artículos, no una recopilación de todo lo publicado en la prensa sobre el caso. Se pretende que sirva para complementar la información recogida en otras secciones de esta web, aportar datos de interés humano que también forman parte de la historia, así como recordar algunos de los artículos de opinión publicados.
Algunos de los textos pueden contener errores de detalle, que son responsabilidad exclusiva de sus autores.
Listado
de artículos
reproducidos íntegramente más abajo:
- "Llevo ocho
años en prisión volviéndome loco y
al fin puedo gritar mi inocencia" (Domingo
Marchena)
[ LA VANGUARDIA,
04/05/1999 ]
- La
familia del preso de la celda 127
(Domingo Marchena)
[
LA VANGUARDIA, 09/05/1999 ]
- Las
familias de los marroquíes presos
por error creen que los condenaron antes de juzgarlos
(Domingo
Marchena)
[
LA VANGUARDIA, 04/10/1999 ]
- ENTREVISTA
a Abderrazak Mounib y Ahmed
Tommouhi, presos inocentes a la espera de la libertad
(Domingo
Marchena)
[
LA VANGUARDIA, 05/11/1999 ]
- Historia
de un guardia con ángel
(Domingo Marchena)
[
LA VANGUARDIA, 07/11/1999 ]
- Ocho
años entre rejas esperando que los
jueces rectifiquen (Pere
Ríos)
[
EL PAÍS (Cataluña), 16/02/2000
]
- Oración
por Mounib (Nacho
de Orovio)
[
LA VANGUARDIA, 01/05/2000 ]
- Los
'arola' y los 'mounib' (Arcadi
Espada)
[
EL PAÍS (Cataluña), 28/04/2000
]
- Un
moro menos (Manuel
Trallero)
[
LA VANGUARDIA, 30/04/2000 ]
- Fatal destino por un parecido (Ildefonso Olmedo / Flora Sáez)
[ EL
MUNDO, 21/09/2003; suplemento CRÓNICA, nº 414 ]
-
Dos
hombres (Arcadi Espada)
[ EL PAÍS (Cataluña), 13/04/2004 ]
- En espera
d'un final més digne
(Carme
López)
[ EL
PUNT, 26/04/2004 ]
- Condenado
por moro (Manuel
Trallero)
[ LA VANGUARDIA, 22/11/2004 ]
- Los 5.000 días de un presunto
culpable (Pere
Ríos)
[
EL PAÍS, 18/07/2005 ]
- La política (Arcadi Espada)
[
EL PAÍS (Cataluña), 18/07/2005
]
- Inocentes en la cárcel / A la espera de un indulto (Mónica C. Belaza / Braulio García Jaén)
[ EL PAÍS, 08/08/2005 ]
- Condenado por la cara (Braulio García Jaén / Mónica C. Belaza)
[ Revista
CONTEXTOS (Escuela de Periodismo UAM / El País),
20/12/2005 ]
Más
artículos
>
(posteriores
a la puesta en libertad de Ahmed Tommouhi)
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[ LA VANGUARDIA, 04/05/1999 ]
"Llevo
ocho años en prisión volviéndome loco
y al fin puedo gritar mi inocencia"
CIUDADANOS
Abderrazak Mounid, uno de los dos presos para quienes el fiscal pide el
indulto, se siente víctima de un error judicial "que ya no
remedia
nadie"
DOMINGO MARCHENA
BARCELONA. - Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouch ingresaron
hace ocho años en la
cárcel, acusados de violación. Tenían
tres sentencias firmes en su contra,
aunque una de ellas fue anulada en 1997, en uno de los inusuales
recursos
extraordinarios de revisión de condena que se dan en
España. Los análisis de
ADN probaron que ellos no pudieron ser los agresores. Hoy, tanto tiempo
después,
el fiscal ha reconocido que también tiene grandes dudas de
su culpabilidad en
los otros dos casos, por lo que ha pedido el indulto para ellos. "Llevo
ocho años en prisión. Ocho años
volviéndome cada día un poco más loco
y al fin
puedo gritar mi inocencia. Ya lo gritaba antes, pero nadie me
creía",
explicó ayer por teléfono Abderrazak Mounid.
Celda 127, módulo MR 1 del penal de Brians.
Todavía hoy, y eso que aún no tiene fecha fija de
salida, ni siquiera garantías
de que le indulten, Mounib no sabe cómo pudieron condenarle.
"Las víctimas
decían que su violador medía 1,65. Yo, sin
zapatos, mido 1,79. También dijeron
que le mordí en el pecho a una de las chicas. ¡Por
Dios! ¡Si cuando entré en la
cárcel no tenía ni un diente! Sólo una
muela del juicio. Me han puesto aquí la
dentadura postiza."
Ni Mounib ni el otro condenado quieren oír hablar de
indulto. "No queremos
perdón. Queremos que nos dejen en la calle porque somos
inocentes." Mounib
nació en Fez y su compatriota, en Nador. "Las sentencias
decían que actuábamos
conjuntamente. Mire, nos conocimos cuando nos detuvieron y
teníamos las mismas
posibilidades de habernos cruzado que tienen de hacerlo un
español de Cádiz y
otro de Bilbao." Las únicas pruebas contra ambos fueron los
reconocimientos de las víctimas, que pudieron obrar
influidas por haber visto
sus fotos en la prensa y por una irregular conducción de
presos. "Cuando
me llevaron a los juzgados, había varias chicas esperando a
la puerta. Un
guardia le dijo a otro: “Vamos a meterle por otro
lado”. Su compañero replicó:
“Adelante,
moro hijoputa”, y me dio un empujón.
Pasé por delante, esposado, de las mujeres
que minutos después debían identificarme",
explica el preso de la celda
127.
Ni en su casa ni en la del otro condenado apareció prueba
incriminatoria
alguna. En la vivienda del español Antonio García
Carbonell, el hombre que
cometió una de las violaciones que les imputaron a ellos,
según probó el ADN,
había tarjetas de crédito, joyas, un bate de
béisbol... En casa de Mounib había
cuatro hijos. El más pequeño tenía
entonces tres años, y el mayor, 19. "A
mi pequeño, a Mohamed, le han robado a su padre y eso no hay
indulto que lo
remedie. Él, su madre, su hermano y sus dos hermanas han
sufrido tanto como yo.
Lo suyo es un daño psicológico. Mohamed, espero
que leas esto. Espero que
cuando vuelvas al colegio ya puedas decir la verdad. Papá no
está de viaje. Ni
enfermo. Ni muerto. Papá está en la
cárcel por algo que no hizo."
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[ LA VANGUARDIA, 09/05/1999 ]
La
familia del preso de la celda 127
La
tragedia de un
hombre que ingresó en prisión en 1991 y de cuya
culpabilidad duda ahora el
fiscal
DOMINGO
MARCHENA
Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouch tuvieron la desgracia de nacer
pobres.
Pobres y en Marruecos. En 1991, cuando ya llevaban años
afincados en Cataluña,
les detuvo la Guardia Civil por una salvaje cadena de violaciones. La
rotundidad de las tres condenas que les impusieron no ha impedido que
con el
tiempo su caso pasara del negro al gris y del gris al blanco. El
Supremo anuló
una de sus sentencias porque los análisis de ADN revelaron
que el verdadero
autor fue un español llamado Antonio García
Carbonell. El resto de pruebas
contra ellos fueron tan endebles y se obtuvieron de manera tan
irregular que el
fiscal ha pedido -ocho años después- que se les
indulte. La familia de
Abderrazak Mounib, el ocupante de la celda 127 de la cárcel
de Brians, cree que
la justicia española es a veces una ruleta y no una balanza.
Sobre todo, si se
nace pobre y en Marruecos.
MOHAMED, el hijo pequeño
"Mi equipo es el Barça porque soy catalán"
Soy el más pequeño de esta casa tan
pequeña. Tengo 11 años, pero meto muchos
goles. Una vez, metí diez goles. Me gusta mucho el
fútbol. Soy del Barça,
claro, porque soy catalán. ¿No te lo crees?
¡Si hablo catalán! Al meu pare li
diria que vingui aviat. Estudio en el colegio Pere Vila y todo el
colegio es
amigo mío, incluso el portero al que le metí los
diez goles. Era el portero de
mi colegio, porque jugábamos todos contra todos. Mi jugador
favorito es Figo,
que también marca muchos goles. También me gusta
Zidane, aunque no me gustaría
que fichase por el Madrid. Nunca he estado en el Camp Nou, pero cuando
mi padre
vuelva le pediré que me lleve. No sé si a mi
padre le gusta mucho el fútbol.
Creo que sí. Muy seguro no estoy porque no hemos hablado
mucho de eso. Cuando
vuelva, se lo preguntaré. Pero si no le gusta, le
gustará, porque yo soy muy bueno.
¡No te digo que una vez metí diez goles!
¡Diez! Los futbolistas ganan mucho
dinero. Si a mí me fichase el Barça y ganase
mucho dinero, se lo daría todo a
mis padres y me gustaría que se compraran una casa. Una casa
grande."
ILHAM, la hija mayor
"Quiero recuperar los últimos ocho años"
Estudio cuarto de ESO. Tengo 16 años y me
gustaría ser enfermera de neonatos.
Dicen que para ser enfermera hay que ser muy valiente y no tenerle
miedo a la
sangre. A mí la sangre no me da miedo. Me da miedo no poder
recuperar los últimos
ocho años. Ser como antes. Pasear con mi padre. Ir de
compras todos juntos. No
me gusta comentar mucho con mi hermana lo que nos ha pasado. Nos pone
tristes.
Como cuando vemos a familias enteras mirando escaparates, yendo a comer
a un
restaurante. No sé qué significa mi nombre en
árabe, aunque en casa hablamos en
árabe. Con muchas de mis amigas, en castellano o en
catalán, aunque el catalán
no se me da tan bien. Creo que el nombre de mi hermana, Fatiha,
significa “la
mujer afortunada”. Desde luego, la que no es afortunada es mi
madre. Hace
varias semanas que no puede ir a visitar a mi padre. No tenemos dinero.
A mí me
gustaría ser enfermera. Los niños
pequeños me gustan mucho, pero estudiar sin
dinero cuesta mucho. Mi madre cobra el Pirmi \, pero dice que se lo van
a
quitar."
FATIHA, la hija pequeña
"De mayor seré abogada para defender a inocentes"
Tengo 12 años y cuando sea mayor quiero ser abogada para
defender a personas
inocentes, como mi padre. Lo peor de no tenerle, además de
no tenerle, fueron
las burlas de algunos niños. Al principio no les
hacía caso, pero recuerdo
algunos días, al salir del colegio, cuando me
señalaban y decían: “Mira,
mamá,
esa tiene a su padre en la cárcel”. Luego, me
acostumbré. Por suerte mis compañeros
de ahora son muy buenos. Me ayudan mucho, como mis profesores. Por eso
prefiero
no recordar lo que pasaba antes y pensar en otras cosas; en los
cumpleaños que
antes celebrábamos todos juntos en casa, en los paseos que
dábamos por la playa
y en el día del Cordero. ¿Que qué es
el día del Cordero? Es una bendición para
la casa, una fiesta. Lo que más recuerdo de mi padre es que
siempre estaba
conmigo, aunque, ahora que lo pienso, salía muchas veces,
porque tenía que ir a
vender, pero yo sabía que volvería y era como si
no se hubiera ido. Ahora no
sabemos cuándo volverá. “Pronto,
pronto, dentro de dos meses”, nos decía mi
madre al principio. Hasta que dejamos de preguntarle."
FÁTIMA, la esposa
"Rezo para que los meses vuelvan a durar 30 días"
Dos meses. Mis hijos pequeños me preguntaban:
“¿Cuándo volverá
papá?”, y yo
siempre les decía: dos meses. Un día, Mohamed me
preguntó: “Mamá,
¿cuánto duran
dos meses?”. Luego dejaron de preguntar y eso fue casi peor.
Habían pasado ya más
de dos años desde que le detuvieron. Lleva ocho
años en prisión y ahora el
hombre que le acusó \ dice que tiene dudas. Entonces, me
pregunto, ¿por qué le
acusó? Se puede tener a alguien ocho años
encerrado con dudas. Y por qué tiene
ahora las dudas y no hace uno, dos o tres años. No ha habido
nuevos juicios. No
ha pasado nada, sólo el tiempo. Las dudas de ahora las
podría haber tenido hace
mucho. Mi marido dice que cuando salga, se meterá en casa y
se quedará aquí un
mes sin salir, abrazado la familia. Lleva ocho años
encerrado y sueña con venir
aquí y encerrarse con nosotros. Mi marido también
dice que nada de esto le
hubiera pasado si no fuera moro. Yo también soy mora. Mis
hijos, no. Mis hijos
son españoles. Rezo para que a ellos nunca les ocurra nada
así. Para que todos
los meses de su vida duren 30 días. "
ABDELOUAHB, el hijo mayor
"Cuando se fue, descubrí que éramos muy pobres"
Yo no descubrí que éramos muy pobres hasta que se
llevaron a mi padre. Mi padre
no pudo hacer lo que dicen que hizo porque en aquel tiempo yo viajaba
con él en
coche. Aquel Renault 12 era una de las pocas cosas que tenía
mi padre, aunque
yo no sabía lo que era ser pobre aún.
Íbamos a La Jonquera y le ayudaba en la
venta ambulante. Relojes, pulseras, ositos de peluche.
Dormíamos en el coche y,
cuando habíamos ganado lo suficiente, volvíamos.
Una vez, regresamos a casa con
un cordero. ¡Un cordero vivo! Entonces me parecía
que todo era posible, como
tener un cordero. Era un niño y tenía caprichos.
Mi padre me los daba. Ahora me
gustaría que fuera al revés. Ir a la
cárcel y darle lo que me pidiera. Dinero
para tabaco y esas cosas, pero no tengo trabajo. A los 13
años me convertí en
el hombre de mi casa. Hoy tengo 21 y la única
decisión que he tomado como
hombre es decirle a mi madre que no lleve a la cárcel a mis
hermanos pequeños.
Salían llorando. ¿Sabe? El Renault 12 se lo
llevaron cuando detuvieron a mi
padre y nunca lo volvimos a ver. Era lo único que
tenía."
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[ LA VANGUARDIA, 04/10/1999 ]
Las
familias de
los marroquíes presos por error creen que los condenaron
antes de juzgarlos
TRIBUNALES
Una
sentencia admitió que la prueba irrefutable para la condena
era la palabra de
las víctimas, sin tener en cuenta a las víctimas
que se equivocaron
DOMINGO MARCHENA
BARCELONA. - Familiares de Abderrazak Mounib y Ahmed
Tommouhi, los dos marroquíes
en prisión desde 1991 por agresiones sexuales que cometieron
otras personas y
por cuyo indulto se ha interesado el ministro de Asuntos Exteriores,
Abel
Matutes, están seguros de que hubo jueces que los juzgaron
con la única idea de
la condena. Las familias se basan en un comentario de pasillo nada
intrascendente que un magistrado dirigió a un abogado poco
antes del juicio:
"¿Pero cómo asume un caso tan feo?".
