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HEMEROTECA

 

 

 

        Citas

 


"Ésta es una página muy negra de la justicia española y, tarde o temprano, el Estado deberá responder de la incompetencia de algunos de sus funcionarios"
     [ Jordi Claret, abogado de Ahmed Tommouhi –citado en EL PAÍS, 21/09/1999- ] 


”El tiempo que han pasado presos ya no se les puede restituir. Los años en que fueron considerados culpables tal vez se puedan considerar un error judicial. Pero cada uno de los días que siguen todavía en prisión es una injusticia imperdonable.
Los dos hombres siguen presos. Ya sabemos que no fueron ellos. Pero siguen en la cárcel y no pasa nada.”
     [ Suso Pérez –LA VANGUARDIA, 30/09/1999- ]


“Si el caso de la Villa Olímpica provocó alarma social en el juez y fiebre de trabajo a la delegación del Gobierno -a mí me preocupa mucho más como problema de educación que de orden público-, el caso de Mounib debería provocar pánico.
La duda que planea sobre Mounib y su compatriota, la falta de voluntad de la justicia por esclarecer la verdad, es una señal del peor mal que nos acecha: la idea de que no todos somos iguales, de que un hombre no siempre es un hombre.”
     [ Bru Rovira –LA VANGUARDIA, 29/04/2000- ]


“Hace días que estoy siguiendo con interés la noticia sobre los ciudadanos marroquíes encarcelados desde hace 8 años y la aparición de pruebas determinantes de su inocencia aportadas por la misma policía que los detuvo.
Este hecho me lleva a pensar que, o la administración de justicia no tiene previsto en su ordenamiento que pueda cometer un error y que este error debe ser reparado lo más rápidamente posible en todos los sentidos (moral, físico, económico...), o bien la administración de justicia no actúa con igual celeridad y equidad con todas las personas, sean o no ciudadanos de pleno derecho de este país.
En el primer supuesto, el legislador tendrá que prever medidas concretas de actuación si nuestro sistema judicial es incapaz de corregir sus propios errores. Mientras tanto, que la suerte nos impida caer por error en las manos de la justicia.
En el segundo, quizá estemos en una situación de clara discriminación y racismo aplicado desde uno de los poderes del Estado, el que tiene que garantizarnos a todos, sin discriminación, nuestros derechos y nuestra libertad.
Empiezo a sentir vergüenza de que se den estas situaciones en mi país y de que se ofrezca una solución como el indulto, en lugar de su inmediata excarcelación.”
     [ Antoni Bosch Castells -“Cartas de los lectores”, LA VANGUARDIA, 31/10/1999- ]

 

 

“Duele ya menos el error judicial que la desidia de los Gobiernos.”

     [ Félix Bayón –DIARIO DE SEVILLA (y otros), 20/07/2005- ]

 

 

 

        Artículos

 

 

Lo que sigue es una selección de artículos, no una recopilación de todo lo publicado en la prensa sobre el caso. Se pretende que sirva para complementar la información recogida en otras secciones de esta web, aportar datos de interés humano que también forman parte de la historia, así como recordar algunos de los artículos de opinión publicados.

Algunos de los textos  pueden contener errores de detalle, que son responsabilidad exclusiva de sus autores.

  

Listado de artículos reproducidos íntegramente más abajo:

   - "Llevo ocho años en prisión volviéndome loco y al fin puedo gritar mi inocencia"   (Domingo Marchena)
        
[ LA VANGUARDIA, 04/05/1999 ]
   - La familia del preso de la celda 127   (Domingo Marchena)
        [ LA VANGUARDIA, 09/05/1999 ]
   - Las familias de los marroquíes presos por error creen que los condenaron antes de juzgarlos   (Domingo Marchena)
       
[ LA VANGUARDIA, 04/10/1999 ]
   - ENTREVISTA a Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi, presos inocentes a la espera de la libertad   (Domingo Marchena)
       
[ LA VANGUARDIA, 05/11/1999 ]
   - Historia de un guardia con ángel   (Domingo Marchena)
      
[ LA VANGUARDIA, 07/11/1999 ]
   - Ocho años entre rejas esperando que los jueces rectifiquen   (Pere Ríos)
       
[ EL PAÍS (Cataluña), 16/02/2000 ]
   - Oración por Mounib  (Nacho de Orovio)
      
[ LA VANGUARDIA, 01/05/2000 ]
   - Los 'arola' y los 'mounib'  (Arcadi Espada)
       
[ EL PAÍS (Cataluña), 28/04/2000 ]
   - Un moro menos    (Manuel Trallero)
      
[ LA VANGUARDIA, 30/04/2000 ]

   - Fatal destino por un parecido    (Ildefonso Olmedo / Flora Sáez)

        [ EL MUNDO, 21/09/2003; suplemento CRÓNICA, nº 414 ]
   - Dos hombres   (Arcadi Espada)
        [ EL PAÍS (Cataluña), 13/04/2004 ]
   - En espera d'un final més digne  (Carme López)

        [ EL PUNT, 26/04/2004 ]
   - Condenado por moro (Manuel Trallero)
        [ LA VANGUARDIA, 22/11/2004 ]

   - Los 5.000 días de un presunto culpable   (Pere Ríos)
       
[ EL PAÍS, 18/07/2005 ]

   - La política  (Arcadi Espada)
       
[ EL PAÍS (Cataluña), 18/07/2005 ]

   - Inocentes en la cárcel / A la espera de un indulto   (Mónica C. Belaza / Braulio García Jaén)

        [ EL PAÍS, 08/08/2005 ]

   - Condenado por la cara (Braulio García Jaén / Mónica C. Belaza)

       [ Revista CONTEXTOS (Escuela de Periodismo UAM / El País),  20/12/2005 ]

 

                                                                         Más artículos >
                                                                         (posteriores a la puesta en libertad de Ahmed Tommouhi) 

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[ LA VANGUARDIA, 04/05/1999 ]


"Llevo ocho años en prisión volviéndome loco y al fin puedo gritar mi inocencia"

CIUDADANOS
Abderrazak Mounid, uno de los dos presos para quienes el fiscal pide el indulto, se siente víctima de un error judicial "que ya no remedia nadie"


DOMINGO MARCHENA

BARCELONA. - Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouch ingresaron hace ocho años en la cárcel, acusados de violación. Tenían tres sentencias firmes en su contra, aunque una de ellas fue anulada en 1997, en uno de los inusuales recursos extraordinarios de revisión de condena que se dan en España. Los análisis de ADN probaron que ellos no pudieron ser los agresores. Hoy, tanto tiempo después, el fiscal ha reconocido que también tiene grandes dudas de su culpabilidad en los otros dos casos, por lo que ha pedido el indulto para ellos. "Llevo ocho años en prisión. Ocho años volviéndome cada día un poco más loco y al fin puedo gritar mi inocencia. Ya lo gritaba antes, pero nadie me creía", explicó ayer por teléfono Abderrazak Mounid.

Celda 127, módulo MR 1 del penal de Brians.
Todavía hoy, y eso que aún no tiene fecha fija de salida, ni siquiera garantías de que le indulten, Mounib no sabe cómo pudieron condenarle. "Las víctimas decían que su violador medía 1,65. Yo, sin zapatos, mido 1,79. También dijeron que le mordí en el pecho a una de las chicas. ¡Por Dios! ¡Si cuando entré en la cárcel no tenía ni un diente! Sólo una muela del juicio. Me han puesto aquí la dentadura postiza."
Ni Mounib ni el otro condenado quieren oír hablar de indulto. "No queremos perdón. Queremos que nos dejen en la calle porque somos inocentes." Mounib nació en Fez y su compatriota, en Nador. "Las sentencias decían que actuábamos conjuntamente. Mire, nos conocimos cuando nos detuvieron y teníamos las mismas posibilidades de habernos cruzado que tienen de hacerlo un español de Cádiz y otro de Bilbao." Las únicas pruebas contra ambos fueron los reconocimientos de las víctimas, que pudieron obrar influidas por haber visto sus fotos en la prensa y por una irregular conducción de presos. "Cuando me llevaron a los juzgados, había varias chicas esperando a la puerta. Un guardia le dijo a otro: “Vamos a meterle por otro lado”. Su compañero replicó: “Adelante, moro hijoputa”, y me dio un empujón. Pasé por delante, esposado, de las mujeres que minutos después debían identificarme", explica el preso de la celda 127.
Ni en su casa ni en la del otro condenado apareció prueba incriminatoria alguna. En la vivienda del español Antonio García Carbonell, el hombre que cometió una de las violaciones que les imputaron a ellos, según probó el ADN, había tarjetas de crédito, joyas, un bate de béisbol... En casa de Mounib había cuatro hijos. El más pequeño tenía entonces tres años, y el mayor, 19. "A mi pequeño, a Mohamed, le han robado a su padre y eso no hay indulto que lo remedie. Él, su madre, su hermano y sus dos hermanas han sufrido tanto como yo. Lo suyo es un daño psicológico. Mohamed, espero que leas esto. Espero que cuando vuelvas al colegio ya puedas decir la verdad. Papá no está de viaje. Ni enfermo. Ni muerto. Papá está en la cárcel por algo que no hizo."