Los actuales defensores de los reclusos, Jordi Claret, Pedro Pardo y
Xavier
Castellvell, a quienes precedieron otros letrados de oficio, no quieren
confirmar ni desmentir si alguno de ellos fue el interlocutor del
magistrado en
cuestión, seguramente para no enturbiar todavía
más un caso que en palabras del
primero constituye "una auténtica página negra de
la justicia española,
comparable al caso del crimen de Cuenca que hizo famoso la
película de Pilar
Miró". Las condenas se produjeron tan sólo por
los reconocimientos de las
víctimas, pero éstas pudieron verse influidas por
vicios procesales y por el
extraordinario parecido de los acusados con los verdaderos violadores.
De
hecho, ambos fueron identificados y culpados de ataques cometidos
cuando ya
estaban en prisión. Los letrados creen que, de no haber sido
por eso, también
los hubieran condenado en esos casos. De hecho, la sección
quinta de la
Audiencia de Barcelona reconoció en su sentencia
condenatoria que Mounib y
Tommouhi eran culpables, "siendo prueba irrefutable de su
autoría el
testimonio de las víctimas". Hubo jueces que condenaron,
como la titular
del juzgado de lo penal número 17 de Barcelona, aunque no
hubiera
reconocimientos por parte de una de las testigos, pero
consideró que ello era
"lógico" dadas las circunstancias en que se produjo la
agresión. El
propio fiscal jefe de Cataluña, José
María Mena, admite en su solicitud de
indulto que los reconocimientos pudieron ser erróneos.
Cuando Mounib y Tommouhi
llevaban ya cuatro años en prisión, fue detenido
el español Antonio García
Carbonell, coautor de una salvaje oleada de violaciones. Su
cómplice, al que no
ha delatado, aún anda suelto. La Guardia Civil cree que
García Carbonell y ese
otro delincuente sin identificar cometieron las agresiones por las que
en su día
fueron juzgados los marroquíes. Las incontestables pruebas
de ADN así lo han
confirmado, al condenar al primero y exculpar a los segundos.
Sólo tras la
detención del español se pudo comprobar su
asombrosa semejanza con uno de los
marroquíes, lo que "permite comprender -explica el fiscal
jefe en su
petición de indulto- la posible confusión de las
víctimas en las diligencias de
identificación que constituyeron en todos los casos elemento
fundamental de la
prueba acusatoria".
La prueba que tardó tres meses
Abderrazak
Mounib fue detenido el 13 de noviembre de 1991. Siempre dijo que le
preguntaban
por personas y pueblos que no conocía. También
negó ser un violador y explicó
que tenía un hidrocele testicular que no le permite yacer
con su mujer desde
hace años. La descripción de un
testículo tan abultado como el suyo no apareció
en las denuncias de las víctimas, a pesar de que resulta
difícil creer que no
lo recordasen si Mounib hubiera sido su agresor. El preso no fue
visitado hasta
el 14 de febrero de 1992. El urólogo confirmó que
presentaba "un
importante hidrocele de larga evolución, subsidiario de
tratamiento quirúrgico".
Las sentencias obviaron este detalle.
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[ LA VANGUARDIA, 05/11/1999 ]
ENTREVISTA
a
Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi, presos inocentes a la espera de la
libertad
"Sólo
queremos recibir el mismo trato que el español condenado a
muerte en
Florida"
DOMINGO MARCHENA
Barcelona.- Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi llevan en
prisión ocho años por
delitos de violación y robos con intimidación y
violencia. La fiscalía ha
pedido su indulto por entender que las víctimas pudieron
confundirse de hombres
al identificarlos. El Col-legi d'Advocats de Barcelona y la propia
Guardia
Civil han avalado su inocencia. Los trámites
burocráticos de la medida de
gracia se alargan tanto que la Generalitat se plantea concederles un
tercer
grado extraordinario que les permita salir de la cárcel ya.
Los presos insisten
en que no quieren el perdón, sino "ir por la calle con la
cabeza
alta" y ven con envidia la reacción internacional que ha
suscitado el caso
de Joaquín José Martínez, condenado a
la pena capital en Estados Unidos.
"Sólo queremos -dice Mounib- recibir el mismo trato que el
español del
corredor de la muerte. Numerosos políticos y organizaciones
no gubernamentales
se han interesado por él, pero nadie ha pedido que se le
indulte. Sólo que se
revise su juicio. Nosotros queremos lo mismo. Si la justicia
está segura de que
somos culpables, nos da igual lo que hagan con nosotros. Que nos maten,
si
quieren. Pero si creen que no somos culpables, que lo reconozcan y que
se dejen
de medias tintas."
Esta entrevista se ha realizado con extractos de incontables cartas y
charlas
telefónicas, la última de ellas, anteayer. Aunque
las víctimas dijeron en su día
que los agresores hablaban castellano, Tommouhi se expresa a
trompicones aún
hoy. Mounib, que le hace de traductor, se explica con la vehemencia del
náufrago
afónico que ve un transatlántico. Su
transatlántico se llama revisión de
sentencia.
-¿Qué recuerdan de sus detenciones?
-Tommouhi (T.): Recuerdo que me había pasado el
día trabajando y que tenía la
ropa aún manchada de cemento y barro. Soy albañil
y me fui a Terrassa \ porque
vi muchas grúas y pensé que habría
trabajo para mí.
-Mounib (M.): Recuerdo que mi mujer me preparó aquel
día \ una hamburguesa de
buey, con guisantes y huevos duros. Mi comida preferida. Cuando me
detuvieron,
sin saber por qué, estuve tres días sin comer. Un
plátano y agua, sólo eso probé
en tres días.
-¿Cómo se defendieron de los delitos
sexuales que les imputaban?
-M.: Yo tengo un problema en los testículos. Hidrocele se
llama mi enfermedad.
No puedo mantener una erección. Me condenaron por
violaciones cometidas a
finales de 1991. Le voy a leer un papel. ¿Sabe
qué es? Es un informe del médico
11.596 del hospital de la Creu Roja que dice que "la
patología testicular
del paciente requiere urgente intervención
quirúrgica". Lo escribió el 25
de julio de 1991. ¿Alguien se imagina que una persona en
esas circunstancias, y
que todavía no ha sido operada, puede violar meses
después?
-¿Y por qué no se ha operado?
-T.: Deje que conteste por él. Cuando yo vivía en
Marruecos y estaba enfermo,
quería ir a Ceuta para que me visitara un médico
español porque veía todo lo
español mejor que lo que me daba mi país. Ahora
ya no. Yo tampoco me dejaría
operar, esa es una prueba más de su inocencia. Un juez me
preguntó cómo era posible
que estuviera tan tranquilo durante el interrogatorio y yo le dije que
quien
nada ha hecho, nada debe temer. Pero nadie tuvo en cuenta esa
respuesta...
-M.: Tampoco ninguna sentencia tuvo en cuenta aquel primer dictamen
médico, ni
los que me han hecho desde entonces en prisión.
-¿Qué ha sido lo peor de estos ocho
años?
-T.: Muchas cosas. La muerte de mi madre, de la que me
enteré un año después.
No sé leer y mi familia me envía casetes con sus
palabras grabadas. No quiero
que nadie me lea cartas porque cuando llegué a la
cárcel pedí que me leyeran lo
que ponía en el papel que me dieron en el juzgado y me
dijeron: "Aquí dice
que eres un `violeta'" y muchos me dieron la espalda. `Violeta' es como
llaman en la cárcel a los violadores.
-M.: Lo peor ha sido dejar a cuatro hijos que eran chiquitillos. El
más pequeño
tenía tres años y hoy es un hombrecito de once. A
Tommouhi le pasa igual,
cualquier día lo hacen abuelo porque una de sus hijas se ha
casado. Pero me
gustaría decir que no odio a nadie y mucho menos a quienes
nos acusaron. Son
tan víctimas como nosotros. Otra cosa es lo que pienso de la
justicia. Acepto
los errores, pero ¿algo que dura tanto es un error?
Lista de artículos >
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[ LA VANGUARDIA, 07/11/1999 ]
Historia
de un guardia con ángel
Recuerdos
del
agente que destapó el caso de dos presos
magrebíes inocentes
DOMINGO
MARCHENA
Su nombre es Reyes. Por supuesto tiene apellidos, que
aquí no se darán. Está
casado. Nació hace 34 años en Ciudad Real pero se
crió en l'Hospitalet de
Llobregat. Y es guardia civil. Trabaja en el equipo de
policía judicial de
Martorell, en Barcelona, aunque él y todos sus
compañeros se acaban de
trasladar al cercano cuartel de Sant Andreu de la Barca. Eso es todo lo
que se
puede decir de él sin traicionar su confianza.
Traicionándola, se podría añadir
que no es sólo un guardia civil. Es un excelente guardia
civil. Y, además,
valiente.
Explicar su historia sirve para explicar otras muchas. Por ejemplo, la
de
agentes que ven con incertidumbre su futuro y no saben si el despliegue
de los
Mossos d'Esquadra les obligará a trasladarse "a
Castellón o Huesca".
También la de Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi, dos
marroquíes presos desde
1991 por violaciones que no cometieron. Un informe elaborado por el
guardia
civil primero Reyes así lo reveló.
Redactó el documento -y de nuevo se
traiciona su confianza- fuera de horas, hurtándole tiempo a
su familia. Es la
antítesis del policía estrella, del
policía de película. "Trabajar fuera
de horas -asegura- no tiene mérito. Lo hacemos todos."
Reyes -que en adelante aparecerá citado sólo como
el agente- pone pocas
condiciones para hablar. La primera, que se respete a las
víctimas de las
violaciones. Teme que el asunto se convierta en carne de
cañón para ciertos
programas, dignos sucesores de pelícanos y otras aves de mal
agüero. La
segunda, que no se hable de él, sino del equipo de
policía judicial,
"porque somos una piña y compartimos errores y aciertos. Si
alguien puede
llevar una investigación más o menos atractiva es
porque tiene detrás compañeros
que llevan otros trabajos". Trabajo, trabajo, trabajo. Lo que nunca
falta
en el equipo de policía judicial.
El recuerdo
¿Cuál
es el primer recuerdo que le viene a la mente sobre la salvaje oleada
de
violaciones que se registró en 1991 en Cataluña?
El agente estaba en el cuartel
cuando le avisaron de que dos menores habían sido violadas
en La Secuita
(Tarragona). De nuevo, la pesadilla. Aquellas casi niñas
eran las últimas víctimas
de dos agresores que ya habían actuado antes. Él
y varios compañeros de paisano
se apostaron en un coche, en un descampado, junto a la cementera
Molins. Es un
punto estratégico desde el que se domina la autopista y la
carretera nacional.
Allá se fueron, por si veían aparecer a los
autores, de regreso a Barcelona.
Estaban esperando cuando de pronto los encañonaron. Eran
otros guardias civiles,
que los habían tomado por sospechosos.
No era la primera vez que un compañero le apuntaba con su
arma reglamentaria.
En una ocasión, fuera de servicio,
acompañó a un amigo del cuartel a un banco.
No les abrían la puerta y al acercarse al cristal y hacer
una pantalla con las
manos, vieron que dentro había dos atracadores. Los dos
guardias se parapetaron
tras un coche y pidieron a gritos a los vecinos que avisaran al 062.
Cuando los
ladrones salieron, cada uno por un lado, se fueron tras ellos. El
agente
estrenaba zapatos y acabó con los pies hechos polvo. "Su"
atracador
no se paró ni siquiera cuando disparó al aire.
Lo único que logró fue que tirara todo el dinero
del botín. Más de 600.000
pesetas. El agente lo recogió. Los billetes
sobresalían por los bolsillos de
sus pantalones. No sabía que, con los nervios, los vecinos
que llamaron a la
Guardia Civil dieron su descripción -la
descripción de los hombres que pedían
ayuda, no la de los que cometieron el atraco- y anduvo por la
carretera, con
todo ese dinero y una pistola en la mano. Lo primero que hizo la
dotación que
acertó a pasar por allí fue apuntarle y darle un
susto, además del tradicional
"alto, policía".
Lo de La Secuita fue peor que el peor de los sustos. Explica el agente
que no hay
violaciones dulces, pero ha visto pocas como aquellas de 1991. "Las
víctimas
nos llegaban destrozadas, semidesnudas, con moratones por todo el
cuerpo.
Llenas de barro, sucias. Sus acompañantes, si los
había, con la cabeza abierta
y molidos a golpes." Nunca es fácil investigar hechos
así, y menos cuando
se conoce a una de las agredidas. "Era preciosa, guapa y
simpática como
pocas. Trabajaba de camarera. Como tantas otras, todavía hoy
sufre secuelas psíquicas
por lo que le hicieron."
Fue, además de lo que cualquiera puede imaginarse, una
tortura. Las pegaban.
Les decían que estrangularían a su novio si se
resistían. Que eran policías.
Que tenían pistolas y que las iban a matar a balazos.
Así, entre 30 y 40
minutos. A veces, más. La noticia de la detención
de Abderrazak Mounib y Ahmed
Tommouhi, los presuntos culpables, fue acogida con alivio por todos.
Dice el agente que aquí no se puede hablar de racismo ni de
error judicial,
aunque admite que "la justicia tiene un lado humano y los seres humanos
se
equivocan". Los dos marroquíes fueron condenados. En sus
casas no
aparecieron ni la pistola ni el bate de béisbol que
supuestamente emplearon en
sus ataques. Los condenaron porque las víctimas los
identificaron y el Supremo
confirmó las sentencias. Punto final. ¿Punto
final? La historia no hacía más
que comenzar.
La pesadilla
En
1995, la Guardia Civil comenzó a investigar una segunda
oleada de
violaciones, tan parecida a la anterior que lo primero que hizo el
agente fue
ir a la cárcel de Brians para saber si los condenados
habían tenido algún
permiso. Sólo cuando en la cárcel le dijeron que
no, descubrió que ellos no podían
ser, a pesar de que había víctimas que
seguían identificándolos. Supo por qué
cuando se detuvo a uno de los verdaderos culpables de las agresiones
(el otro aún
no ha sido identificado): Antonio García Carbonell es un
auténtico sosía de
Ahmed Tommouhi.
Entonces el agente -el equipo de policía judicial, como
él prefiere- empezó a
leer la letra pequeña de las investigaciones y a atar cabos.
Salvo la palabra
de las víctimas, no había nada en contra de los
marroquíes. Nada incriminatorio
apareció en su poder. En el coche del español,
por el contrario, se hallaron un
revólver simulado y una porra, además de tarjetas
de crédito de algunas de las
víctimas. Eso llevó al agente/equipo a exhumar
pequeños detalles y a descubrir,
por ejemplo, que el coche que supuestamente usaron los dos
marroquíes para
cometer las violaciones siguió en circulación y
fue empleado para nuevos
delitos, por ejemplo, un tirón en Montornès del
Vallès cuando ellos ya habían
sido detenidos.
El informe
Todas
esas averiguaciones se plasmaron en un informe que provocó
dos cosas.
Primero, que Omar llorara de alegría. Y, segundo, que el
fiscal jefe de Cataluña,
José María Mena, presentara la solicitud de
indulto para los dos presos. A Mena
ya lo conoce el lector. ¿Quién es Omar? Omar es
el hermano de Ahmed Tommouhi.
Siempre que podía iba al cuartel de Martorell y se plantaba
en la puerta,
intentando hablar con alguien, a pesar de no saber decir tres palabras
seguidas
en español. El agente se sonroja porque alguna vez ha debido
sujetarle para
evitar que le besara los pies. Ese es Omar. El tiempo y los avances del
ferrocarril, es un decir, han dado la razón al agente.
"Cuando Mounib y
Tommouhi fueron detenidos, las pruebas de ADN eran como una locomotora
a vapor.
Ahora son como el AVE." Ello ha permitido que análisis que
antes se
desestimaban por el mal estado en que habían aparecido los
rastros orgánicos se
puedan realizar en la actualidad sin problema. En 1997, la ciencia
demostró que
una de las violaciones por las que cumplían condena los dos
marroquíes fue
cometida en realidad por Antonio García Carbonell y un
cómplice al que nunca ha
querido delatar. La sentencia por aquel delito fue anulada, pero les
pesan
otras sentencias por otras agresiones de las que no quedaron restos
para nuevos
análisis genéticos.
Hay un catalán de l'Hospitalet, padre de familia, de 34
años, que cree en la
inocencia de Mounib y de Tommouhi. ¿Quién es? En
la cárcel de Brians, el pasado
miércoles, dos presos respondieron al unísono:
"Un ángel venido del
cielo".
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[ EL PAÍS
(Cataluña), 16/02/2000 ]
Ocho
años entre
rejas esperando que los jueces rectifiquen
PERE RÍOS -
Barcelona
Abderrazak Mounib
y Ahmed Tommouhi llevan ocho años en prisión por
numerosos delitos de violación
y robo que ellos niegan haber cometido. La justicia se
equivocó con ellos una
vez y el Tribunal Supremo reconoció el error. Ahora ese
mismo tribunal está
realizando nuevas pruebas antes de decidir si revisa o no todas las
sentencias
firmes que pesan contra ellos. A la espera de esa decisión y
de que el Gobierno
resuelva la petición de indulto solicitado por la
fiscalía de Cataluña,
los dos presos han concedido una entrevista a EL PAÍS en la
prisión de Brians.
Es miércoles y hoy toca visitas. La funcionaria de prisiones
empieza a
identificar a los familiares que han acudido a la hora y media de
vis-à-vis a
que tienen derecho los presos una vez por semana. De la decena de
visitantes,
ocho son novias, esposas o madres. Entre las excepciones hay un
niño de cuatro
años acompañado de su tío, muy ajeno a
la situación que está viviendo su padre
entre rejas y que corretea sin parar por los fríos pasillos
de la cárcel.
Las sábanas y las toallas de repuesto que esperan en los
bancos vaticinan las
escenas que se vivirán en las habitaciones.
Pero también
hay estancias reservadas para las otras visitas. Y a una de esas
habitaciones
llegan Mounib y Tommouhi muy abrigados. La temperatura dentro de la
cárcel no
es muy distinta a la del exterior y el pequeño radiador nada
puede hacer para
combatir el frío de la habitación, donde todo es
de hierro o cemento, excepto
las sillas. Tommouhi llega con las manos en los bolsillos, pero lo que
más
sorprende de él es comprobar en vivo y en directo un detalle
que se ha escrito
en numerosas ocasiones en los diarios: el enorme parecido que guarda
con
Antonio García Carbonell, otro preso que fue juzgado hace
unas semanas en la
Audiencia de Barcelona y que confesó la violación
por las que fueron condenados
estos dos marroquíes a 51 años de
cárcel cada uno. Un caso en el que pagaron
justos por pecadores.
"Se me
acusó de 17 causas, se me condenó por 4 y ahora
cumplo condena por 3",
recuerda Ahmed Tommouhi. 114 años de cárcel en
total. Una condena de por vida,
aunque el tiempo máximo que una persona puede estar en una
cárcel española es
de 20 años. En el caso de Mounib, las tres sentencias firmes
que pesan contra él
también suman 101 años. La cuarta condena contra
ambos fue anulada por el
Tribunal Supremo en mayo de 1997 después de que la prueba
del ADN demostrase
que el verdadero culpable era García Carbonell.
"Que
presenten un sola prueba de culpabilidad contra mí y me
cambio por Joaquín Martínez",
el español que espera en el corredor de la muerte en Estados
Unidos, afirma
Mounib. Su compañero es mucho más contundente.
"En la ley del islam se
corta la cabeza o se mata a pedradas al culpable, pero no al inocente".
Y
una vez más vuelven a recordar que la única
incriminación sólida que hubo
contra ellos es el reconocimiento que hicieron las víctimas
durante los
juicios. "Yo no guardo ningún rencor a las mujeres que se
equivocaron
conmigo y que hicieron que la justicia se equivocara también
con
nosotros", explica Tommouhi, que ahora tiene 48 años y
únicamente recibe
la visita esporádica de su hermano. Su mujer y sus tres
hijos están en
Marruecos y durante los ocho años que lleva entre rejas no
han ido a verlo
nunca por deseo expreso suyo. "Una mujer marroquí no es como
una europea,
que puede ir donde quiera libremente. Sólo sale para ir a
casa de su madre o a
comprar".
Abderrazak
Mounib ha acudido a la entrevista con una carpeta repleta de recortes
de prensa
y de las cartas que ha escrito durante este tiempo clamando por su
inocencia.
Desde el Rey al presidente del Gobierno, pasando por el Defensor del
Pueblo y
el Ministerio de Justicia. También enseña los
partes médicos que certifican que
padece un hidrocele -inflamación desproporcionada de un
testículo- que dificulta
mucho la consumación del acto sexual, con lo que
difícilmente podía ser un
violador, explica él. También muestra el parte de
sanción que se le impuso en
una cárcel precisamente por bajarse los pantalones delante
de una funcionaria
para que quedara claro ante los presos -a los efectos oportunos ante el
código
de valores que funciona en prisión- que él, con
esa afección, no podía haber
violado a nadie.
Algunas de
sus víctimas explicaron este detalle en sus declaraciones
ante los jueces y
siguen creyendo, muchos años después, que no hay
duda de que fue él quien las
violó, pero Mounib se pregunta cómo pueden
recordar esa prueba si no era porque
la policía les indujo a ello, pues las violaciones se
realizaron siempre en
descampados y a oscuras. Por no recordar, además, que los
agresores actuaban
casi siempre con la cara tapada. "La justicia es para quien la hace,
sea
yo o De la Rosa [el empresario que compartía
cárcel con ellos hasta finales de
enero, cuando se acordó su arresto domiciliario], pero no
para un
inocente", explica Ahmed Tommouhi. "Yo pensaba que estábamos
en
Europa, no en la selva, y que aquí a la gente se le condena
con pruebas",
explica Tommouhi.
¿De verdad
que ustedes dos no se conocían antes de ingresar en la
cárcel? "Mire
usted, si nos hubiéramos conocido antes, uno de los dos
estaría ya muerto,
porque el otro habría acabado con él", relata
este preso, que llegó a España
en agosto de 1988 para trabajar de albañil. Meses
después se fue a Marruecos
con lo que había ahorrado y 12 días antes de que
le detuvieran, en 1991, había
vuelto a Martorell, a casa de su hermano, para quedarse.
"Me
dicen que violamos en Tarragona, en Vilafranca del Penedès y
que yo conducía.
Si yo sólo sé dónde está la
casa de mi hermano y no sé lo que es un
coche". Abderrazak Mounib llegó mucho antes, en marzo de
1975, y siempre
ha vivido del comercio ambulante, "pero legal y con papeles". Sus dos
hijos pequeños nacieron aquí y otros dos en
Marruecos, de donde llegó en 1994
su mujer, Fátima.
La concesión
del indulto es la posibilidad más rápida para que
recuperen la libertad, pero
los dos la rechazan. "Yo no salgo si me lo dan. Me es igual seguir
aquí.
El indulto es para un culpable y yo soy inocente", dice Tommouhi. La
otra
alternativa es lo que decida el Tribunal Supremo en un proceso que
puede durar
más de un año, pues se trata, entre otras cosas,
de rastrear todos los
hospitales para ver si quedan informes médicos de las
víctimas y restos de los
supuestos agresores, así como de que vuelvan a declarar los
guardias civiles
que siempre cuestionaron su culpabilidad.
A la vista
de su caso, se podría pensar que es casi una
provocación preguntarles si confían
en la justicia. Sin embargo, la decisión del Tribunal
Supremo les ha hecho
recuperar un halo de esperanza. "Sólo pido a Dios que
actúe de verdad la
espada de la justicia", afirma Tommouhi. "Yo confío en los
jueces
buenos, en los buenos jueces del Tribunal Supremo, en los buenos
policías y en
los buenos médicos y peritos", aclara Mounib.
"Hasta ahora la mentira se ha hinchado como una pompa de
jabón, pero sólo
con que entrara un poquito de aire de la verdad, explotaría".
Y si la
justicia no rectifica. ¿Han pensado alguna vez en el
suicidio? Ahmed Tommouhi
vuelve a esgrimir sus convicciones religiosas. "Yo soy un
musulmán de
verdad y aguanto lo bueno y lo malo. Eso que me plantea es impensable".
Mounib es más pesimista. "Si no revisan las condenas, me
seguiré pudriendo
en la cárcel y si me muero, mi alma irá con
Alá porque soy inocente".
El timbre ha
sonado ya tres veces en los pasillos de la prisión, y como
si se tratara del
final de unos fuegos artificiales, todo el mundo sabe que el tiempo de
vis-à-vis
se ha acabado. Las novias y esposas salen de las celdas
retocándose el peinado
y la ropa. Y el niño sigue correteando por la
cárcel después de ver a su padre.
Abderrazak
Mounib y Ahmed Tommouhi regresan al Módulo Residencial 1, el
reservado a
violadores y homicidas.
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[
LA VANGUARDIA, 01/05/2000 ]
Oración por Mounib
Trescientas
personas se manifiestan en Barcelona por Abderrazak Mounib, el
dudoso acusado de violación fallecido en la cárcel
NACHO DE OROVIO
Barcelona.- Un coro de 300 voces recorrió ayer el centro de
Barcelona. Delante,
las voces agudas; detrás, las graves. El conjunto, una
letanía triste,
sobrecogedora en algunos momentos. 300 miembros de la comunidad
magrebí de
Cataluña. Un lamento que recitaba fragmentos del
Corán y pedía a Alá que
perdonase a Abderrazak Mounib, el ciudadano que murió el
miércoles en la cárcel
de Can Brians, de un infarto, tras nueve años de un encierro
dudoso, un
encierro por varias presuntas violaciones del que le libraba un informe
de la
Guardia Civil. La fiscalía había llegado a pedir
el indulto.
El coro de 300 voces -las mujeres delante, los hombres
detrás- llegó de
distintos puntos de Cataluña para pedir el perdón
de Alá, pero no quería el de
los hombres. No quería perdón, exigía
justicia. Una letanía intercalada de
gritos y rabia. Mounib había dicho que prefería
morir encerrado que vivir de
rodillas y pedir perdón por algo que siempre juró
no haber cometido. Estuvo
nueve años en la cárcel y el miércoles
murió encerrado. Tenía el corazón
débil
y seguramente maltrecho. Un amigo suyo recordó ayer que la
diabetes le
sobrevino en la cárcel.
El coro iba tocado de blanco, el color árabe del duelo, con
pañuelos,
brazaletes, gorras y los "chads" de las mujeres de ese color.
Partió
de la puerta de la fiscalía de Cataluña, en la
confluencia de Pau
Claris-Mallorca, y descendió hasta Via Laietana, para acabar
en la plaza de
Sant Jaume, donde también se celebran las derrotas.
A su paso encontró la Conselleria de Justícia y
las oraciones se tornaron en
silbidos y exigencias de justicia, se pedían cabezas,
responsables; el colectivo
marroquí de Cataluña, con tantos integrantes
excluidos por el sistema,
exigiendo al propio sistema que sea justo con ellos. También
se detuvo frente a
los dos edificios de la policía en la Via Laietana y frente
a la Generalitat,
donde el coro se sentó y silbó. Silbó
para exigir que se declare la inocencia
de Mounib y de Ahmed Tommouhi, condenado por lo mismo y sumido desde el
día de
la muerte "en una grandiosa tristeza", explicó un amigo que
lo visitó
el jueves.
"Ahora todo está en el tejado de la justicia",
explicó El Griri, del
departamento de inmigración del sindicato USOC, y el nuevo
ministro de
Justicia, Ángel Acebes, "tiene una primera tarea sobre la
mesa, que es
revisar este caso". El Consejo de Ministros tenía pendiente
la concesión
del indulto.
La marcha acabó treinta kilómetros más
allá, frente a la cárcel de Can Brians,
último
domicilio de Mounib. Depositaron flores y un gran retrato de su
"mártir",
como le llaman. La primera voz del coro, la que lo encabezó
toda la mañana, ni
siquiera desafinaba. No podía apenas orar ni gritar. Se
llama Fátima y es viuda
desde el miércoles.
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[ EL PAÍS
(Cataluña),
28/04/2000 ]
Los 'arola' y los 'mounib'
ARCADI ESPADA
Où sont les neiges d'antan?, escribe Xavier Bru de Sala en
el Quadern. Mediante
Villon, lírico y melancólico, el autor medita
sobre la perdida ambición
cultural barcelonesa. Yo no sé bien dónde
está la nieve, pero sí puedo
informarle sobre el lugar del hielo. Ahí, en los propios
periódicos del día en
que escribe. Hielan la sangre. Más de un centenar de
alcaldes de Tarragona se
reúnen con el rector universitario Lluís Arola
para demostrarle su solidaridad.
El rector sancionó a una profesora que tradujo al castellano
las preguntas de
un examen. Los alcaldes han dado tres hurras por el rector. El mismo
día,
aunque de madrugada, Abdezarrazak Mounib moría de un infarto
en la cárcel de Can
Brians. Llevaba más de ocho años en la
prisión, el marroquí Mounib, condenado
por violación. Hace un año, el propio fiscal
pidió su indulto porque existían
dudas muy serias sobre su culpabilidad. Estaba esperando los papeles
cuando
murió. El señor Bru de Sala es un hombre formado,
al que le repugnará el vicio
estético de cargar la suerte. Ya debe de ir comprendiendo
por dónde voy, pero
prefiero pasar por obvio que por oscuro, aunque sólo sea
para variar. El
problema cultural de Cataluña es la distancia que va entre
la kermesse
municipal y espesa de apoyo a una autoridad universitaria, faltada del
más mínimo
sentido común, y la muerte de Mounib. Llevamos 20
años soportando la vacuidad
de los arola; observándolos encaramados en lo más
alto del debate social y político;
escuchando el eco mediático de su inanidad: ¿ha
pensado usted, amigo Bru, cosmólogo
de nuestra cultura, cuánto abulta la nada, cuánto
oculta, cuánto aplasta? El
nivel cultural de una comunidad se mide, sobre todo, por la capacidad
de esa
comunidad para sopesar sus conflictos internos, para darles el valor y
la
importancia que merecen, para vincularlos certeramente a las
preocupaciones
generales de su entorno y de su tiempo. Al igual que, en
términos
convencionales, el nivel de una cultura se relaciona con la capacidad,
de un
hombre o de un grupo, para insertar la novedad en la
tradición, así también
puede decirse que la cultura no es más que una
construcción determinada de la
actualidad, o sea, una selección, una
jerarquización del magma cotidiano, en la
que participan escritores, intelectuales, políticos,
periodistas y otras gentes
de bien. Para saber hasta qué punto esta
selección ha sido aquí la pertinente
en las últimas décadas baste ver la cara de
tontos, pero de tontos cerrados,
insondables, que se nos pone a los catalanes cuando descubrimos,
¡oh cielos!,
lo que sucede en Ca n'Anglada -un barrio de Terrassa que se descubre
racista
después de haber luchado tanto contra el franquismo-, o la
violencia de la
noche del viernes en la metrópoli -inútilmente
tratamos de atribuirla a skins o
a cualquier otra paranormalidad, hasta que concluimos que se trata
sólo de
catalanes ciegos de alcohol y de mala leche-, o incluso, cuando leemos
el último
informe del departamento de Estado sobre las colonias y descubrimos que
Barcelona es la ciudad de Europa con mayor número de
prostitutas. Entiéndase
bien: no estoy diciendo que la cultura sea incompatible con el racismo,
la
violencia o la prostitución; en modo alguno: esas desgracias
son espuelas de la
acción y del pensamiento. La incompatibilidad
está en la ocultación, en el
trueque, en el camuflaje: en la superposición de los arola
sobre los mounib. No
hay cultura que resista la cháchara. Por el contrario, la
política se desenvuelve
en ella de perlas: si Jordi Pujol gobierna en Cataluña desde
hace 20 años es
porque llevamos 20 años hablando de sandeces.