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[ LA VANGUARDIA, 09/05/1999 ]


La familia del preso de la celda 127

La tragedia de un hombre que ingresó en prisión en 1991 y de cuya culpabilidad duda ahora el fiscal

DOMINGO MARCHENA
Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouch tuvieron la desgracia de nacer pobres. Pobres y en Marruecos. En 1991, cuando ya llevaban años afincados en Cataluña, les detuvo la Guardia Civil por una salvaje cadena de violaciones. La rotundidad de las tres condenas que les impusieron no ha impedido que con el tiempo su caso pasara del negro al gris y del gris al blanco. El Supremo anuló una de sus sentencias porque los análisis de ADN revelaron que el verdadero autor fue un español llamado Antonio García Carbonell. El resto de pruebas contra ellos fueron tan endebles y se obtuvieron de manera tan irregular que el fiscal ha pedido -ocho años después- que se les indulte. La familia de Abderrazak Mounib, el ocupante de la celda 127 de la cárcel de Brians, cree que la justicia española es a veces una ruleta y no una balanza. Sobre todo, si se nace pobre y en Marruecos.

MOHAMED, el hijo pequeño
"Mi equipo es el Barça porque soy catalán"
Soy el más pequeño de esta casa tan pequeña. Tengo 11 años, pero meto muchos goles. Una vez, metí diez goles. Me gusta mucho el fútbol. Soy del Barça, claro, porque soy catalán. ¿No te lo crees? ¡Si hablo catalán! Al meu pare li diria que vingui aviat. Estudio en el colegio Pere Vila y todo el colegio es amigo mío, incluso el portero al que le metí los diez goles. Era el portero de mi colegio, porque jugábamos todos contra todos. Mi jugador favorito es Figo, que también marca muchos goles. También me gusta Zidane, aunque no me gustaría que fichase por el Madrid. Nunca he estado en el Camp Nou, pero cuando mi padre vuelva le pediré que me lleve. No sé si a mi padre le gusta mucho el fútbol. Creo que sí. Muy seguro no estoy porque no hemos hablado mucho de eso. Cuando vuelva, se lo preguntaré. Pero si no le gusta, le gustará, porque yo soy muy bueno. ¡No te digo que una vez metí diez goles! ¡Diez! Los futbolistas ganan mucho dinero. Si a mí me fichase el Barça y ganase mucho dinero, se lo daría todo a mis padres y me gustaría que se compraran una casa. Una casa grande."


ILHAM, la hija mayor
"Quiero recuperar los últimos ocho años"
Estudio cuarto de ESO. Tengo 16 años y me gustaría ser enfermera de neonatos. Dicen que para ser enfermera hay que ser muy valiente y no tenerle miedo a la sangre. A mí la sangre no me da miedo. Me da miedo no poder recuperar los últimos ocho años. Ser como antes. Pasear con mi padre. Ir de compras todos juntos. No me gusta comentar mucho con mi hermana lo que nos ha pasado. Nos pone tristes. Como cuando vemos a familias enteras mirando escaparates, yendo a comer a un restaurante. No sé qué significa mi nombre en árabe, aunque en casa hablamos en árabe. Con muchas de mis amigas, en castellano o en catalán, aunque el catalán no se me da tan bien. Creo que el nombre de mi hermana, Fatiha, significa “la mujer afortunada”. Desde luego, la que no es afortunada es mi madre. Hace varias semanas que no puede ir a visitar a mi padre. No tenemos dinero. A mí me gustaría ser enfermera. Los niños pequeños me gustan mucho, pero estudiar sin dinero cuesta mucho. Mi madre cobra el Pirmi \, pero dice que se lo van a quitar."


FATIHA, la hija pequeña
"De mayor seré abogada para defender a inocentes"
Tengo 12 años y cuando sea mayor quiero ser abogada para defender a personas inocentes, como mi padre. Lo peor de no tenerle, además de no tenerle, fueron las burlas de algunos niños. Al principio no les hacía caso, pero recuerdo algunos días, al salir del colegio, cuando me señalaban y decían: “Mira, mamá, esa tiene a su padre en la cárcel”. Luego, me acostumbré. Por suerte mis compañeros de ahora son muy buenos. Me ayudan mucho, como mis profesores. Por eso prefiero no recordar lo que pasaba antes y pensar en otras cosas; en los cumpleaños que antes celebrábamos todos juntos en casa, en los paseos que dábamos por la playa y en el día del Cordero. ¿Que qué es el día del Cordero? Es una bendición para la casa, una fiesta. Lo que más recuerdo de mi padre es que siempre estaba conmigo, aunque, ahora que lo pienso, salía muchas veces, porque tenía que ir a vender, pero yo sabía que volvería y era como si no se hubiera ido. Ahora no sabemos cuándo volverá. “Pronto, pronto, dentro de dos meses”, nos decía mi madre al principio. Hasta que dejamos de preguntarle."


FÁTIMA, la esposa
"Rezo para que los meses vuelvan a durar 30 días"
Dos meses. Mis hijos pequeños me preguntaban: “¿Cuándo volverá papá?”, y yo siempre les decía: dos meses. Un día, Mohamed me preguntó: “Mamá, ¿cuánto duran dos meses?”. Luego dejaron de preguntar y eso fue casi peor. Habían pasado ya más de dos años desde que le detuvieron. Lleva ocho años en prisión y ahora el hombre que le acusó \ dice que tiene dudas. Entonces, me pregunto, ¿por qué le acusó? Se puede tener a alguien ocho años encerrado con dudas. Y por qué tiene ahora las dudas y no hace uno, dos o tres años. No ha habido nuevos juicios. No ha pasado nada, sólo el tiempo. Las dudas de ahora las podría haber tenido hace mucho. Mi marido dice que cuando salga, se meterá en casa y se quedará aquí un mes sin salir, abrazado la familia. Lleva ocho años encerrado y sueña con venir aquí y encerrarse con nosotros. Mi marido también dice que nada de esto le hubiera pasado si no fuera moro. Yo también soy mora. Mis hijos, no. Mis hijos son españoles. Rezo para que a ellos nunca les ocurra nada así. Para que todos los meses de su vida duren 30 días. "


ABDELOUAHB, el hijo mayor
"Cuando se fue, descubrí que éramos muy pobres"
Yo no descubrí que éramos muy pobres hasta que se llevaron a mi padre. Mi padre no pudo hacer lo que dicen que hizo porque en aquel tiempo yo viajaba con él en coche. Aquel Renault 12 era una de las pocas cosas que tenía mi padre, aunque yo no sabía lo que era ser pobre aún. Íbamos a La Jonquera y le ayudaba en la venta ambulante. Relojes, pulseras, ositos de peluche. Dormíamos en el coche y, cuando habíamos ganado lo suficiente, volvíamos. Una vez, regresamos a casa con un cordero. ¡Un cordero vivo! Entonces me parecía que todo era posible, como tener un cordero. Era un niño y tenía caprichos. Mi padre me los daba. Ahora me gustaría que fuera al revés. Ir a la cárcel y darle lo que me pidiera. Dinero para tabaco y esas cosas, pero no tengo trabajo. A los 13 años me convertí en el hombre de mi casa. Hoy tengo 21 y la única decisión que he tomado como hombre es decirle a mi madre que no lleve a la cárcel a mis hermanos pequeños. Salían llorando. ¿Sabe? El Renault 12 se lo llevaron cuando detuvieron a mi padre y nunca lo volvimos a ver. Era lo único que tenía."

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[ LA VANGUARDIA, 04/10/1999 ]


Las familias de los marroquíes presos por error creen que los condenaron antes de juzgarlos

TRIBUNALES Una sentencia admitió que la prueba irrefutable para la condena era la palabra de las víctimas, sin tener en cuenta a las víctimas que se equivocaron

DOMINGO MARCHENA

BARCELONA. - Familiares de Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi, los dos marroquíes en prisión desde 1991 por agresiones sexuales que cometieron otras personas y por cuyo indulto se ha interesado el ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, están seguros de que hubo jueces que los juzgaron con la única idea de la condena. Las familias se basan en un comentario de pasillo nada intrascendente que un magistrado dirigió a un abogado poco antes del juicio: "¿Pero cómo asume un caso tan feo?".
Los actuales defensores de los reclusos, Jordi Claret, Pedro Pardo y Xavier Castellvell, a quienes precedieron otros letrados de oficio, no quieren confirmar ni desmentir si alguno de ellos fue el interlocutor del magistrado en cuestión, seguramente para no enturbiar todavía más un caso que en palabras del primero constituye "una auténtica página negra de la justicia española, comparable al caso del crimen de Cuenca que hizo famoso la película de Pilar Miró". Las condenas se produjeron tan sólo por los reconocimientos de las víctimas, pero éstas pudieron verse influidas por vicios procesales y por el extraordinario parecido de los acusados con los verdaderos violadores. De hecho, ambos fueron identificados y culpados de ataques cometidos cuando ya estaban en prisión. Los letrados creen que, de no haber sido por eso, también los hubieran condenado en esos casos. De hecho, la sección quinta de la Audiencia de Barcelona reconoció en su sentencia condenatoria que Mounib y Tommouhi eran culpables, "siendo prueba irrefutable de su autoría el testimonio de las víctimas". Hubo jueces que condenaron, como la titular del juzgado de lo penal número 17 de Barcelona, aunque no hubiera reconocimientos por parte de una de las testigos, pero consideró que ello era "lógico" dadas las circunstancias en que se produjo la agresión. El propio fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, admite en su solicitud de indulto que los reconocimientos pudieron ser erróneos. Cuando Mounib y Tommouhi llevaban ya cuatro años en prisión, fue detenido el español Antonio García Carbonell, coautor de una salvaje oleada de violaciones. Su cómplice, al que no ha delatado, aún anda suelto. La Guardia Civil cree que García Carbonell y ese otro delincuente sin identificar cometieron las agresiones por las que en su día fueron juzgados los marroquíes. Las incontestables pruebas de ADN así lo han confirmado, al condenar al primero y exculpar a los segundos. Sólo tras la detención del español se pudo comprobar su asombrosa semejanza con uno de los marroquíes, lo que "permite comprender -explica el fiscal jefe en su petición de indulto- la posible confusión de las víctimas en las diligencias de identificación que constituyeron en todos los casos elemento fundamental de la prueba acusatoria".

La prueba que tardó tres meses

Abderrazak Mounib fue detenido el 13 de noviembre de 1991. Siempre dijo que le preguntaban por personas y pueblos que no conocía. También negó ser un violador y explicó que tenía un hidrocele testicular que no le permite yacer con su mujer desde hace años. La descripción de un testículo tan abultado como el suyo no apareció en las denuncias de las víctimas, a pesar de que resulta difícil creer que no lo recordasen si Mounib hubiera sido su agresor. El preso no fue visitado hasta el 14 de febrero de 1992. El urólogo confirmó que presentaba "un importante hidrocele de larga evolución, subsidiario de tratamiento quirúrgico". Las sentencias obviaron este detalle.

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[ LA VANGUARDIA, 05/11/1999 ]


ENTREVISTA a Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi, presos inocentes a la espera de la libertad

"Sólo queremos recibir el mismo trato que el español condenado a muerte en Florida"

DOMINGO MARCHENA

Barcelona.- Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi llevan en prisión ocho años por delitos de violación y robos con intimidación y violencia. La fiscalía ha pedido su indulto por entender que las víctimas pudieron confundirse de hombres al identificarlos. El Col-legi d'Advocats de Barcelona y la propia Guardia Civil han avalado su inocencia. Los trámites burocráticos de la medida de gracia se alargan tanto que la Generalitat se plantea concederles un tercer grado extraordinario que les permita salir de la cárcel ya. Los presos insisten en que no quieren el perdón, sino "ir por la calle con la cabeza alta" y ven con envidia la reacción internacional que ha suscitado el caso de Joaquín José Martínez, condenado a la pena capital en Estados Unidos.
"Sólo queremos -dice Mounib- recibir el mismo trato que el español del corredor de la muerte. Numerosos políticos y organizaciones no gubernamentales se han interesado por él, pero nadie ha pedido que se le indulte. Sólo que se revise su juicio. Nosotros queremos lo mismo. Si la justicia está segura de que somos culpables, nos da igual lo que hagan con nosotros. Que nos maten, si quieren. Pero si creen que no somos culpables, que lo reconozcan y que se dejen de medias tintas."
Esta entrevista se ha realizado con extractos de incontables cartas y charlas telefónicas, la última de ellas, anteayer. Aunque las víctimas dijeron en su día que los agresores hablaban castellano, Tommouhi se expresa a trompicones aún hoy. Mounib, que le hace de traductor, se explica con la vehemencia del náufrago afónico que ve un transatlántico. Su transatlántico se llama revisión de sentencia.

-¿Qué recuerdan de sus detenciones?
-Tommouhi (T.): Recuerdo que me había pasado el día trabajando y que tenía la ropa aún manchada de cemento y barro. Soy albañil y me fui a Terrassa \ porque vi muchas grúas y pensé que habría trabajo para mí.
-Mounib (M.): Recuerdo que mi mujer me preparó aquel día \ una hamburguesa de buey, con guisantes y huevos duros. Mi comida preferida. Cuando me detuvieron, sin saber por qué, estuve tres días sin comer. Un plátano y agua, sólo eso probé en tres días.

-¿Cómo se defendieron de los delitos sexuales que les imputaban?
-M.: Yo tengo un problema en los testículos. Hidrocele se llama mi enfermedad. No puedo mantener una erección. Me condenaron por violaciones cometidas a finales de 1991. Le voy a leer un papel. ¿Sabe qué es? Es un informe del médico 11.596 del hospital de la Creu Roja que dice que "la patología testicular del paciente requiere urgente intervención quirúrgica". Lo escribió el 25 de julio de 1991. ¿Alguien se imagina que una persona en esas circunstancias, y que todavía no ha sido operada, puede violar meses después?

-¿Y por qué no se ha operado?
-T.: Deje que conteste por él. Cuando yo vivía en Marruecos y estaba enfermo, quería ir a Ceuta para que me visitara un médico español porque veía todo lo español mejor que lo que me daba mi país. Ahora ya no. Yo tampoco me dejaría operar, esa es una prueba más de su inocencia. Un juez me preguntó cómo era posible que estuviera tan tranquilo durante el interrogatorio y yo le dije que quien nada ha hecho, nada debe temer. Pero nadie tuvo en cuenta esa respuesta...
-M.: Tampoco ninguna sentencia tuvo en cuenta aquel primer dictamen médico, ni los que me han hecho desde entonces en prisión.