Bastarían 20 días de conversación
sobre lo que sucede en la escuelas o en los burdeles, en las
comisarías de
policía o en las redacciones de los periódicos,
en los tribunales o en los
hospitales públicos, en las discotecas o en los corrales, es
decir, bastarían
20 días de discusión pública sobre el
modelo catalán -sobre el modelo digo y no
sobre su palabrería narcotizante- para que saltara hecho
trizas este
vaticanismo hervido, toda esta ficción artúrica.
Veinte días de discusión
cultural, bastarían.
Sería un consuelo que les neiges se hubieran deshecho tan
sólo sobre la
cabellera del señor Ferran Mascarell, concejal de Cultura.
Es
verdad que sus
implementaciones, sus diagnósticos, su léxico de
soufflé, que antes nos
empapuzaba, ahora -y en especial en la boca de sus súbditos-
nos
aligera (de la
obligación de escucharles, quiero decir). Pero tanto
páramo no cabe en un
hombre. Qué más quisiéramos que el mal
de la
cultura barcelonesa no superase el
nivel de un concejal, que bastara con corregir la sintaxis de su Libro
Blanco
(comme le neige). La cultura barcelonesa y la del patio trasero pagan
el
encadenamiento a una ficción chapucera y sentimental, a una
tergiversación de
la realidad, observable todos los días en un territorio tan
poco
dado a la
abstracción como las páginas de los
periódicos.
Quién si no fuera un tonto
pelao como yo iba a escribir un artículo sobre el
señor
Arola y su
fuenteovejuna, quién se encararía con
tamaño
desafío intelectual. Todos esos
artículos están escritos desde el mismo momento
en que el
señor Arola apareció
en este mundo, y no hay que confundir la escritura con la
regurgitación. En cuanto
a Abdezarrazak Mounib, ¿quién puede decir algo de
él en la Cataluña contemporánea?
¿Quién sabe nada de por qué
vivió y por
qué murió? Así, no es de
extrañar que
los creadores opten por el blanco, por quedarse en blanco, exactamente.
Ahora
veo lo que quería decir Bru con la neige. Siempre tardo con
las
metáforas.
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[ LA VANGUARDIA, 30/04/2000 ]
Un
moro menos
MANUEL
TRALLERO
En la siniestra contabilidad, la que lleva el recuento de las
víctimas, se ha
producido una leve, apenas perceptible alteración de los
dígitos, ha habido un
ligero movimiento de los guarismos, por la sencilla e inapelable
razón de que
el señor Abderrazak Mounib ha abandonado el mundo de los
vivos. Se ha producido
una baja más, pero no porque haya naufragado ninguna patera
en ese mar de la
vergüenza y el oprobio en que se ha convertido el estrecho de
Gibraltar, o
porque se hayan descubierto asfixiados en las bodegas de
algún barco carguero
unos cuerpos sin vida, como en los mejores tiempos del
tráfico de esclavos, en
que la mercancía llegaba a su destino mermada y diezmada.
El señor Mounib ha muerto en la prisión de Can
Brians, donde llevaba nueve años
cumpliendo una condena por diferentes violaciones, a pesar de que se
había
declarado siempre inocente, a pesar de que la Guardia Civil
había realizado
informes favorables a su inocencia, a pesar de que el fiscal general de
Cataluña
había pedido el indulto y a pesar, sobre todo a pesar, de
que la última vez que
le escuché en una entrevista radiofónica, puso la
piel de gallina a la
audiencia al repetir una y cien veces que era inocente y al decir con
vehemencia profética que prefería morir en la
cárcel a obtener el perdón y
vivir el resto de sus días de rodillas. Todo fue
absolutamente inútil y pesó más
la presunción de culpabilidad que la presunción
de inocencia. Reunía para ello
dos requisitos imprescindibles: era moro y era pobre, había
hecho un bingo
seguro.
Le fue denegado el indulto, pero lo que realmente cuesta un poco de
entender es
por qué nadie, absolutamente nadie, hizo nada por aminorar
su situación. Es
poco creíble que, por ejemplo, el señor
Puignerós el industrial condenado por
un delito ecológico, a los pocos meses de cumplir condena ya
dormía
tranquilamente en la cama de su casa, eso por no hablar de conocidos
financieros que gozan de una envidiable libertad de movimientos a pesar
de
estar condenados. ¿Por qué el señor
Mounib no pudo ser como ellos? Y, sobre
todo, ¿por qué motivos la Generalitat de
Catalunya no solicitó el indulto? ¿Por
qué no se hizo por él una enésima
parte de lo que las autoridades barcelonesas
y catalanas hicieron por el español condenado a muerte en
Estados Unidos? ¿Por
qué?
Hay una lógica diabólica, aséptica,
que no deja manchas en las manos, según la
cual los inmigrantes quedan reducidos a la simple condición
de distinguidos
miembros de una planta lechera, sólo importa el rendimiento
económico, la producción.
No nos gustan, pero son imprescindibles, es un mal menor, porque
gracias a
ellos, a la fuerza de sus brazos y a sus cotizaciones a la Seguridad
Social,
tendremos aseguradas nuestras pensiones de jubilación en una
sociedad que
envejece a un ritmo desaforado. Otros incluso proponen soluciones
más
inteligentes, algo así como una medicina preventiva, atajar
el mal de raíz, y
hacer inversiones en los llamados países del Tercer Mundo,
pagando de paso
salarios de hambre, para evitar así los desplazamientos y
los inconvenientes
derivados porque ya se sabe que los moros son traidores y encima huelen
mal.
Corre por Barcelona un presunto chiste atroz, que sólo puede
provocar una mueca
de asco, pero que tiene un gran éxito en ciertas reuniones
sociales, después de
cenar, a la hora de tomar unas copas, cuando se reblandecen los
esfínteres del
alma. Dos moros se ponen de acuerdo para pedir caridad en los dos
extremos de
una calle. Al acabar la jornada, uno de ellos apenas ha recogido unas
pocas
monedas, el otro en cambio ha logrado reunir una suma considerable de
dinero.
El primero no entiende cómo el otro ha logrado semejante
éxito. "Muy fácil
-explica éste-, llevaba un cartel que decía
`Denme algo para volver a
Marruecos'."
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[ EL MUNDO, 21/09/2003; suplemento CRÓNICA, nº 414 ]
TRIBUNALES | ¿UN INOCENTE EN PRISION?
Fatal destino por un parecido
SU EXTRAORDINARIO parecido con un violador ha llevado al marroquí Ahmed Tommouch a pasar 12 años en prisión. Y allí sigue, esperando un indulto pedido por el fiscal de Cataluña que el Gobierno no concede. Ya una vez la Justicia tuvo que reconocer su error. El ADN demostró que el delincuente era su doble
ILDEFONSO
OLMEDO / FLORA SAEZ
Hay días, muchos en los últimos 12
años que lleva
preso, en que Ahmed piensa que está muerto. Nacido hace 52
años cerca de Nador,
creció hasta hacerse emigrante con el único
orgullo de su nombre y su honor.
Nunca tuvo nada más que sus brazos para cavar la tierra. Ni
cuando desposó a
Tlaytmas, 10 años más joven, hubo foto de boda.
Ahora, dos trozos de cartulina
con el escudo de la Guardia Civil son sus mejores asideros. Cada
cartón tiene
una frase sola. Y sobre ella Ahmed Tomouch sostiene lo que le queda de
aliento
y esperanza. «Ahmed es inocente», reza manuscrito
en la primera tarjeta, la más
vieja. En la segunda, la misma caligrafía del guardia civil
Reyes le manda un
saludo: «No me olvido de ti».
Ya van para 12 años entre rejas desde que fuera detenido en
otoño de 1991.
Ahmed sólo encuentra una posible explicación:
«Que soy extranjero (marroquí) y
pobre». También a extramuros de la
cárcel de Can Brians donde pena existe la certeza
de que Tommouch fue condenado por sucesivos errores y coincidencias
fatales. La
peor de todas: su parecido asombroso con otro violador convicto y
confeso años
más tarde.
Ahmed Tommouch y su fatal destino español. Ayer recolector
de frutas y albañil.
Hoy más muerto que vivo por unos delitos que el guardia
civil Reyes, el ángel
protector en esta historia, también sabe que nunca
cometió. Aún enfrenta tres
sentencias de violación, ya que una cuarta le fue anulada
por el Tribunal
Supremo (TS) gracias a una prueba de ADN que incriminó al
otro, al verdadero,
al español Carbonell, su calcomanía.
Ya hace cuatro años que el fiscal jefe del Tribunal Superior
de Cataluña, antes
incluso de que el Supremo animara a ello, solicitó el
indulto del marroquí.
Mientras el Gobierno hace oídos sordos a la
petición de gracia, el caso está
ahora en Estrasburgo, en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que
podría
pronunciarse en unas semanas sobre el recurso de los abogados
defensores (Jordi
Claret, Pedro Pardo y Manuel Ollé).
Pero el gran defensor de su causa se apellida Reyes y es guardia civil.
Y eso
que sólo se han mirado a la cara una vez y de
refilón, allá por 1991. El
encuentro fue un visto y no visto, pero el preso y el experto en
criminalística
de la Guardia Civil terminaron con sus vidas cruzadas para siempre.
Ahmed iba
esposado por un pasillo que terminaba en el despacho del juez,
custodiado por
dos policías; el guardia civil estaba sentado sobre un banco
de aquel pasillo
de los juzgados de Tarrasa acompañando a una joven violada
que esperaba junto a
otras víctimas la rueda de reconocimiento de los presuntos
desalmados que por
dos largos meses habían conmocionado las provincias de
Barcelona y Tarragona.
A las jóvenes víctimas que presenciaron el
paseíllo, sin duda ver pasar a aquel
tipo esposado les ayudó después, en la rueda de
identificación, a fijar para
siempre en su memoria el rostro de uno de los dos hombres que las
habían
asaltado en la oscuridad.La historia es larga e infame. Eterna para el
tercer
actor de la tragedia: el también marroquí
Abderrazak Mounib, condenado junto a
Tommouch y que ya nunca conocerá su fin pues
murió en su celda de la prisión
catalana el 26 de abril de 2000 dejando el eco de ese grito
agónico que tanto
repitió en vida: «Soy inocente, soy inocente, soy
inocente». A sus 48 años, le
falló el corazón mientras dormía.
Dejó viuda y cuatro hijos, que sobreviven a
duras penas en el barrio barcelonés donde Mounib
creyó encontrar su tierra
prometida.
Al vendedor ambulante marroquí ni siquiera le indemnizaron
por el error
judicial admitido. En cambio, la familia de Tommouch cobró
18 millones de
pesetas. Y si se reconociera que las otras condenas que le mantienen
preso
fueron también errores, serían más de
cien.
Con los años, la historia -que el productor Antonio Pozueco
prepara para llevar
al cine- se ha vuelto tan enrevesada como el más complejo de
los culebrones
judiciales, con víctimas que reconocen por error a quien no
es, jueces que
condenan con solo la rueda de reconocimiento, fiscales que antes
acusaban y
ahora piden su indulto... Podría resumirse así:
en otoño de 1991, tras una
oleada de violaciones en pueblos de Barcelona y Tarragona, la
policía detuvo a
dos marroquíes que fueron identificados por algunas
víctimas. No hubo más
pruebas en su contra, ni se pudo demostrar que se conocieran entre
ellos, pero
finalmente fueron condenados hasta en cuatro ocasiones.
Aunque el coche con el que habrían cometido los delitos fue
localizado con
ellos ya en prisión, y una persona de parecido aspecto al de
los marroquíes huyó
del cerco policial cuando iba a ser detenido abriendo el
vehículo, la suerte de
los dos reos estaba echada.¡Culpables!
Pero en abril de 1995 volvieron las violaciones. Si en el 91 los
agresores iban
armados con una pistola y un bate de béisbol, ahora llevaban
palo, machete y
una piedra con la que rompían el cristal de los coches de
las parejas. Y
siempre dos tipos otra vez, que hablaban entre ellos una lengua
extranjera.
Algunas mujeres, cuando la Guardia Civil les mostró fotos de
delincuentes
sexuales, señalaron los rostros de Tommouch y Mounib. Pero
ambos seguían entre
rejas.
Fue entonces cuando todo estuvo a punto de repetirse con fatalidad:
tres
paquistaníes, identificados por una víctima,
fueron detenidos y enviados a
prisión. Sólo les salvó el ADN: los
restos dejados por los violadores en ropas
de las agredidas no contenían la huella genética
de ninguno de los paquistaníes.
Meses después, el 20 de junio de 1995, el propio Reyes
participaba en la captura
del verdadero culpable. Caía la noche cuando un
varón corpulento descendió de
una furgoneta y se dispuso a tomar un coche vigilado por la
Benemérita. «Era
bravo de narices», recuerda el guardia la
detención. Aún creía que buscaban a
un árabe, por eso todos se sorprendieron al oír
hablar al detenido.Decía, en
perfecto castellano, que se llamaba Antonio, Antonio García
Carbonell. «Y era
exactamente igual que Tommouch. Dos gotas de agua». Todo
empezaba a cuadrar en
la cabeza del guardia Reyes: el mismo rostro, igual modus operandi en
1991 y
1995, calcada complexión física...
¿Hemos, entonces, mandado a prisión a dos
inocentes?, caviló.
UNA CUESTION MORAL
La respuesta a aquella pregunta tomó cuerpo de
informe. Hacerlo le llevó a
Reyes casi un año de confirmaciones y desvelos.
«Fue un reto personal»,
explica. El encabezamiento del texto, fechado el 15 de enero de 1996,
es
esclarecedor: «Detención y condena de dos personas
como autoras de varios
delitos de violación y otros, los cuales podrían
ser inocentes, así como
posible identificación de uno de los autores reales de
dichos hechos. Personas
implicadas: Ahmed Tommouch, Abderrazak Mounib y Antonio
García Carbonell».