-¿Qué ha sido lo peor de estos ocho años?
-T.: Muchas cosas. La muerte de mi madre, de la que me enteré un año después. No sé leer y mi familia me envía casetes con sus palabras grabadas. No quiero que nadie me lea cartas porque cuando llegué a la cárcel pedí que me leyeran lo que ponía en el papel que me dieron en el juzgado y me dijeron: "Aquí dice que eres un `violeta'" y muchos me dieron la espalda. `Violeta' es como llaman en la cárcel a los violadores.
-M.: Lo peor ha sido dejar a cuatro hijos que eran chiquitillos. El más pequeño tenía tres años y hoy es un hombrecito de once. A Tommouhi le pasa igual, cualquier día lo hacen abuelo porque una de sus hijas se ha casado. Pero me gustaría decir que no odio a nadie y mucho menos a quienes nos acusaron. Son tan víctimas como nosotros. Otra cosa es lo que pienso de la justicia. Acepto los errores, pero ¿algo que dura tanto es un error?

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[ LA VANGUARDIA, 07/11/1999 ]

Historia de un guardia con ángel

Recuerdos del agente que destapó el caso de dos presos magrebíes inocentes

DOMINGO MARCHENA

Su nombre es Reyes. Por supuesto tiene apellidos, que aquí no se darán. Está casado. Nació hace 34 años en Ciudad Real pero se crió en l'Hospitalet de Llobregat. Y es guardia civil. Trabaja en el equipo de policía judicial de Martorell, en Barcelona, aunque él y todos sus compañeros se acaban de trasladar al cercano cuartel de Sant Andreu de la Barca. Eso es todo lo que se puede decir de él sin traicionar su confianza. Traicionándola, se podría añadir que no es sólo un guardia civil. Es un excelente guardia civil. Y, además, valiente.
Explicar su historia sirve para explicar otras muchas. Por ejemplo, la de agentes que ven con incertidumbre su futuro y no saben si el despliegue de los Mossos d'Esquadra les obligará a trasladarse "a Castellón o Huesca". También la de Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi, dos marroquíes presos desde 1991 por violaciones que no cometieron. Un informe elaborado por el guardia civil primero Reyes así lo reveló. Redactó el documento -y de nuevo se traiciona su confianza- fuera de horas, hurtándole tiempo a su familia. Es la antítesis del policía estrella, del policía de película. "Trabajar fuera de horas -asegura- no tiene mérito. Lo hacemos todos."
Reyes -que en adelante aparecerá citado sólo como el agente- pone pocas condiciones para hablar. La primera, que se respete a las víctimas de las violaciones. Teme que el asunto se convierta en carne de cañón para ciertos programas, dignos sucesores de pelícanos y otras aves de mal agüero. La segunda, que no se hable de él, sino del equipo de policía judicial, "porque somos una piña y compartimos errores y aciertos. Si alguien puede llevar una investigación más o menos atractiva es porque tiene detrás compañeros que llevan otros trabajos". Trabajo, trabajo, trabajo. Lo que nunca falta en el equipo de policía judicial.

El recuerdo 


¿Cuál es el primer recuerdo que le viene a la mente sobre la salvaje oleada de violaciones que se registró en 1991 en Cataluña? El agente estaba en el cuartel cuando le avisaron de que dos menores habían sido violadas en La Secuita (Tarragona). De nuevo, la pesadilla. Aquellas casi niñas eran las últimas víctimas de dos agresores que ya habían actuado antes. Él y varios compañeros de paisano se apostaron en un coche, en un descampado, junto a la cementera Molins. Es un punto estratégico desde el que se domina la autopista y la carretera nacional. Allá se fueron, por si veían aparecer a los autores, de regreso a Barcelona. Estaban esperando cuando de pronto los encañonaron. Eran otros guardias civiles, que los habían tomado por sospechosos.
No era la primera vez que un compañero le apuntaba con su arma reglamentaria. En una ocasión, fuera de servicio, acompañó a un amigo del cuartel a un banco. No les abrían la puerta y al acercarse al cristal y hacer una pantalla con las manos, vieron que dentro había dos atracadores. Los dos guardias se parapetaron tras un coche y pidieron a gritos a los vecinos que avisaran al 062. Cuando los ladrones salieron, cada uno por un lado, se fueron tras ellos. El agente estrenaba zapatos y acabó con los pies hechos polvo. "Su" atracador no se paró ni siquiera cuando disparó al aire.
Lo único que logró fue que tirara todo el dinero del botín. Más de 600.000 pesetas. El agente lo recogió. Los billetes sobresalían por los bolsillos de sus pantalones. No sabía que, con los nervios, los vecinos que llamaron a la Guardia Civil dieron su descripción -la descripción de los hombres que pedían ayuda, no la de los que cometieron el atraco- y anduvo por la carretera, con todo ese dinero y una pistola en la mano. Lo primero que hizo la dotación que acertó a pasar por allí fue apuntarle y darle un susto, además del tradicional "alto, policía".
Lo de La Secuita fue peor que el peor de los sustos. Explica el agente que no hay violaciones dulces, pero ha visto pocas como aquellas de 1991. "Las víctimas nos llegaban destrozadas, semidesnudas, con moratones por todo el cuerpo. Llenas de barro, sucias. Sus acompañantes, si los había, con la cabeza abierta y molidos a golpes." Nunca es fácil investigar hechos así, y menos cuando se conoce a una de las agredidas. "Era preciosa, guapa y simpática como pocas. Trabajaba de camarera. Como tantas otras, todavía hoy sufre secuelas psíquicas por lo que le hicieron."
Fue, además de lo que cualquiera puede imaginarse, una tortura. Las pegaban. Les decían que estrangularían a su novio si se resistían. Que eran policías. Que tenían pistolas y que las iban a matar a balazos. Así, entre 30 y 40 minutos. A veces, más. La noticia de la detención de Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi, los presuntos culpables, fue acogida con alivio por todos.
Dice el agente que aquí no se puede hablar de racismo ni de error judicial, aunque admite que "la justicia tiene un lado humano y los seres humanos se equivocan". Los dos marroquíes fueron condenados. En sus casas no aparecieron ni la pistola ni el bate de béisbol que supuestamente emplearon en sus ataques. Los condenaron porque las víctimas los identificaron y el Supremo confirmó las sentencias. Punto final. ¿Punto final? La historia no hacía más que comenzar.

La pesadilla 


En 1995, la Guardia Civil comenzó a investigar una segunda oleada de violaciones, tan parecida a la anterior que lo primero que hizo el agente fue ir a la cárcel de Brians para saber si los condenados habían tenido algún permiso. Sólo cuando en la cárcel le dijeron que no, descubrió que ellos no podían ser, a pesar de que había víctimas que seguían identificándolos. Supo por qué cuando se detuvo a uno de los verdaderos culpables de las agresiones (el otro aún no ha sido identificado): Antonio García Carbonell es un auténtico sosía de Ahmed Tommouhi.
Entonces el agente -el equipo de policía judicial, como él prefiere- empezó a leer la letra pequeña de las investigaciones y a atar cabos. Salvo la palabra de las víctimas, no había nada en contra de los marroquíes. Nada incriminatorio apareció en su poder. En el coche del español, por el contrario, se hallaron un revólver simulado y una porra, además de tarjetas de crédito de algunas de las víctimas. Eso llevó al agente/equipo a exhumar pequeños detalles y a descubrir, por ejemplo, que el coche que supuestamente usaron los dos marroquíes para cometer las violaciones siguió en circulación y fue empleado para nuevos delitos, por ejemplo, un tirón en Montornès del Vallès cuando ellos ya habían sido detenidos.

El informe 


Todas esas averiguaciones se plasmaron en un informe que provocó dos cosas. Primero, que Omar llorara de alegría. Y, segundo, que el fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, presentara la solicitud de indulto para los dos presos. A Mena ya lo conoce el lector. ¿Quién es Omar? Omar es el hermano de Ahmed Tommouhi. Siempre que podía iba al cuartel de Martorell y se plantaba en la puerta, intentando hablar con alguien, a pesar de no saber decir tres palabras seguidas en español. El agente se sonroja porque alguna vez ha debido sujetarle para evitar que le besara los pies. Ese es Omar. El tiempo y los avances del ferrocarril, es un decir, han dado la razón al agente. "Cuando Mounib y Tommouhi fueron detenidos, las pruebas de ADN eran como una locomotora a vapor. Ahora son como el AVE." Ello ha permitido que análisis que antes se desestimaban por el mal estado en que habían aparecido los rastros orgánicos se puedan realizar en la actualidad sin problema. En 1997, la ciencia demostró que una de las violaciones por las que cumplían condena los dos marroquíes fue cometida en realidad por Antonio García Carbonell y un cómplice al que nunca ha querido delatar. La sentencia por aquel delito fue anulada, pero les pesan otras sentencias por otras agresiones de las que no quedaron restos para nuevos análisis genéticos.
Hay un catalán de l'Hospitalet, padre de familia, de 34 años, que cree en la inocencia de Mounib y de Tommouhi. ¿Quién es? En la cárcel de Brians, el pasado miércoles, dos presos respondieron al unísono: "Un ángel venido del cielo".