Ahora Reyes dice más: «Si hubiesen sido
españoles, hace tiempo que estarían en
la calle». En sus 20 años de uniforme (tiene 38),
es la primera vez que se
implica tanto. «Vi que los dos eran inocentes. Es una
cuestión de moralidad
legal. Como ya ocurrió en 1991, en 1995 la
mayoría de las víctimas dice que sus
violadores son moros y hablan árabe. Pero
¡qué coño!, están hablando
calé».Su
argumentación convenció a la Fiscalía.
No fue fácil: suponía cuestionar
demasiadas condenas contra los marroquíes. Fue entonces
cuando se procedió a cruzar
todos los ADN posibles de las dos oleadas de delitos. De 1991
sólo se
conservaban restos biológicos de los agresores en un caso:
una violación
cometida el 5 de noviembre de 1991 en Olesa de Montserrat (investigada
en su día
por Reyes) y de la que quedaba un pantalón manchado de
semen. Aunque la víctima
había reconocido en el juicio a Tommouch y Mounib como sus
agresores, el ADN
habló salomónico: el autor era Carbonell y
alguien más con un grado importante
de parentesco con él.
Para el Tribunal Supremo, el dato sirvió para anular (1997)
la primera
sentencia contra los marroquíes. Sobre el resto de los
casos, después, vino a
decir que al carecerse de una prueba contundente (faltaban restos para
hacer
los test genéticos en las demás violaciones del
91), no era posible ni repetir
los juicios ni declararlos nulos. «Aparecen datos que nos
pueden llevar a la
duda razonable pero no a la evidencia, por lo que una salida adecuada a
la
situación creada por las pruebas adjuntadas al presente
recurso de revisión sería
la de iniciar la tramitación de un indulto», dice
el TS.Para entonces, 30 julio
de 2000, Mounib ya había fallecido y Tommouch llevaba casi
nueve años preso.
«¿Amigos aquí? No tengo amigos de
más de una semana o un mes...La gente entra y
sale y yo permanezco», reflexiona hoy el superviviente.A
diferencia de Mounib («era
el que hacía las huelgas de hambre, muy sufrido.
Físicamente, de pesar
alrededor de 90 kilos se quedó en unos 50,
desmejoró muchísimo», cuenta un
abogado), Tommouch ha llevado con más templanza su calvario.
Desde un
principio, dice él que para no volverse loco, quiso no saber
del mundo que había
dejado fuera. Aún hoy no ha visto a su esposa, Tlaytmas, que
sigue en Nador, en
la casa a medio construir que él dejó cuando vino
a trabajar a España.
Ni un carta (no sabe leer ni escribir, ni se ha buscado a nadie que lo
haga por
él), ni una llamada. «Mientras siga
aquí me considero una persona muerta»,
repite. Su hermano Omar, albañil establecido en Martorell,
ha sido estos años
la única persona próxima que ha tenido. Siempre
creyó en su inocencia. Pasó años
sentándose cada tarde frente la Casa Cuartel de Martorell.
Comía pipas,
cabizbajo, y esperaba un milagro. El día que un guardia
(después supo que se
llamaba Reyes) se le acercó para decirle que su hermano
pronto estaría libre,
quiso besarle los pies. Pero el final estaba lejos.
La manera en que todo empezó ya hacía presagiar
su nefasto discurrir.Noche del
11 de noviembre de 1991. Comisaría de Tarrasa. Un
subinspector lee un fax con
el perfil de los posibles violadores cuando llega el encargado de la
pensión
Agut para entregarle las fichas de los últimos clientes. Al
ver entre los huéspedes
árabes uno regordete (Tommouch) y otro con bigote (de nombre
Mustafá Zaidane),
el agente creyó tener resuelto el caso. La
detención fue cosa de minutos, y la
rueda de reconocimiento con las víctimas, al día
siguiente. Descartado Mustafá
Zaidane, Tommouch, esposado y exhibido por error ante las mujeres que
luego le
identificarían, quedó atrapado para siempre.
Mounib fue detenido dos días después, en
Barcelona. Una de las víctimas le
reconoció a través de una foto que la Guardia
Civil conservaba de él por un
incidente ocurrido al poco de llegar a España, a principios
de los 80, en la
zona fronteriza de La Junquera donde ejercía habitualmente
la venta ambulante.
Lo detuvieron por exhibicionismo: había tomado unas copas y
se bajó los
pantalones en público. Fue su error y, años
después, su condena.
Nacionalidad aparte, lo único que se ha podido acreditar que
Mounib y Tommouch
tenían en común es que disfrutaban de permisos de
trabajo y residencia. También,
que ambos estaban casados.Ahora, dos de los tres hijos de Tommouch
viven en
España y acompañan al tío Omar, 50
años, en las visitas de fin de semana. No
fue fácil convencer al marroquí preso de que sus
chiquillos querían verlo. Pero
accedió. «Mira donde me han metido,
hijo», fue lo poco que salió de su garganta
el día que Halid, de 24 años (tenía 12
cuando le vio partir), le miró tímido a
la cara a través de uno de los cristales de la
prisión de Can Brians. El
segundo encuentro familiar, sin lunas de por medio, fue más
emotivo: acudió la
hija menor, Hafida (19 años), con la primera nieta, Firdaus.
Desde que entró en prisión, en su casa de Nador
ha habido nacimientos y
entierros. Y siempre su dolorosa ausencia. De no haber sido por el
tío Omar,
que compartía su sueldo de albañil con ellos,
habrían terminado sin poder
comer. Pero no es dinero lo que Tommouch reclama.
«¿Cien millones (de pesetas),
dices?», reflexiona en voz alta cuando un enviado de CRONICA
(la Generalitat no
autoriza visitas de periodistas) le plantea la indemnización
que le
correspondería si se reconociera su inocencia. «No
hay dinero que me devuelva
estos años. Lo único que me importa es el honor,
el mío y el de mi familia, por
eso nunca seré yo quien pida el indulto. Eso es cosa de los
culpables, no de
los inocentes».
CARBONELL EN EL COMEDOR
Hace unos meses, el preso tranquilo Ahmed Tommouch quiso
matar a su sombra.
Ocurrió en el comedor de la prisión. El
marroquí se encontró cara a cara con el
hombre que él sabe que le robó la libertad:
Carbonell. Aunque español, y de
raza gitana, era en 1991 su vivo retrato. Ese «extraordinario
parecido físico» (Tribunal
Supremo dixit), fue también uno de los argumentos esgrimidos
por el fiscal jefe
del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para
justificar la concesión del
indulto que no llega. Porque «permite comprender la posible
confusión de las víctimas
en las diligencias de identificación que constituyeron en
todos los casos
elemento fundamental de la prueba acusatoria».
Por la pelea carcelaria, que Tommouch la pretendía a muerte
y Carbonell rehuía
pese a los golpes, el marroquí pasó 18
días en una celda de castigo. A
Carbonell lo devolvieron a la cárcel de Cuatro Caminos.
Aunque pronto cumplirá
70 años -va para 67- y quedará libre por edad,
está condenado a varios siglos
por seis violaciones cometidas en 1995, y a 42 años
más por la de 1991, la del
monumental error.
Vendedor ambulante y padre de 10 hijos cuando fue detenido, Carbonell
siempre
negó su culpabilidad, aunque las pruebas de ADN le
terminaran cerrando la boca.
«Esto [las violaciones] lo tenemos muy sagrado; nosotros
mismos los matamos [a
los violadores]», decía. A su juicio
llegó con un aspecto muy diferente al que
tenía cuando era el doble de Tommouch. El guardia civil
Reyes, presente,
describe así su camuflaje engañoso:
«sílfide, con el pelo por la cintura, una
barba más larga que Cristo y la Biblia en la
mano». También habló como si fuera
«un apóstol». Pero ni aún
así: le cayeron de primera 228 años.
«Sigue con la
Biblia, pero ya no tiene el pelo largo, ha vuelto a su aspecto
anterior», dice
quien le vio no hace mucho en la cárcel de Cuatro Caminos.
Su desgraciado doble, el inocente Ahmed Tommouch, si el Gobierno no lo
remedia
concediéndole el indulto, pasará muchos
más años encarcelado que él. La
Administración penitenciaria catalana, por más
que tiempo atrás llegara a
estudiar y descartar luego concederle el tercer grado (ir a
prisión sólo a
dormir), no contempla ningún trato especial al
marroquí. «Alcanzará su libertad
definitiva en noviembre de 2009», dice un portavoz. Desde
finales de 2004, añade,
podrá solicitar la libertad condicional. Pero Ahmed, el
hombre de los errores y
las coincidencias fatales, quiere más: justicia. Y que
limpien su nombre.
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EL ADN Y LOS FALSOS RECUERDOS
«Hasta
el final, juró y perjuró que habían
sido ellos. Por eso se enfadó cuando
supo de mi informe de 1996 (identificaba a Carbonell como posible
autor)». El
guardia civil Reyes habla de la víctima del caso por el que
condenaron a los
marroquíes y que cinco años después el
ADN demostró que el verdadero verdugo
fue un español muy parecido a Ahmed Tommouch.
Sólo la ciencia sacó a la joven
violada de su error.
Está documentado científicamente la existencia,
especialmente en víctimas, de
falsos recuerdos: terminan poniendo el rostro de un sospechoso al del
desdibujado violador que la asaltó en la oscuridad. En EEUU,
donde el Proyecto
Inocencia ha sacado de la cárcel a un centenar largo de
inocentes gracias a
pruebas de ADN, hay recogidos testimonios dramáticos de
mujeres que admiten cómo
en sus pesadillas siguen viendo al agresor con el rostro de quien se ha
demostrado que no fue. La psicóloga Margarita Diges,
investigadora de los
falsos recuerdos y los errores de identificación, va
más allá: «No hay relación
entre la seguridad con que una víctima identifique y la
exactitud». Ha ocurrido
que hasta 21 testigos señalaron a un sospechoso. Y todos se
equivocaron.
Contra el posible indulto a Tommouch se levantan sobre todo las voces
de
algunas víctimas (una de ellas con el tiempo se hizo
abogada). A veces se han
quejado de que sus voces no se oyen.Pero las sentencias condenatorias
son sus
ecos, que perduran.
El éxito de la rueda de reconocimiento fue la
única prueba acusatoria.Ni
siquiera cuando, en uno de los casos, se comprobó que la
sangre dejada del
violador no era la de Ahmed, la duda sirvió de nada.Para el
juez, la
identificación firme de la víctima pesaba ya como
una condena.
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[ EL PAÍS
(Cataluña),
13/04/2004 ]
LA CRÓNICA
Dos
hombres
ARCADI ESPADA
Ahmed Tommouhi y Manuel
Borraz se encontraron en las páginas de los
periódicos. Para eso sirven.
Encontrarse en los periódicos es muy parecido a topar
doblando una esquina con otro
cuerpo que la dobla en sentido contrario. Depende de un hilo. Es
probable que
los dos que topan hayan gastado el día en asuntos muy
diferentes: pero los dos
van a encontrarse con precisión implacable.
Habría bastado con demorarse un
segundo en la limpieza de los dientes. Como el gordo calvo del poema de
Szymborska (Un terrorista: él observa), que vuelve al bar
por los ”miserables
guantes” que dejó olvidados y sólo
faltan 10 segundos para la bomba de las
trece menos veinte.
Manuel Borraz leía el
periódico y se encontró con el nombre de Tommouhi
y su historia. No la ha
dejado. Es el único ciudadano que no la ha dejado. La honra
cautiva de esta
ciudad. Es el único, también, que puede explicar
la historia de Ahmed Tommouhi
y Abderrazak Mounib. Este último ya murió. Este
26 de abril hará cuatro años
que murió. El último correo que Borraz
envía tiene este subject:
”¿Qué habría
pasado si...?”. Y este párrafo: ”Hace
cuatro años hubo que lamentar que Mounib
falleciera sin haber podido solucionar su problema y se
calificó de vergonzosa
la lentitud de la justicia. Ahora sabemos ”qué
habría pasado si” hubiera
seguido vivo: ¡NADA! Lo certifica Ahmed Tommouhi,
compañero de infortunios”.
La historia. La explica
Borraz. En 1991 Tommouhi y Mounib fueron condenados por
violación, gracias a
que algunas víctimas dijeron reconocerles. Algunas
víctimas deslumbradas en
deslumbrantes ruedas de reconocimiento. Gracias a la perseverancia de
su Omar
Tommouhi y al grosor técnico y ético de un
miembro de la Guardia Civil se pudo
concluir que varias de las identificaciones fueron erróneas
y en uno de los
delitos que les achacaban pudo probarse, gracias al ADN, que otro
hombre había
sido el culpable.
El párrafo anterior no
habría de engañar a nadie a pesar de su discreto
tamaño. Porque en él, entre
detención, juicio, recursos y condena anulada, caben ocho
años. Fueron los que
pasaron hasta que en 1999 la Fiscalía de Cataluña
pidió el indulto en razón de
las dudas fundadas sobre la justicia de la sentencia condenatoria. Era
con esta
decisión del fiscal José María Mena
con la que Manuel Borraz abría otro de sus
antológicos correos desesperados. Éste
tenía la higiene como tema. La Fiscalía
se lavó las manos, porque la ausencia de ”una
prueba objetiva” de su inocencia
le impedía impulsar la revisión del caso. Se
limitó a pedir un indulto: que
Dios te perdone, Tommouhi. El Tribunal Supremo hizo lo mismo. Tampoco
había
pruebas ”firmes y sólidas” de su
inocencia. Que el Gobierno te perdone, sugirió.
El Tribunal Constitucional consintió, no sin antes cerrar
las puertas a la
revisión del caso: que el Gobierno te perdone, Tommouhi. El
Defensor del Pueblo
se lavó las manos porque no puede opinar sobre asuntos
judiciales y só1o le
preguntó muy respetuosamente al Gobierno por qué
tardaba tanto el indulto. El
Rey se lavó las manos porque reina: pero pasó la
queja al Gobierno. La
Generalitat se lavó las manos, porque no está
otro gesto entre sus
competencias. Comida y alojamiento no le faltan a Tommouhi,
apostilló, sin
embargo. Borraz escribía esto en noviembre de 2003. Y
remataba: ”Así son
posibles 12 higiénicos años de
cárcel”.
Las últimas noticias del
correo de Borraz oscilan entre el examen del caso que hará
el Tribunal de Estrasburgo
y la respuesta que reciba el diputado Pedret, que había
preguntado al Gobierno,
antes de que el Gobierno cambiara, por qué tardaba tanto en
conceder el
indulto. ¡Tanto! : casi cinco años desde que lo
reclamara la Fiscalía. Casi 13
desde que entraron en la cárcel. Una tarde Mounib dijo a su
abogado: ”Acepto
los errores, pero ¿algo que dura tanto es un
error?”. Quizá hablara de la
muerte.
Tommouhi no conoce a
Manuel Borraz. Nunca se han visto. Tal vez sepa algo de él
por sus abogados. Tal
vez ni eso. Borraz tiene 43 años y es ingeniero. Vive en
L’Hospitalet y trabaja
en un pequeño taller familiar. No pertenece a nada. Es
magnífico. A ningún
colectivo con propósitos humanitarios. Incluso debe de ser
uno de los pocos
barceloneses que no están alistados en la
Asociación Protectora de Toros Psíquicos.