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[ EL PAÍS (Cataluña), 16/02/2000 ]



Ocho años entre rejas esperando que los jueces rectifiquen

           PERE RÍOS -  Barcelona
          
           Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi llevan ocho años en prisión por numerosos delitos de violación y robo que ellos niegan haber cometido. La justicia se equivocó con ellos una vez y el Tribunal Supremo reconoció el error. Ahora ese mismo tribunal está realizando nuevas pruebas antes de decidir si revisa o no todas las sentencias firmes que pesan contra ellos. A la espera de esa decisión y de que el Gobierno resuelva la petición de indulto solicitado por la  fiscalía de Cataluña, los dos presos han concedido una entrevista a EL PAÍS en la prisión de Brians. Es miércoles y hoy toca visitas. La funcionaria de prisiones empieza a identificar a los familiares que han acudido a la hora y media de vis-à-vis a que tienen derecho los presos una vez por semana. De la decena de visitantes, ocho son novias, esposas o madres. Entre las excepciones hay un niño de cuatro años acompañado de su tío, muy ajeno a la situación que está viviendo su padre entre rejas y que corretea sin parar por los fríos pasillos de la cárcel.
Las sábanas y las toallas de repuesto que esperan en los bancos vaticinan las escenas que se vivirán en las habitaciones.
            Pero también hay estancias reservadas para las otras visitas. Y a una de esas habitaciones llegan Mounib y Tommouhi muy abrigados. La temperatura dentro de la cárcel no es muy distinta a la del exterior y el pequeño radiador nada puede hacer para combatir el frío de la habitación, donde todo es de hierro o cemento, excepto las sillas. Tommouhi llega con las manos en los bolsillos, pero lo que más sorprende de él es comprobar en vivo y en directo un detalle que se ha escrito en numerosas ocasiones en los diarios: el enorme parecido que guarda con Antonio García Carbonell, otro preso que fue juzgado hace unas semanas en la Audiencia de Barcelona y que confesó la violación por las que fueron condenados estos dos marroquíes a 51 años de cárcel cada uno. Un caso en el que pagaron justos por pecadores.
            "Se me acusó de 17 causas, se me condenó por 4 y ahora cumplo condena por 3", recuerda Ahmed Tommouhi. 114 años de cárcel en total. Una condena de por vida, aunque el tiempo máximo que una persona puede estar en una cárcel española es de 20 años. En el caso de Mounib, las tres sentencias firmes que pesan contra él también suman 101 años. La cuarta condena contra ambos fue anulada por el Tribunal Supremo en mayo de 1997 después de que la prueba del ADN demostrase que el verdadero culpable era García Carbonell.
            "Que presenten un sola prueba de culpabilidad contra mí y me cambio por Joaquín Martínez", el español que espera en el corredor de la muerte en Estados Unidos, afirma Mounib. Su compañero es mucho más contundente. "En la ley del islam se corta la cabeza o se mata a pedradas al culpable, pero no al inocente". Y una vez más vuelven a recordar que la única incriminación sólida que hubo contra ellos es el reconocimiento que hicieron las víctimas durante los juicios. "Yo no guardo ningún rencor a las mujeres que se equivocaron conmigo y que hicieron que la justicia se equivocara también con nosotros", explica Tommouhi, que ahora tiene 48 años y únicamente recibe la visita esporádica de su hermano. Su mujer y sus tres hijos están en Marruecos y durante los ocho años que lleva entre rejas no han ido a verlo nunca por deseo expreso suyo. "Una mujer marroquí no es como una europea, que puede ir donde quiera libremente. Sólo sale para ir a casa de su madre o a comprar".
            Abderrazak Mounib ha acudido a la entrevista con una carpeta repleta de recortes de prensa y de las cartas que ha escrito durante este tiempo clamando por su inocencia. Desde el Rey al presidente del Gobierno, pasando por el Defensor del Pueblo y el Ministerio de Justicia. También enseña los partes médicos que certifican que padece un hidrocele -inflamación desproporcionada de un testículo- que dificulta mucho la consumación del acto sexual, con lo que difícilmente podía ser un violador, explica él. También muestra el parte de sanción que se le impuso en una cárcel precisamente por bajarse los pantalones delante de una funcionaria para que quedara claro ante los presos -a los efectos oportunos ante el código de valores que funciona en prisión- que él, con esa afección, no podía haber violado a nadie.
            Algunas de sus víctimas explicaron este detalle en sus declaraciones ante los jueces y siguen creyendo, muchos años después, que no hay duda de que fue él quien las violó, pero Mounib se pregunta cómo pueden recordar esa prueba si no era porque la policía les indujo a ello, pues las violaciones se realizaron siempre en descampados y a oscuras. Por no recordar, además, que los agresores actuaban casi siempre con la cara tapada. "La justicia es para quien la hace, sea yo o De la Rosa [el empresario que compartía cárcel con ellos hasta finales de enero, cuando se acordó su arresto domiciliario], pero no para un inocente", explica Ahmed Tommouhi. "Yo pensaba que estábamos en Europa, no en la selva, y que aquí a la gente se le condena con pruebas", explica Tommouhi.
            ¿De verdad que ustedes dos no se conocían antes de ingresar en la cárcel? "Mire usted, si nos hubiéramos conocido antes, uno de los dos estaría ya muerto, porque el otro habría acabado con él", relata este preso, que llegó a España en agosto de 1988 para trabajar de albañil. Meses después se fue a Marruecos con lo que había ahorrado y 12 días antes de que le detuvieran, en 1991, había vuelto a Martorell, a casa de su hermano, para quedarse.
            "Me dicen que violamos en Tarragona, en Vilafranca del Penedès y que yo conducía. Si yo sólo sé dónde está la casa de mi hermano y no sé lo que es un coche". Abderrazak Mounib llegó mucho antes, en marzo de 1975, y siempre ha vivido del comercio ambulante, "pero legal y con papeles". Sus dos hijos pequeños nacieron aquí y otros dos en Marruecos, de donde llegó en 1994 su mujer, Fátima.
            La concesión del indulto es la posibilidad más rápida para que recuperen la libertad, pero los dos la rechazan. "Yo no salgo si me lo dan. Me es igual seguir aquí. El indulto es para un culpable y yo soy inocente", dice Tommouhi. La otra alternativa es lo que decida el Tribunal Supremo en un proceso que puede durar más de un año, pues se trata, entre otras cosas, de rastrear todos los hospitales para ver si quedan informes médicos de las víctimas y restos de los supuestos agresores, así como de que vuelvan a declarar los guardias civiles que siempre cuestionaron su culpabilidad.
            A la vista de su caso, se podría pensar que es casi una provocación preguntarles si confían en la justicia. Sin embargo, la decisión del Tribunal Supremo les ha hecho recuperar un halo de esperanza. "Sólo pido a Dios que actúe de verdad la espada de la justicia", afirma Tommouhi. "Yo confío en los jueces buenos, en los buenos jueces del Tribunal Supremo, en los buenos policías y en los buenos médicos y peritos", aclara Mounib.
"Hasta ahora la mentira se ha hinchado como una pompa de jabón, pero sólo con que entrara un poquito de aire de la verdad, explotaría".
            Y si la justicia no rectifica. ¿Han pensado alguna vez en el suicidio? Ahmed Tommouhi vuelve a esgrimir sus convicciones religiosas. "Yo soy un musulmán de verdad y aguanto lo bueno y lo malo. Eso que me plantea es impensable". Mounib es más pesimista. "Si no revisan las condenas, me seguiré pudriendo en la cárcel y si me muero, mi alma irá con Alá porque soy inocente".
            El timbre ha sonado ya tres veces en los pasillos de la prisión, y como si se tratara del final de unos fuegos artificiales, todo el mundo sabe que el tiempo de vis-à-vis se ha acabado. Las novias y esposas salen de las celdas retocándose el peinado y la ropa. Y el niño sigue correteando por la cárcel después de ver a su padre.
            Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi regresan al Módulo Residencial 1, el reservado a violadores y homicidas.