Tal vez vaya al Fòrum, a verlo, algún domingo por
la mañana. Nunca le interesó
particularmente el periodismo de sucesos ni las cuestiones judiciales.
Sólo es
que se fijó en los periódicos. Un día.
A la una menos veinte. Un hombre sobre
otro hombre. Por nada. Por hombre. Borraz empezó a enviar
cartas a ministros,
fiscales, concejales, periódicos. En 2002
construyó la web sobre el caso
www.geocities.com/eva_bobrow/Tommouhi.html, un claro, conciso y
emocionante
ejercicio de solidaridad.
Ya he dicho que Mounib
murió en prisión. Ahmed Tommouhi
obtendrá este año el tercer grado y
podrá
salir. Llegará antes el tercer grado que el indulto. Han
pasado 13 años. No hay
pruebas de que violara a nadie. Hay pruebas (milagrosamente obtenidas)
de que
no violó a una de las víctimas por cuya
agresión fue condenado. Trece años en
la cárceL Lo peor no es el error judicial. Lo peor es la
burocracia indigna. El
desprecio que atesora. Tommouhi dice que rechazará cualquier
indulto. Se
comprende. Una cosa es morir y otra ser violado.
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En
espera d'un final més digne
Dos
homes van ser
empresonats fa tretze anys per violacions que mai no van
reconèixer
CARME LÓPEZ . Barcelona
Avui
fa quatre anys que va morir a la presó Abderrazak Mounib. Hi
va ingressar
el 1991, acusat d'una onada de violacions amb la suposada complicitat
d'Ahmed
Tommouhi. Tots dos van ser jutjats i condemnats amb les rodes de
reconeixement
com a proves úniques. Anys després, les
agressions es van repetir i es va
detenir un home que s'assembla extraordinàriament a
Tommouhi. Però ell continua
a la presó mentre els seus advocats intenten que es
reconegui a Europa l'error
judicial.
Abderrazak Mounib va morir nou anys després de ser
detingut i acusat, juntament
amb Ahmed Tommouhi, d'una sèrie de violacions comeses el
1991. Van ser
condemnats a més de cent anys de presó i
només sis anys després de ser privats
de llibertat, el Tribunal Suprem va reconèixer parcialment
l'error, i els va
absoldre d'alguns dels delictes pels quals havien estat jutjats.
Mentrestant,
s'havia detingut un home que s'assembla molt a Tommouhi, Antonio
Carbonell, com
a autor d'una altra sèrie d'agressions comeses el 1995,
idèntiques a les del
1991. I un informe de la Guàrdia Civil havia demostrat que
el cotxe amb què Mounib
i Tommouhi haurien comès les agressions va estar implicat en
altres fets
delictius dies després que els acusats haguessin ingressat a
la presó. «Amb
data posterior a la detenció de tots dos, una persona de
característiques físiques
similars a un dels autors dels fets va intentar recollir el
vehicle», recull
l'informe. En aquella ocasió, algú que podria
haver estat Carbonell va fugir.
Mentrestant, Mounib, que insistia en la seva innocència a
través dels mitjans
de comunicació, encara havia de complir condemna per la
resta de les violacions
per les quals havia estat inculpat en unes rodes de reconeixement
qüestionades
per un dels guàrdies civils que van elaborar l'informe
exculpatori. En el
mateix cas es trobava Tommouhi. La situació va portar el
fiscal en cap del
Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, Josep Maria
Mena, a demanar el 1999
un indult parcial al Ministeri de Justícia, pels
«seriosos dubtes sobre
l'autoria dels fets» i «la raonable possibilitat de
la innocència dels
condemnats», que ja feia set anys que estaven
empresonats.
Cinc anys esperant
Era una
porta oberta que els condemnats no acceptaven perquè
mantenien la seva innocència.
No obstant això, per a Mounib no va arribar a temps.
Tommouhi, mentrestant,
continua esperant resposta, cinc anys després.
«És inadmissible que
l'administració tingui una perso na durant tant de temps
dient-li que podria
ser indultat», opina Jordi Pedret, diputat del PSC al
Congrés, que durant la
legislatura passada va instar el govern del PP a informar d'aquesta
qüestió.
Per Pedret, el silenci «és
impresentable» i es deu al fet que «es diu
Tommouhi,
i no López». Tommouhi, en règim
penitenciari de segon grau, podria obtenir el
tercer grau aviat, una solució a què
també es nega, segons el seu advocat, Pedro
Pardo. «Ara està bastant desmoralitzat»,
opina el lletrat, que recorda que fa
anys el seu client estava convençut que
«Al·là l'ajudaria a demostrar que tot
havia estat una confusió». De moment, el cas
és a les mans del Tribunal Europeu
de Drets Humans d'Estrasburg, davant el qual es va presentar una
demanda el
2002, amb l'informe de la Guàrdia Civil i almenys quinze
interrogants sobre la
seva culpabilitat. La llibertat més digna arribaria, doncs,
pel camí més llarg.
Quan fa quatre anys de la mort de Mounib, Tommouhi encara
està esperant que el
tribunal europeu digui si admet el cas.
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[ LA VANGUARDIA, 22/11/2004 ]
Condenado
por
moro
MANUEL TRALLERO
Al señor Ahmed Tommouhi le pasa lo que le pasa por
ser quien es. A otros no les
pasaría; a otros, sus familiares ya hubieran sido recibidos
por el presidente
de la Generalitat, como el señor Pujol recibió a
los padres del español que
estaba en el corredor de la muerte en Miami. El señor Ahmed
Tommouhi tiene la
desgracia de ser marroquí, de ser pobre y por ello lleva
trece años en prisión,
los que llevaría el señor Abderrazak Mounib si no
hubiera fallecido por un
infarto.
Ambos fueron condenados por delitos de violación.
La Guardia Civil reconoció en
un informe la posibilidad de que se tratase de un error. Y al
practicarse una
prueba de ADN se confirmó que el verdadero culpable
-español- tenía un
extraordinario parecido físico. El fiscal del Tribunal
Superior de Justícia de
Catalunya solicitó el indulto. El Tribunal Supremo
negó la revisión del juicio
pero pidió el indulto, y el Defensor del Pueblo
también. El anterior gobierno
no hizo nada al respecto, y el actual ha incluido el tema entre las cuestiones
urgentes. Y él continúa
pudriéndose en la cárcel, muriéndose
en vida.
Estamos hartos, dolorosamente hartos de ver sentencias
absolutorias de violación
basadas en motivos tan peregrinos como que la víctima
llevaba la falda corta,
la penetración no fue consumada o no se opuso la resistencia
debida. Y en este
caso en que hay informes, pruebas de ADN, parecidos físicos
sospechosamente
iguales, no pasa nada. No somos racistas, simplemente lo parecemos,
cualquier
otro en sus mismas circunstancias estaría ya en la calle,
él no. Es moro y está
en la cárcel por simple y puro racismo. El resto son
monsergas, y lo peor del
caso es que todos, absolutamente todos lo sabemos.
Primero España tenía malas relaciones
con Marruecos, después pasó el 11-S y el
11-M y ahora un violador con permiso penitenciario asesina
sádicamente a dos
policías, provocando la natural alarma social.
¿Tiene de ello alguna culpa el
señor Ahmed Tommouhi? Obviamente ninguna, pero es una
víctima más de la
criminalización del árabe, del
musulmán. Los señores Albertos
continúan
tranquilamente mientras tanto yendo de cacerías, el
señor Roldán está en la
calle como el general Galindo. Simple justicia, se aplican las normas,
los
preceptos, con imparcialidad. Lo que pasa es que siempre pagan los
mismos. ¿Nadie
piensa hacer nada?, ¿es que acaso esperan que
también se muera como el señor
Abderrazak Mounib y resolver así el problema? ¿A
esto le llama justicia?
¡Por el amor de Dios, hagan algo, pero
háganlo ya!
mtrdar@terra.es
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REPORTAJE
Los
5.000 días
de un presunto culpable
Un
marroquí cumple 14 años en prisión y
lleva seis esperando que el
Gobierno resuelva la petición de indulto del fiscal
PERE
RÍOS - Barcelona
Ahmed Tommouhi, en la cárcel
barcelonesa de Brians. (P. R.)
Ahmed Tommouhi tiene 54 años y lleva casi 14 en la
cárcel por varios delitos de
violación que siempre ha negado. Es lo que suelen hacer
prácticamente todos los
violadores, pero su caso es muy distinto. Una de esas penas fue anulada
en 1998
por el Tribunal Supremo después de que el ADN revelase que
no fue él quien
cometió la violación, sino Antonio
García Carbonell, un violador múltiple y
confeso que cumple 228 años de condena con el mismo modus
operandi que el atribuido
a Tommouhi. Pero es que, además, el marroquí
tiene un enorme parecido con el
español y se da la circunstancia de que la única
prueba de cargo que hubo en
los juicios contra Tommouhi fue el reconocimiento de las
víctimas.
Por todo eso, el fiscal jefe de Cataluña,
José María Mena, solicitó el 30 de
abril de 1999 que el Gobierno indultase a Tommouhi y a Abderrazak
Mounib,
condenado por los mismos hechos. "Nos queda la duda en conciencia",
dijo en su día Mena. Han pasado más de seis
años de la petición de gracia y ni
la resolvió el Gobierno del PP ni la ha resuelto
todavía el del PSOE, pese a
los numerosos requerimientos desde diversos sectores.
El Defensor del Pueblo lleva más de dos
años pidiendo al Ministerio de Justicia
que resuelva la petición, al igual que SOS Racismo.
También diversos
parlamentarios han interrogado al Gobierno sobre el caso. La respuesta
ministerial ha sido la misma que cuando pregunta el periodista. "El
caso
está en trámite. No puede haber ningún
pronunciamiento público sobre el
tema", asegura un portavoz de Justicia.
Mounib murió en prisión a principios de
2000 esperando. Tommouhi sufrió un
infarto hace meses y estuvo tres semanas hospitalizado. El
próximo 20 de julio
cumplirá 5.000 días en prisión. Desde
primeros de marzo podría estar en
libertad condicional, pero si sigue entre rejas es por su
convencimiento
personal de que es inocente. Hace años que Tommouhi
podría haber empezado a
tener permisos, lo que unido a un programa de tratamiento en la
prisión le
hubiera llevado al régimen abierto. Y de ahí a la
libertad. Pero siempre se ha
negado a acogerse a esos beneficios. "Si no soy culpable, no tengo
derecho
a permisos. Sólo tengo derecho a la libertad", asegura este
hombre afable
en una conversación mantenida con EL PAÍS el
pasado día 13 en la cárcel
barcelonesa de Brians.
Son poco más de las 15.30 y el calor
húmedo de Barcelona es agobiante, incluso
a la sombra. Tommouhi acude a la entrevista con una botella de litro y
medio de
agua bien fría, varios zumos que acaba de comprar en el
economato y unos vasos
de plástico que le facilitan la metáfora sobre su
situación. "Tengo cuatro
vasos y quito uno porque digo que no es verdad, pero quedan tres
iguales al
otro. ¿Por qué uno va fuera y los otros siguen en
el mismo sitio?", se
pregunta.
Fue condenado por cuatro tribunales de Barcelona y Tarragona
por delitos de
violación. "Si en un caso se ha podido demostrar que no fui
yo, ¿por qué
en los otros no?". Tommouhi es un hombre sencillo, no sabe leer ni
escribir y no comprende ciertos razonamientos jurídicos ni
las estrecheces del
sistema penal una vez se dicta sentencia. La última
oportunidad legal se agotó
hace un año, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
inadmitió una
demanda para revisar su caso.
"No quieren saber la verdad. No les interesa. Me condenaron
porque
emplearon el poder, no la justicia", relata este hombre corpulento que
no
puede evitar que se le humedezcan los ojos. "Me han estropeado el
futuro,
la juventud, la vida". Si el Gobierno no le indulta no
saldrá de prisión
hasta julio de 2009. Es decir, le quedan todavía cuatro
años entre rejas.
"Ellos me buscaron la cárcel, que me busquen ahora
la libertad",
dice. Y no puede evitar decir que si no fuese marroquí no
estaría entre rejas.
"Soy un pobre inmigrante, un moro como se dice aquí, que
vino a buscar
trabajo y encontró injusticia".
Tommouhi recibe a menudo la visita de su hermano, de su hijo
y de su hija, que
ya le ha hecho abuelo. No quiere ni pensar qué
hará cuando salga de la cárcel
un día u otro. Al final de la entrevista tampoco puede
evitar entregar una
carta escrita con ordenador que le ha redactado su compañero
de celda en la que
recuerda que él no ha pedido el indulto para recuperar "una
libertad que
no mereció perder".
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El
PSOE pedía clemencia cuando era oposición
P.R. - Barcelona
Cuando el PSOE estaba en la oposición,
mantenía una postura muy distinta a la
que defiende ahora, en el Gobierno, en relación con el
indulto de Ahmed
Tommouhi. El 23 de julio de 2003, el diputado socialista Jordi Pedret
formuló
dos preguntas al Gobierno requiriéndole sobre "las razones
que justifican
la tardanza en la respuesta" a la petición de indulto de la
fiscalía.
En esa pregunta, Pedret interrogaba muy directamente sobre si
"tiene el
Gobierno la intención de resolver en un plazo inmediato
dicha solicitud de
indulto". El diputado socialista argumentaba que "no se alcanza a
comprender la tardanza que se está produciendo en el
presente caso de tramitación
del indulto" en el que el condenado "se ha proclamado siempre como
totalmente inocente" y la solicitud de gracia cuenta con el
"distinguido aval" de la fiscalía.
Pedret añadía en sus preguntas
parlamentarias: "Si la tardanza en la
Administración de justicia es un mal en sí, y
difícilmente reparable, la
tardanza en responder a una petición de gracia participa,
sin duda, de tal carácter".
La respuesta del Gobierno fue que el caso se estaba estudiando y que
seguía su
trámite administrativo.
Ahora, con el PSOE en el Gobierno, es el diputado
ecosocialista Joan Herrera,
de Izquierda Verde, quien ha preguntado al Ejecutivo sobre la
situación de
Tommouhi, que, a su juicio, "se está convirtiendo en
insostenible, ya que
continúa encarcelado". Herrera alude, como hiciera Pedret en
su día, a que
la petición de gracia la formuló el propio fiscal
Mena y asegura que la medida
de gracia es la "única vía procesalmente posible
para deshacer la insólita
situación que sufre el afectado". Según este
diputado, "es inaudito
que el Gobierno todavía no haya adoptado una
decisión al respecto".
La respuesta a la pregunta ha sido muy similar a la que en su
día ofreció el
Gobierno del Partido Popular. "En estos momentos, el asunto
está siendo
estudiado, y se espera que pueda ser resuelto en el plazo
más breve posible,
teniendo en cuenta las complejas circunstancias derivadas de la
gravedad de los
hechos y de los diversos delitos por los que ha sido condenado".
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[
EL PAÍS (Cataluña), 18/07/2005 ]
LA
CRÓNICA
La
política
ARCADI ESPADA
La pregunta es de qué sirve la política
si no puede sacar de la cárcel a un hombre
que ha pasado allí, injustamente, 4.998 días. La
historia de Ahmed Tommouhi.