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[ LA VANGUARDIA, 01/05/2000 ]


Oración por Mounib

Trescientas personas se manifiestan en Barcelona por Abderrazak Mounib, el dudoso acusado de violación fallecido en la cárcel


NACHO DE OROVIO
Barcelona.- Un coro de 300 voces recorrió ayer el centro de Barcelona. Delante, las voces agudas; detrás, las graves. El conjunto, una letanía triste, sobrecogedora en algunos momentos. 300 miembros de la comunidad magrebí de Cataluña. Un lamento que recitaba fragmentos del Corán y pedía a Alá que perdonase a Abderrazak Mounib, el ciudadano que murió el miércoles en la cárcel de Can Brians, de un infarto, tras nueve años de un encierro dudoso, un encierro por varias presuntas violaciones del que le libraba un informe de la Guardia Civil. La fiscalía había llegado a pedir el indulto.
El coro de 300 voces -las mujeres delante, los hombres detrás- llegó de distintos puntos de Cataluña para pedir el perdón de Alá, pero no quería el de los hombres. No quería perdón, exigía justicia. Una letanía intercalada de gritos y rabia. Mounib había dicho que prefería morir encerrado que vivir de rodillas y pedir perdón por algo que siempre juró no haber cometido. Estuvo nueve años en la cárcel y el miércoles murió encerrado. Tenía el corazón débil y seguramente maltrecho. Un amigo suyo recordó ayer que la diabetes le sobrevino en la cárcel.
El coro iba tocado de blanco, el color árabe del duelo, con pañuelos, brazaletes, gorras y los "chads" de las mujeres de ese color. Partió de la puerta de la fiscalía de Cataluña, en la confluencia de Pau Claris-Mallorca, y descendió hasta Via Laietana, para acabar en la plaza de Sant Jaume, donde también se celebran las derrotas.
A su paso encontró la Conselleria de Justícia y las oraciones se tornaron en silbidos y exigencias de justicia, se pedían cabezas, responsables; el colectivo marroquí de Cataluña, con tantos integrantes excluidos por el sistema, exigiendo al propio sistema que sea justo con ellos. También se detuvo frente a los dos edificios de la policía en la Via Laietana y frente a la Generalitat, donde el coro se sentó y silbó. Silbó para exigir que se declare la inocencia de Mounib y de Ahmed Tommouhi, condenado por lo mismo y sumido desde el día de la muerte "en una grandiosa tristeza", explicó un amigo que lo visitó el jueves.
"Ahora todo está en el tejado de la justicia", explicó El Griri, del departamento de inmigración del sindicato USOC, y el nuevo ministro de Justicia, Ángel Acebes, "tiene una primera tarea sobre la mesa, que es revisar este caso". El Consejo de Ministros tenía pendiente la concesión del indulto.
La marcha acabó treinta kilómetros más allá, frente a la cárcel de Can Brians, último domicilio de Mounib. Depositaron flores y un gran retrato de su "mártir", como le llaman. La primera voz del coro, la que lo encabezó toda la mañana, ni siquiera desafinaba. No podía apenas orar ni gritar. Se llama Fátima y es viuda desde el miércoles.

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[ EL PAÍS (Cataluña), 28/04/2000 ]


Los 'arola' y los 'mounib'


ARCADI ESPADA

                 Où sont les neiges d'antan?, escribe Xavier Bru de Sala en el Quadern. Mediante Villon, lírico y melancólico, el autor medita sobre la perdida ambición cultural barcelonesa. Yo no sé bien dónde está la nieve, pero sí puedo informarle sobre el lugar del hielo. Ahí, en los propios periódicos del día en que escribe. Hielan la sangre. Más de un centenar de alcaldes de Tarragona se reúnen con el rector universitario Lluís Arola para demostrarle su solidaridad. El rector sancionó a una profesora que tradujo al castellano las preguntas de un examen. Los alcaldes han dado tres hurras por el rector. El mismo día, aunque de madrugada, Abdezarrazak Mounib moría de un infarto en la cárcel de Can Brians. Llevaba más de ocho años en la prisión, el marroquí Mounib, condenado por violación. Hace un año, el propio fiscal pidió su indulto porque existían dudas muy serias sobre su culpabilidad. Estaba esperando los papeles cuando murió. El señor Bru de Sala es un hombre formado, al que le repugnará el vicio estético de cargar la suerte. Ya debe de ir comprendiendo por dónde voy, pero prefiero pasar por obvio que por oscuro, aunque sólo sea para variar. El problema cultural de Cataluña es la distancia que va entre la kermesse municipal y espesa de apoyo a una autoridad universitaria, faltada del más mínimo sentido común, y la muerte de Mounib. Llevamos 20 años soportando la vacuidad de los arola; observándolos encaramados en lo más alto del debate social y político; escuchando el eco mediático de su inanidad: ¿ha pensado usted, amigo Bru, cosmólogo de nuestra cultura, cuánto abulta la nada, cuánto oculta, cuánto aplasta? El nivel cultural de una comunidad se mide, sobre todo, por la capacidad de esa comunidad para sopesar sus conflictos internos, para darles el valor y la importancia que merecen, para vincularlos certeramente a las preocupaciones generales de su entorno y de su tiempo. Al igual que, en términos convencionales, el nivel de una cultura se relaciona con la capacidad, de un hombre o de un grupo, para insertar la novedad en la tradición, así también puede decirse que la cultura no es más que una construcción determinada de la actualidad, o sea, una selección, una jerarquización del magma cotidiano, en la que participan escritores, intelectuales, políticos, periodistas y otras gentes de bien. Para saber hasta qué punto esta selección ha sido aquí la pertinente en las últimas décadas baste ver la cara de tontos, pero de tontos cerrados, insondables, que se nos pone a los catalanes cuando descubrimos, ¡oh cielos!, lo que sucede en Ca n'Anglada -un barrio de Terrassa que se descubre racista después de haber luchado tanto contra el franquismo-, o la violencia de la noche del viernes en la metrópoli -inútilmente tratamos de atribuirla a skins o a cualquier otra paranormalidad, hasta que concluimos que se trata sólo de catalanes ciegos de alcohol y de mala leche-, o incluso, cuando leemos el último informe del departamento de Estado sobre las colonias y descubrimos que Barcelona es la ciudad de Europa con mayor número de prostitutas. Entiéndase bien: no estoy diciendo que la cultura sea incompatible con el racismo, la violencia o la prostitución; en modo alguno: esas desgracias son espuelas de la acción y del pensamiento. La incompatibilidad está en la ocultación, en el trueque, en el camuflaje: en la superposición de los arola sobre los mounib. No hay cultura que resista la cháchara. Por el contrario, la política se desenvuelve en ella de perlas: si Jordi Pujol gobierna en Cataluña desde hace 20 años es porque llevamos 20 años hablando de sandeces. Bastarían 20 días de conversación sobre lo que sucede en la escuelas o en los burdeles, en las comisarías de policía o en las redacciones de los periódicos, en los tribunales o en los hospitales públicos, en las discotecas o en los corrales, es decir, bastarían 20 días de discusión pública sobre el modelo catalán -sobre el modelo digo y no sobre su palabrería narcotizante- para que saltara hecho trizas este vaticanismo hervido, toda esta ficción artúrica. Veinte días de discusión cultural, bastarían.
                  Sería un consuelo que les neiges se hubieran deshecho tan sólo sobre la cabellera del señor Ferran Mascarell, concejal de Cultura. Es verdad que sus implementaciones, sus diagnósticos, su léxico de soufflé, que antes nos empapuzaba, ahora -y en especial en la boca de sus súbditos- nos aligera (de la obligación de escucharles, quiero decir). Pero tanto páramo no cabe en un hombre. Qué más quisiéramos que el mal de la cultura barcelonesa no superase el nivel de un concejal, que bastara con corregir la sintaxis de su Libro Blanco (comme le neige). La cultura barcelonesa y la del patio trasero pagan el encadenamiento a una ficción chapucera y sentimental, a una tergiversación de la realidad, observable todos los días en un territorio tan poco dado a la abstracción como las páginas de los periódicos. Quién si no fuera un tonto pelao como yo iba a escribir un artículo sobre el señor Arola y su fuenteovejuna, quién se encararía con tamaño desafío intelectual. Todos esos artículos están escritos desde el mismo momento en que el señor Arola apareció en este mundo, y no hay que confundir la escritura con la regurgitación. En cuanto a Abdezarrazak Mounib, ¿quién puede decir algo de él en la Cataluña contemporánea? ¿Quién sabe nada de por qué vivió y por qué murió? Así, no es de extrañar que los creadores opten por el blanco, por quedarse en blanco, exactamente. Ahora veo lo que quería decir Bru con la neige. Siempre tardo con las metáforas.