Hace más de 13 años fue acusado de varias
violaciones. Las tremendas
irregularidades de la investigación y una prueba de ADN
llevaron a la Fiscalía
de Barcelona a solicitar el indulto en abril de 1999. Un año
después, el
Tribunal Supremo instaba a lo mismo. De la actitud de las instancias
judiciales
se desprende la molesta evidencia de haber condenado a un inocente.
Cualquier
interesado en tener la misma sensación puede acudir a la web
http://www.geocities.com/eva_bobrow/ Tommouhi.html que
levantó hace años Manuel
Borraz, ciudadano ejemplar. Allí destacan dos hombres
atrapados por el azar.
Uno de ellos, Mounib, murió en la cárcel.
Tommouhi, el superviviente, ha
superado ya un infarto: gente que sabe de su vida asegura que pasa los
días
pegado a la radio y a las noticias, como un insecto en la ventana. Al
igual que
muchas de las más nobles actividades humanas, la
política tiene por objeto la
vigilancia del azar. Se trata de impedir, hasta donde sea posible, que
el azar
gobierne la vida. El azar encarceló a Tommouhi. A cualquiera
podría pasarle,
aunque es evidente que hay grupos de riesgo, como los temporeros y los
magrebíes.
No afecta a todos por igual: no hay que ser alarmistas.
¿Qué ha hecho hasta
ahora la política española para combatir las
indeseables circunstancias del
azar? Está escrito y basta observarlo.
En el invierno de 2003 gobernaba el Partido Popular en
España. El diputado
socialista Jordi Pedret lo había interpelado
públicamente sobre el caso
Tommouhi. Esta fue la respuesta del Gobierno, con fecha 30 de
diciembre:
"El Consejo de Ministros, a quien compete su resolución,
tiene previsto
resolver este asunto en el plazo más breve posible,
atendiendo a la dificultad
del caso, ya que existen varios delitos cometidos por D. Ahmed
Tommouhi, todos
ellos de suma gravedad, para los que está siendo tramitado
expediente de
indulto y requieren de un análisis y estudio detallado".
La pasada primavera gobernaba en España el partido
socialista. El diputado Joan
Herrera, de Iniciativa, recibió el pasado 16 de junio esta
respuesta del
Gobierno: "En cuanto a si tiene intención el Gobierno de
adoptar una
decisión respecto a la petición de indulto en
favor del Sr. Tommouhi, en estos momentos,
el asunto está siendo estudiado, y se espera que pueda ser
resuelto en el plazo
más breve posible, teniendo en cuenta las complejas
circunstancias derivadas de
la gravedad de los hechos y de los diversos delitos por los que ha sido
condenado".
Los hechos son graves. Complejos. Deben ser estudiados. "En
el plazo más
breve posible". La coincidencia en el sarcasmo es absolutamente
textual.
"... el plazo más breve posible": seis años
después de la petición de
indulto formulada por el fiscal José María Mena.
Cuando se examina la actitud del propio encarcelado, la
conducta de la política
es aún más dura de asumir. Tommouhi dijo siempre
que rechazaría el indulto, y
volvió a repetirlo cuando en el año 2000 el
Tribunal Supremo se negó a reabrir
su caso, solicitando, sin embargo, que otros (defensores, jueces,
fiscales)
tomaran la iniciativa de liberarle. Esa decisión del Supremo
es puramente antológica.
Así la contaba en su día la agencia Europa Press:
"El Tribunal Supremo ha
desestimado la petición de revisar las tres condenas de
Ahmed T., a pesar de
reconocer que existen datos que pueden llevar a una 'duda razonable'. A
cambio,
el Supremo insta al abogado de T., la Fiscalía y los
tribunales que les
condenaron a solicitar el indulto". La nota de la agencia era exacta.
El
Supremo hablaba textualmente de "dudas razonables" en las pruebas que
los condenaron. Hay que descomponer el sintagma para verlo bien.
"Dudas" y "razonables". Y, sobre todo, era exacto el
"a cambio". La decisión del alto tribunal supuso para
Tommouhi la
certeza de que iba a seguir en la cárcel hasta el
año 2009. Si no moría antes,
claro está. En ese año acabará de
cumplir su pena. Después de más de 17
años.
Es probable que la política se acoja a un cierto
cinismo para justificar su
desidia intolerable. "Tampoco iba a aceptar el indulto, el
condenado", quizá se diga, cuando debía ser,
precisamente, esa actitud
moral la que más debía urgirle en el cumplimiento
de sus obligaciones. Nótese
otro detalle en absoluto menor: Tommouhi no pide nada; acaso memoria,
aunque no
se la pide al Gobierno. Pero los ciudadanos sí piden,
respetuosamente, al
Gobierno que resuelva. Ni siquiera su asentimiento al indulto, que
resuelva. Es
completamente inquietante la manera en que Tommouhi fue condenado. Un
punto
menos, sin embargo, que la inhibición de la
política. La gente entiende los
errores judiciales, pero es especialmente sensible para advertir
cuándo la
desidia acaba convirtiéndose en una forma terrible de
prevaricación.
Pasado mañana cumplirá 5.000
días de cárcel. Ahora el sintagma no se entiende
ni siquiera desmenuzándolo. No hay mirada que sostenga en
pie esos días. Al
caer la tarde del miércoles, su familia, sus amigos y sus
implicados lo
recordarán en la plaza de l'Era del Pedró de
Martorell, adonde tenía que haber
vuelto.
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REPORTAJE / ERRORES JUDICIALES
Francisco Javier G. R. ha sido absuelto por el Tribunal Supremo tras pasar más de cinco años en prisión condenado por haber agredido sexualmente a un niño de nueve años, un delito que no cometió. Numerosas condenas a inocentes se deben a reconocimientos erróneos que hacen víctimas o testigos. El Supremo y el Constitucional consideran que estos testimonios pueden ser suficientes para condenar. En España no hay estadísticas de identificaciones equivocadas, pero en EE.UU., el 80% de las condenas a inocentes se deben a errores relacionados con ellas. Algunos condenados, como dos hombres acusados de violación en Barcelona en 1994, son absueltos años después gracias a las pruebas de ADN.
Inocentes en la cárcel
Numerosas
condenas
se basan en reconocimientos erróneos que hacen algunas
víctimas y testigos
MÓNICA C. BELAZA / BRAULIO GARCÍA
JAÉN - Madrid
Pasó casi seis años en
prisión por un delito que no había cometido.
Ahora sólo
quiere encontrar trabajo y "olvidar lo antes posible todo lo ocurrido
durante los últimos años", relata conmocionado
Francisco Javier G. R. Fue
detenido en 1999 y condenado por la Audiencia Provincial de
Cádiz a 12 años de
cárcel por la violación de un niño de
nueve. El menor le había identificado
cuatro veces "de forma inmediata, sin la menor duda". Se
equivocó. El
Tribunal Supremo lo absolvió el pasado junio, tras aparecer
nuevas pruebas que
demostraban que estaba trabajando en su tienda de
informática cuando ocurrieron
los hechos.
En
Cataluña, Ahmed Tommouhi y
Abdelrrazak Mounib fueron condenados a 51 años de
cárcel por la violación
repetida de una mujer en Olesa de Montserrat (Barcelona) en 1991. El
verdadero
agresor fue detenido cuatro años más tarde y el
Supremo los declaró inocentes
en 1997, gracias a pruebas de ADN. José Manuel R. D.,
abogado gallego, fue
condenado a nueve años de cárcel en 1999 por dos
atracos a bancos y detenido
por otros 13. En 2003 apareció el verdadero atracador.
En
todas estas condenas hay un
elemento común: la única prueba de cargo fue la
declaración de las víctimas
(testigos en el caso del abogado gallego), que rotundamente
identificaron a
personas inocentes como autores de los delitos. El Tribunal Supremo y
el
Constitucional consideran que el testimonio de una víctima o
testigo puede ser
prueba suficiente para condenar. Y lo que más valoran es la
seguridad con la
que se reconoce al acusado.
Este
criterio es rechazado por la
llamada psicología del testimonio. Los expertos coinciden en
que, a lo largo de
los procedimientos de identificación, las
víctimas muchas veces ponen la cara
del sospechoso al recuerdo borroso que tienen del agresor.
¿Cómo llega una víctima
o testigo a reconocer, con total seguridad, a una persona inocente como
culpable? La catedrática de Psicología de la
Universidad Autónoma de Madrid
Margarita Diges y el profesor de la Universidad de Elche
José J. Mira indican
en un artículo que en las identificaciones
erróneas influyen múltiples
factores: el tiempo pasado entre delito y reconocimiento, la edad y
sexo de víctima
y agresor, los prejuicios y el tipo de agresión. Afirman que
no hay relación
entre la seguridad de la víctima al identificar y la
exactitud del recuerdo.
Frente
a la creencia común de que
las víctimas de un delito graban en su memoria todo lo
ocurrido, en realidad la
angustia y el estrés hacen muy difícil que tengan
la "objetividad
necesaria para registrar los detalles del delito y de su autor", afirma
el
magistrado del Tribunal Supremo Perfecto Andrés
Ibáñez.
Diges
y Mira señalan que los
sistemas de identificación de la policía y los
jueces pueden influir en los
testigos y crearles falsos recuerdos. Al cometerse un delito,
normalmente víctimas
y testigos van a comisaría para hacer la denuncia y una
primera declaración en
la que describen al autor. La policía les enseña
álbumes de fotos de
sospechosos, en los que sólo debe haber personas que hayan
cometido delitos de
iguales características. Si identifican a alguien, se suele
realizar una rueda
de reconocimiento en la que, con el sospechoso, tiene que haber
personas de
características físicas similares.
Este
protocolo de actuación no
siempre se cumple. Francisco Javier G. R. no había sido
nunca detenido ni
condenado por un delito contra la libertad sexual y, pese a ello, su
foto fue
mostrada por la policía a un niño violado. Y un
fiscal de Murcia cuenta, atónito,
que hace una semana presenció una rueda de reconocimiento en
la que el
sospechoso, negro, estaba acompañado sólo por
blancos.
No
es raro que el juez ordene
repetir una rueda para ver si el testigo se ratifica, lo que,
según el
magistrado Andrés Ibáñez, no tiene
sentido. "Una primera identificación
equivocada sirve para que luego el testigo identifique al sospechoso
sólo
porque le suena de la primera rueda", explica.
La
mayoría de los jueces suele considerar
que las irregularidades de la investigación policial se
solventan con la
ratificación de los testigos en el juicio, ya que se
entiende que "frente
al tribunal se dan todas las garantías", indica Vicente
Guzmán Fluja,
catedrático de Derecho Procesal de la Universidad Pablo de
Olavide. Los psicólogos
consultados aseguran que la certeza de un testigo en el juicio no es
relevante
si las identificaciones previas han sido irregulares.
Los
jueces plantean que es difícil
no hacer caso a la víctima cuando su declaración
es la única prueba. El
magistrado Perfecto Andrés Ibáñez
indica, sin embargo, que hay pocos casos
"puros" en los que sólo esté la palabra de la
víctima contra la del
acusado. Casi siempre hay otras pruebas, aunque a veces "no son tomadas
en
consideración porque en España los tribunales
motivan poco las
sentencias", señala. Cuando se analizan "rigurosamente"
todas
las pruebas aparecidas a lo largo del procedimiento, "a veces se llega
a
la conclusión de que no se puede condenar". Y si realmente
no hay más
pruebas, "en un Estado de Derecho debería primar la
presunción de
inocencia del acusado", concluye.
En el caso de Francisco Javier G. R., ninguna prueba objetiva
corroboró la
declaración de la víctima. Y había
pruebas a favor. Una empleada de la academia
de Francisco Javier había asegurado haber hablado con
él, en persona, a la hora
en que ocurrieron los hechos, pero en la sentencia ni siquiera se hace
referencia a ese testimonio. Sólo por el empeño
de su mujer, que consiguió dos
testigos que probaron su inocencia dos años
después de la condena, ha salido de
la cárcel.
¿Cómo repara el Estado a las víctimas
de errores? Con indemnizacione que
dependen de las circunstancias. No hay tablas. Los criterios que maneja
el
Supremo para la cuantía son el tiempo de
privación de libertad, la edad, salud,
el delito, la huella que haya dejado la cárcel en la
personalidad. Por un año
de prisión preventiva, el Supremo otorgó a un
chico de 21 años una indemnización
de 20 millones de pesetas en 1999.
En
España no hay estadísticas sobre
identificaciones erróneas, pero en EE UU las cifras
señalan que son causa del
80% de las condenas a inocentes, según el presidente de la
Asociación Americana
de Psicología Legal, Gary L. Wells. El miércoles
pasado, Luis Díaz, de 67 años
y origen cubano, fue excarcelado en Miami tras 26 años en
prisión por
violaciones que no había cometido. La única
prueba en su contra: ocho víctimas
le habían identificado, sin dudar, como su agresor.
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161 excarcelados en EE UU gracias a pruebas de ADN
M. C. B / B. G. J., Madrid
Con Luis Díaz, excarcelado después de que el ADN demostrara que no era el autor de las violaciones por las que cumplía condena desde 1979, son 161 los inocentes que han salido de la cárcel en EE UU gracias a estas pruebas.
El abogado de Díaz, Barry Scheck, es uno de los letrados que fundó en 1992 Proyecto Inocencia, una ONG neoyorquina, dedicada en exclusiva a la excarcelación de inocentes. Muchos de ellos esperan en el corredor de la muerte a que se revise su caso.
Las pruebas de ADN, que empezaron a utilizarse en este país en 1986, no sólo han sacado de la cárcel a inocentes, sino que están evitando que muchos sean condenados injustamente. El FBI ha retirado en los últimos años cargos contra 2.000 personas en casos en los que las pruebas de ADN desmentían las identificaciones realizadas por testigos. De no haberse practicado esta prueba, esas 2.000 personas podrían haber sido condenadas.
Además del trabajo legal, Proyecto Inocencia se ha ocupado de estudiar los factores que inciden en los errores judiciales. En 61 de las primeras 70 excarcelaciones se habían producido errores en la identificación por parte de testigos o víctimas del delito. Otras causas frecuentes son la utilización de métodos forenses de baja calidad, que en ocasiones incluso provocan que se pierdan las pruebas biológicas; abogados defensores despreocupados, malas prácticas en la investigación policial o en el procedimiento judicial; prejuicios raciales de los jueces y jurados.
El éxito de Proyecto Inocencia está cuestionando el sistema judicial norteamericano. Los estudiantes de Derecho que colaboran con la organización están examinando más de 200 casos de reclusos que han pedido que les representen, y otras 4.000 solicitudes están pendientes de analizar.
En 2002, el entonces gobernador de Illinois, George Ryan, impresionado por el elevado número de condenas a inocentes, conmutó 174 sentencias de muerte por cadenas perpetuas. Y cuatro estados norteamericanos han creado Comisiones de Inocencia, que investigan cada error judicial para determinar qué ha fallado e intentar evitar que se repita.
Sólo el 20% de los casos penales graves en Estados Unidos cuentan con ADN u otras pruebas científicas, por lo que Proyecto Inocencia plantea la necesidad de poner en marcha inmediatamente algunas medidas para evitar que más inocentes entren en prisión: nuevas técnicas de identificación de testigos oculares que garanticen que éstos no se vean influidos por la policía en los reconocimientos; controles de los laboratorios en la conservación de las pruebas y normas que garanticen la calidad de los abogados de oficio.