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[ LA VANGUARDIA, 30/04/2000 ]

Un moro menos

MANUEL TRALLERO

En la siniestra contabilidad, la que lleva el recuento de las víctimas, se ha producido una leve, apenas perceptible alteración de los dígitos, ha habido un ligero movimiento de los guarismos, por la sencilla e inapelable razón de que el señor Abderrazak Mounib ha abandonado el mundo de los vivos. Se ha producido una baja más, pero no porque haya naufragado ninguna patera en ese mar de la vergüenza y el oprobio en que se ha convertido el estrecho de Gibraltar, o porque se hayan descubierto asfixiados en las bodegas de algún barco carguero unos cuerpos sin vida, como en los mejores tiempos del tráfico de esclavos, en que la mercancía llegaba a su destino mermada y diezmada.
El señor Mounib ha muerto en la prisión de Can Brians, donde llevaba nueve años cumpliendo una condena por diferentes violaciones, a pesar de que se había declarado siempre inocente, a pesar de que la Guardia Civil había realizado informes favorables a su inocencia, a pesar de que el fiscal general de Cataluña había pedido el indulto y a pesar, sobre todo a pesar, de que la última vez que le escuché en una entrevista radiofónica, puso la piel de gallina a la audiencia al repetir una y cien veces que era inocente y al decir con vehemencia profética que prefería morir en la cárcel a obtener el perdón y vivir el resto de sus días de rodillas. Todo fue absolutamente inútil y pesó más la presunción de culpabilidad que la presunción de inocencia. Reunía para ello dos requisitos imprescindibles: era moro y era pobre, había hecho un bingo seguro.
Le fue denegado el indulto, pero lo que realmente cuesta un poco de entender es por qué nadie, absolutamente nadie, hizo nada por aminorar su situación. Es poco creíble que, por ejemplo, el señor Puignerós el industrial condenado por un delito ecológico, a los pocos meses de cumplir condena ya dormía tranquilamente en la cama de su casa, eso por no hablar de conocidos financieros que gozan de una envidiable libertad de movimientos a pesar de estar condenados. ¿Por qué el señor Mounib no pudo ser como ellos? Y, sobre todo, ¿por qué motivos la Generalitat de Catalunya no solicitó el indulto? ¿Por qué no se hizo por él una enésima parte de lo que las autoridades barcelonesas y catalanas hicieron por el español condenado a muerte en Estados Unidos? ¿Por qué?
Hay una lógica diabólica, aséptica, que no deja manchas en las manos, según la cual los inmigrantes quedan reducidos a la simple condición de distinguidos miembros de una planta lechera, sólo importa el rendimiento económico, la producción. No nos gustan, pero son imprescindibles, es un mal menor, porque gracias a ellos, a la fuerza de sus brazos y a sus cotizaciones a la Seguridad Social, tendremos aseguradas nuestras pensiones de jubilación en una sociedad que envejece a un ritmo desaforado. Otros incluso proponen soluciones más inteligentes, algo así como una medicina preventiva, atajar el mal de raíz, y hacer inversiones en los llamados países del Tercer Mundo, pagando de paso salarios de hambre, para evitar así los desplazamientos y los inconvenientes derivados porque ya se sabe que los moros son traidores y encima huelen mal.
Corre por Barcelona un presunto chiste atroz, que sólo puede provocar una mueca de asco, pero que tiene un gran éxito en ciertas reuniones sociales, después de cenar, a la hora de tomar unas copas, cuando se reblandecen los esfínteres del alma. Dos moros se ponen de acuerdo para pedir caridad en los dos extremos de una calle. Al acabar la jornada, uno de ellos apenas ha recogido unas pocas monedas, el otro en cambio ha logrado reunir una suma considerable de dinero. El primero no entiende cómo el otro ha logrado semejante éxito. "Muy fácil -explica éste-, llevaba un cartel que decía `Denme algo para volver a Marruecos'."

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[ EL MUNDO, 21/09/2003; suplemento CRÓNICA, nº 414 ]

 

 

TRIBUNALES | ¿UN INOCENTE EN PRISION?

 

Fatal destino por un parecido

 

SU EXTRAORDINARIO parecido con un violador ha llevado al marroquí Ahmed Tommouch a pasar 12 años en prisión. Y allí sigue, esperando un indulto pedido por el fiscal de Cataluña que el Gobierno no concede. Ya una vez la Justicia tuvo que reconocer su error. El ADN demostró que el delincuente era su doble