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A la espera de un indulto
Ahmed
Tommouhi
lleva 13 años en la cárcel por condenas dudosas
M. C. B. / B. G. J. - Madrid
Los
marroquíes Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib fueron
acusados de haber
violado a varias mujeres en 1991. Hubo cinco procedimientos judiciales
contra
ellos entre 1992 y 1994. En todos, las identificaciones realizadas por
las víctimas
fueron las únicas pruebas de cargo. En uno fueron absueltos
porque la sangre
analizada no era de Mounib ni de Tommouhi. Las víctimas, sin
embargo, los habían
identificado.En los otros cuatro casos fueron condenados.
Una
de estas condenas, al menos, fue
errónea. Eran inocentes. En ese proceso, en 1994,
aparecieron restos de semen,
pero no los suficientes para poder ser analizados. Los avances
científicos
permitieron, sin embargo, resultados en 1996: el ADN
demostró que eran
inocentes y que el violador era otro, Antonio García
Carbonell, muy parecido físicamente
a Tommouhi. El Supremo los absolvió en 1997. La
víctima había errado al
reconocerlos.
Tommouhi
sigue en la cárcel por las
otras tres condenas. Mounib murió en 2000 en
prisión. El fiscal jefe de Cataluña,
José María Mena, pidió el indulto para
ambos en 1999, por las "serias
dudas" que albergaba sobre las condenas pendientes, pero el Gobierno
lleva
seis años sin resolver el expediente. Tommouhi no ha
solicitado indulto:
"Es para los culpables, y yo soy inocente", afirma. Su abogado
denuncia las múltiples irregularidades que han salpicado el
caso:
-
En uno de los procedimientos, la
policía encontró muestras de sangre que
resultaron no ser ni de Tommouhi ni de
Mounib, pero el tribunal las desestimó porque se
habían tomado sin mandato
judicial.
-
Todas las violaciones fueron de
noche y a veces los agresores alumbraron a las víctimas a la
cara, con
linternas. La descripción que hacen de los violadores
varía: a casi todas les
parecieron magrebíes, aunque dos hablaron de "aspecto
agitanado".
Para una, "hablaban muy bien castellano"; para otra, "con acento
suramericano"; hubo quienes sólo oyeron
"español", y otras, sólo
"árabe", según un informe de la Guardia Civil.
-
El agente Reyes Benítez, presente
el primer día que las víctimas reconocieron a
Tommouhi, vio cómo pasó esposado
por delante de los testigos antes de la rueda de reconocimiento, lo que
pudo
condicionar la identificación. Ese día todos le
señalaron como agresor.
-
El coche que más usaron los
violadores fue localizado cuando Mounib y Tommouhi estaban encerrados.
El
conductor huyó y en el maletero aparecieron un arma, un bate
y linternas como
los descritos por las víctimas. Nunca se tomaron huellas ni
muestras.
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El falso atracador de bancos
Un abogado gallego fue confundido durante seis años con un ladrón
M. C. B. / B. G. J., Madrid
”Sabemos que eres tú, lo que pasa es que eres muy inteligente”, le dijo un guardia civil a José Manuel R. D. cuando éste le aseguraba que no era el atracador de bancos que estaban buscando.
La pesadilla de este abogado gallego empezó en mayo de 1997, cuando la Guardia Civil le detuvo por primera vez. Le acusaban de haber atracado dos bancos en Noia (A Coruña) y uno en Forcarei (Pontevedra). Fue juzgado sólo por los dos atracos de Noia (para el otro tenía coartada) y condenado en 1999 a nueve años de prisión. Varios testigos le habían identificado como autor del delito.
El día en que se cometió uno de los robos, él estaba con su mujer. Para el segundo, presentó en el juicio nueve testigos que declararon que se encontraba en Orense cuando ocurrieron los hechos, pero el juez decidió condenarle a pesar de todo. Recurrió la sentencia y no llegó a entrar en la cárcel.
Durante los siguientes seis años, fue detenido en diversas ocasiones, acusado de atracar hasta 15 bancos por toda Galicia. Más de veinte testigos le reconocieron. Al darse cuenta de que probablemente se parecía mucho al verdadero atracador, empezó a idear estrategias para tener testigos de todo lo que hacía. ”Apuntaba con quién y dónde pasaba cada hora del día”, relata José Manuel. Para tener pruebas de que estaba en Orense y no le pudieran acusar de estar atracando bancos en otras partes de Galicia, ”iba dos veces al día al notario, a primera hora de la mañana y al mediodía, que era cuando el atracador solía actuar”, explica. Acumuló l l8 actas notariales.
Pensó en ponerse un chip localizador en el cuerpo. Cuando se iba de vacaciones, avisaba a la policía de dónde iba a estar y dejaba teléfonos para que le encontraran. ”Incluso pedí a la Guardia Civil que me siguiera las 24 horas del día”, asegura. ”Les llegué a ofrecer una cama en mi casa y que pusieran cámaras. Sólo quería demostrar que no era yo el que robaba”. Pero los testigos de los atracos siempre le identificaban. Afortunadamente, con el registro tan exhaustivo que llevaba de sus movimientos, no pudieron volver a condenarle.
Finalmente, en 2003 detuvieron al verdadero atracador, que había pasado esos seis años jugando tranquilamente al golf. Al día siguiente, José Manuel fue absuelto de los dos atracos de Noia, los únicos por los que llegó a ser condenado, y su vida pudo volver a la normalidad.
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[ Revista CONTEXTOS (Escuela de Periodismo UAM / El País), 20/12/2005, pp. 18 y 19 ]
Condenado
por
la cara
Ahmed
Tommouhi fue sentenciado en Barcelona a 54 años de
cárcel por una violación de
1991. El ADN probó ocho años después
que era inocente. La víctima le había
confundido con el violador, casi idéntico. El Gobierno lleva
seis años sin
resolver su indulto por otras tres condenas,
“dudosas” según el fiscal jefe de
Cataluña.
B. GARCÍA JAÉN / M. C. BELAZA
Entre
abril y junio de 1995, cinco chicas fueron violadas delante de sus
novios en
parajes apartados de Barcelona y Tarragona, siempre por la noche. Los
atestados
policiales hablaban de dos hombres que golpeaban los cristales del
vehículo de
los amantes, abrían las puertas, los sacaban a golpes y, a
punta de pistola,
les robaban. La descripción de uno de ellos se
repetía: “De raza norteafricana,
grueso, con bastante barriga, papada, pelo corto, de unos 50
años, entradas
pronunciadas, sobre 1,60 de estatura”, declaró una
víctima de Castellbisbal
(Barcelona). Hablaban en una lengua que “parecía
árabe”. Cuatro chicas señalaron
como uno de los violadores a Ahmed Tommouhi, marroquí nacido
en 1951, cuando un
guardia civil les mostró su fotografía. Tommouhi,
sin embargo, llevaba años en
la cárcel de Can Brians: lo habían detenido en
noviembre de 1991.
La idea de mostrar a las víctimas de 1995 la foto de
Tommouhi, condenado por
cuatro violaciones muy parecidas cometidas en el otoño del
91, aun sabiendo que
estaba en la cárcel, se le ocurrió al guardia
civil Reyes Benítez tras detener
al que resultó ser el violador del 95, Antonio
García Carbonell. Sospechó que éste
era también el autor de las violaciones por las que
habían sido condenados
Tommouhi y Abderrazak Mounib, el otro marroquí encarcelado
por los mismos
hechos del 91. “En las fotos publicadas se parecen mucho,
pero es que en la que
llevaba Carbonell en el carnet de conducir eran
idénticos”, recuerda Benítez.
Esa
coincidencia desencadenó una nueva investigación
policial concluida en 1996. El
informe advertía de que en lugar de "árabe", lo
que tanto las víctimas
del 91 como las del 95 podían haber oído era
caló. García Carbonell es gitano,
de Sabadell, y habla esa lengua. La brutalidad de los ataques y la
oscuridad de
los lugares donde se cometieron podrían haber provocado que
las víctimas se
equivocaran al identificarlo, añadía. Nunca
apareció ninguna prueba que
inculpara a Tommouhi y Mounib, ni siquiera de que se conocieran,
remataba.
El Tribunal Supremo ordenó rastrear en 1997 si quedaban
restos de las
violaciones de 1991 y analizar el ADN. Sólo se recuperaron
muestras de una,
ocurrida en Olesa de Montserrat (Barcelona).
El resultado los absolvió: ni Ahmed Tommouhi, ni Abderrazak
Mounib, el otro
marroquí condenado por la misma ola de violaciones, eran los
autores, aunque la
chica violada no había tenido nunca “ninguna
duda” de que eran ellos, según la
primera sentencia. Las pruebas de ADN demostraron que los culpables de
esa
violación eran García Carbonell y un pariente
suyo muy cercano, nunca
localizado.
Tommouhi lleva 14 años preso por otras tres penas que pesan
sobre él por las
violaciones del 91, de las que no se recuperaron nuevos restos
biológicos.
Mounib murió en la cárcel en 2000, cumpliendo dos
condenas relativas a los
mismos hechos. Por las “dudas razonables” que
existen sobre su culpabilidad, el
fiscal jefe de Cataluña, José María
Mena, solicitó el indulto para ambos en
1999. El Gobierno español lleva seis años sin
resolverlo.
No fue
el único caso, sin embargo, en el que existieron pruebas de
ADN y sangre que
exculpaban a Tommouhi. También las hubo en el caso de dos
menores violadas en
Cornellà. Pero la sección 5ª de la
Audiencia de Barcelona las desestimó en su día
porque no constaba “la cualificación
científica o técnica” de los autores
del
informe. Aunque lo cierto es que los peritos pertenecían a
la Policía Científica.
“Me parece una barbaridad que se dude de la
cualificación de la policía. ¿Por
qué no se les pidió el
título?”, se pregunta Pere Ramells, abogado
defensor de
Tommouhi en ese caso.
La sentencia de Cornellà argumentaba además que
la recogida de muestras no la
había ordenado el juez de instrucción.
Éste, sin embargo, no sólo autorizó
los
análisis, sino que ordenó a la prisión
que remitiera “urgentemente” a la
Policía
Científica las extracciones de sangre de Tommouhi para
contrastarlas con los
restos de la ropa de una de las menores violadas. “El respeto
a las garantías
formales del procedimiento nunca puede perjudicar al reo”,
afirma el magistrado
José Antonio Martín Pallín, en su
despacho del Supremo. Ni la sangre de la
camisa ni el semen de la braga de la menor eran de Ahmed.
La defensa de Tommouhi anunció un recurso ante el Supremo,
pero los dos
abogados de oficio encargados nunca lo tramitaron. “Ni
siquiera me consultaron”,
se lamenta Ramells. La misma sección quinta de la Audiencia
de Barcelona se
pronunciaría luego a favor del indulto.
Ruedas de reconocimiento
Ahmed
Tommouhi envió en 1991 una carta a su familia, en Marruecos.
Les contaba que
estaba en la cárcel de Can Brians, pero que esperaba salir
pronto. No fue así.
Desde entonces se niega a reconocer nada de lo que le ha pasado.
No ha vuelto a hablar con su mujer, que sigue en Nador, viviendo con su
hija
mayor. “No quiero oírla llorar”,
escribió a su abogado. No ha aceptado ningún
beneficio penitenciario. No pide el indulto. Sólo quiere que
se reconozca su inocencia.
Hoy lleva 5.158 días en prisión. Si recibe una
nueva visita, habla de antes de
su detención como si se hubiera interrumpido el tiempo. El
tiempo, sin embargo,
pasa.
Sus padres han muerto sin volverlo a ver. Sus tres hijos han crecido
sin él, mantenidos
por su hermano Omar. “Apenas conozco a mi padre”,
lamenta su hijo, Khalid. Él y
su hermana pequeña, de 27 y 22 años
respectivamente, lo visitan desde hace
cuatro, los mismos que llevan viviendo en España. El
Ministerio de Justicia,
que declina comentar su caso, ha publicado este mes una carta al
director en un
diario nacional ofreciéndole el beneficio de trasladarse a
una prisión marroquí.
“¿Qué ha hecho mi padre para acabar en
una cárcel de Marruecos?”, se pregunta
Khalid en un café de Barcelona. En Nador, la casa que
empezó a levantar con sus
manos antes de venir a España, sigue sin terminarse.
Si el Gobierno no lo indulta antes, saldrá el 20 de octubre
de 2009.
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EL INDULTO, LA ÚNICA SALIDA LEGAL
El Tribunal Supremo absolvió en 1999 a Ahmed Tommouhi y
Abderrazak Mounib,
gracias a pruebas de ADN, de dos violaciones cometidas en Olesa de
Montserrat
por las que cumplían condena desde 1991. Pero ellos
siguieron en la cárcel por
otras violaciones de las que no se habían conservado restos
biológicos.
Basándose en el parecido físico entre Tommouhi y
García Carbonell y en dos
informes de la Guardia Civil que detallaban las irregularidades de la
investigación, Tommouhi y Mounib acudieron al
Tribunal Supremo para que
revisara el resto de sus condenas.
Sólo podían acogerse al recurso de
revisión, que, en España, presume la
culpabilidad del reo una vez que su condena es firme. De hecho,
sí que
existieron restos biológicos en otro caso, en el de dos
chicas violadas en
Cornellà. Pero como el tribunal las desestimó en
su día, el Supremo no las
puede volver a valorar una vez que la sentencia es firme.
A partir de ahí, el condenado tiene que demostrar su
inocencia. A falta de
nuevas pruebas, era imposible que Tommouhi y Mounib pudieran hacerlo y
no se
admitió la revisión. Aún
así, el fiscal habló de “dudas muy
fundadas” sobre su
culpabilidad.
Y el propio Supremo, tras decir que la letra de la ley le
impedía absolverlos,
recomendó el indulto.
Acudieron después al Constitucional y al Tribunal de
Derechos Humanos de
Estrasburgo, que no admitieron los recursos por un problema de
competencia. El único
camino que le queda ahora a Tommouhi —Mounib murió
de un infarto en la cárcel
en 2000— es el indulto, solicitado por el fiscal jefe de
Cataluña, José María Mena,
en 1999 y apoyado por el Tribunal Supremo y el Colegio de Abogados de
Barcelona.
Los tres plantean que las dudas sobre su culpabilidad aconsejan su
puesta en
libertad. El acusado no lo ha pedido, pues considera que el indulto es
para los
culpables y él es inocente.
El expediente de indulto lleva seis años sin resolverse. El
PSOE, estando en la
oposición, preguntó al Ejecutivo popular en el
Congreso sobre el porqué de la
demora. Ahora, en el Gobierno, no lo concede. El pasado julio, el
ministro de
Justicia, Juan Fernando López Aguilar, justificó
la posición de su Gobierno
debido a la “gravedad de los delitos” por los que
fue condenado Tommouhi.
Admitió que el expediente, cinco años y medio
después de la solicitud, no había
llegado al Consejo de Ministros. “El Gobierno es muy
riguroso”, explicó. Seis
meses después, sigue estudiándolo.
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