ILDEFONSO OLMEDO / FLORA SAEZ

Hay días, muchos en los últimos 12 años que lleva preso, en que Ahmed piensa que está muerto. Nacido hace 52 años cerca de Nador, creció hasta hacerse emigrante con el único orgullo de su nombre y su honor. Nunca tuvo nada más que sus brazos para cavar la tierra. Ni cuando desposó a Tlaytmas, 10 años más joven, hubo foto de boda. Ahora, dos trozos de cartulina con el escudo de la Guardia Civil son sus mejores asideros. Cada cartón tiene una frase sola. Y sobre ella Ahmed Tomouch sostiene lo que le queda de aliento y esperanza. «Ahmed es inocente», reza manuscrito en la primera tarjeta, la más vieja. En la segunda, la misma caligrafía del guardia civil Reyes le manda un saludo: «No me olvido de ti».
Ya van para 12 años entre rejas desde que fuera detenido en otoño de 1991. Ahmed sólo encuentra una posible explicación: «Que soy extranjero (marroquí) y pobre». También a extramuros de la cárcel de Can Brians donde pena existe la certeza de que Tommouch fue condenado por sucesivos errores y coincidencias fatales. La peor de todas: su parecido asombroso con otro violador convicto y confeso años más tarde.
Ahmed Tommouch y su fatal destino español. Ayer recolector de frutas y albañil. Hoy más muerto que vivo por unos delitos que el guardia civil Reyes, el ángel protector en esta historia, también sabe que nunca cometió. Aún enfrenta tres sentencias de violación, ya que una cuarta le fue anulada por el Tribunal Supremo (TS) gracias a una prueba de ADN que incriminó al otro, al verdadero, al español Carbonell, su calcomanía.
Ya hace cuatro años que el fiscal jefe del Tribunal Superior de Cataluña, antes incluso de que el Supremo animara a ello, solicitó el indulto del marroquí. Mientras el Gobierno hace oídos sordos a la petición de gracia, el caso está ahora en Estrasburgo, en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que podría pronunciarse en unas semanas sobre el recurso de los abogados defensores (Jordi Claret, Pedro Pardo y Manuel Ollé).
Pero el gran defensor de su causa se apellida Reyes y es guardia civil. Y eso que sólo se han mirado a la cara una vez y de refilón, allá por 1991. El encuentro fue un visto y no visto, pero el preso y el experto en criminalística de la Guardia Civil terminaron con sus vidas cruzadas para siempre. Ahmed iba esposado por un pasillo que terminaba en el despacho del juez, custodiado por dos policías; el guardia civil estaba sentado sobre un banco de aquel pasillo de los juzgados de Tarrasa acompañando a una joven violada que esperaba junto a otras víctimas la rueda de reconocimiento de los presuntos desalmados que por dos largos meses habían conmocionado las provincias de Barcelona y Tarragona.
A las jóvenes víctimas que presenciaron el paseíllo, sin duda ver pasar a aquel tipo esposado les ayudó después, en la rueda de identificación, a fijar para siempre en su memoria el rostro de uno de los dos hombres que las habían asaltado en la oscuridad.La historia es larga e infame. Eterna para el tercer actor de la tragedia: el también marroquí Abderrazak Mounib, condenado junto a Tommouch y que ya nunca conocerá su fin pues murió en su celda de la prisión catalana el 26 de abril de 2000 dejando el eco de ese grito agónico que tanto repitió en vida: «Soy inocente, soy inocente, soy inocente». A sus 48 años, le falló el corazón mientras dormía. Dejó viuda y cuatro hijos, que sobreviven a duras penas en el barrio barcelonés donde Mounib creyó encontrar su tierra prometida.
Al vendedor ambulante marroquí ni siquiera le indemnizaron por el error judicial admitido. En cambio, la familia de Tommouch cobró 18 millones de pesetas. Y si se reconociera que las otras condenas que le mantienen preso fueron también errores, serían más de cien.
Con los años, la historia -que el productor Antonio Pozueco prepara para llevar al cine- se ha vuelto tan enrevesada como el más complejo de los culebrones judiciales, con víctimas que reconocen por error a quien no es, jueces que condenan con solo la rueda de reconocimiento, fiscales que antes acusaban y ahora piden su indulto... Podría resumirse así: en otoño de 1991, tras una oleada de violaciones en pueblos de Barcelona y Tarragona, la policía detuvo a dos marroquíes que fueron identificados por algunas víctimas. No hubo más pruebas en su contra, ni se pudo demostrar que se conocieran entre ellos, pero finalmente fueron condenados hasta en cuatro ocasiones.
Aunque el coche con el que habrían cometido los delitos fue localizado con ellos ya en prisión, y una persona de parecido aspecto al de los marroquíes huyó del cerco policial cuando iba a ser detenido abriendo el vehículo, la suerte de los dos reos estaba echada.¡Culpables!
Pero en abril de 1995 volvieron las violaciones. Si en el 91 los agresores iban armados con una pistola y un bate de béisbol, ahora llevaban palo, machete y una piedra con la que rompían el cristal de los coches de las parejas. Y siempre dos tipos otra vez, que hablaban entre ellos una lengua extranjera. Algunas mujeres, cuando la Guardia Civil les mostró fotos de delincuentes sexuales, señalaron los rostros de Tommouch y Mounib. Pero ambos seguían entre rejas.
Fue entonces cuando todo estuvo a punto de repetirse con fatalidad: tres paquistaníes, identificados por una víctima, fueron detenidos y enviados a prisión. Sólo les salvó el ADN: los restos dejados por los violadores en ropas de las agredidas no contenían la huella genética de ninguno de los paquistaníes.
Meses después, el 20 de junio de 1995, el propio Reyes participaba en la captura del verdadero culpable. Caía la noche cuando un varón corpulento descendió de una furgoneta y se dispuso a tomar un coche vigilado por la Benemérita. «Era bravo de narices», recuerda el guardia la detención. Aún creía que buscaban a un árabe, por eso todos se sorprendieron al oír hablar al detenido.Decía, en perfecto castellano, que se llamaba Antonio, Antonio García Carbonell. «Y era exactamente igual que Tommouch. Dos gotas de agua». Todo empezaba a cuadrar en la cabeza del guardia Reyes: el mismo rostro, igual modus operandi en 1991 y 1995, calcada complexión física... ¿Hemos, entonces, mandado a prisión a dos inocentes?, caviló.

UNA CUESTION MORAL

La respuesta a aquella pregunta tomó cuerpo de informe. Hacerlo le llevó a Reyes casi un año de confirmaciones y desvelos. «Fue un reto personal», explica. El encabezamiento del texto, fechado el 15 de enero de 1996, es esclarecedor: «Detención y condena de dos personas como autoras de varios delitos de violación y otros, los cuales podrían ser inocentes, así como posible identificación de uno de los autores reales de dichos hechos. Personas implicadas: Ahmed Tommouch, Abderrazak Mounib y Antonio García Carbonell».
Ahora Reyes dice más: «Si hubiesen sido españoles, hace tiempo que estarían en la calle». En sus 20 años de uniforme (tiene 38), es la primera vez que se implica tanto. «Vi que los dos eran inocentes. Es una cuestión de moralidad legal. Como ya ocurrió en 1991, en 1995 la mayoría de las víctimas dice que sus violadores son moros y hablan árabe. Pero ¡qué coño!, están hablando calé».Su argumentación convenció a la Fiscalía. No fue fácil: suponía cuestionar demasiadas condenas contra los marroquíes. Fue entonces cuando se procedió a cruzar todos los ADN posibles de las dos oleadas de delitos. De 1991 sólo se conservaban restos biológicos de los agresores en un caso: una violación cometida el 5 de noviembre de 1991 en Olesa de Montserrat (investigada en su día por Reyes) y de la que quedaba un pantalón manchado de semen. Aunque la víctima había reconocido en el juicio a Tommouch y Mounib como sus agresores, el ADN habló salomónico: el autor era Carbonell y alguien más con un grado importante de parentesco con él.
Para el Tribunal Supremo, el dato sirvió para anular (1997) la primera sentencia contra los marroquíes. Sobre el resto de los casos, después, vino a decir que al carecerse de una prueba contundente (faltaban restos para hacer los test genéticos en las demás violaciones del 91), no era posible ni repetir los juicios ni declararlos nulos. «Aparecen datos que nos pueden llevar a la duda razonable pero no a la evidencia, por lo que una salida adecuada a la situación creada por las pruebas adjuntadas al presente recurso de revisión sería la de iniciar la tramitación de un indulto», dice el TS.Para entonces, 30 julio de 2000, Mounib ya había fallecido y Tommouch llevaba casi nueve años preso.
«¿Amigos aquí? No tengo amigos de más de una semana o un mes...La gente entra y sale y yo permanezco», reflexiona hoy el superviviente.A diferencia de Mounib («era el que hacía las huelgas de hambre, muy sufrido. Físicamente, de pesar alrededor de 90 kilos se quedó en unos 50, desmejoró muchísimo», cuenta un abogado), Tommouch ha llevado con más templanza su calvario. Desde un principio, dice él que para no volverse loco, quiso no saber del mundo que había dejado fuera. Aún hoy no ha visto a su esposa, Tlaytmas, que sigue en Nador, en la casa a medio construir que él dejó cuando vino a trabajar a España.
Ni un carta (no sabe leer ni escribir, ni se ha buscado a nadie que lo haga por él), ni una llamada. «Mientras siga aquí me considero una persona muerta», repite. Su hermano Omar, albañil establecido en Martorell, ha sido estos años la única persona próxima que ha tenido. Siempre creyó en su inocencia. Pasó años sentándose cada tarde frente la Casa Cuartel de Martorell. Comía pipas, cabizbajo, y esperaba un milagro. El día que un guardia (después supo que se llamaba Reyes) se le acercó para decirle que su hermano pronto estaría libre, quiso besarle los pies. Pero el final estaba lejos.
La manera en que todo empezó ya hacía presagiar su nefasto discurrir.Noche del 11 de noviembre de 1991. Comisaría de Tarrasa. Un subinspector lee un fax con el perfil de los posibles violadores cuando llega el encargado de la pensión Agut para entregarle las fichas de los últimos clientes. Al ver entre los huéspedes árabes uno regordete (Tommouch) y otro con bigote (de nombre Mustafá Zaidane), el agente creyó tener resuelto el caso. La detención fue cosa de minutos, y la rueda de reconocimiento con las víctimas, al día siguiente. Descartado Mustafá Zaidane, Tommouch, esposado y exhibido por error ante las mujeres que luego le identificarían, quedó atrapado para siempre.
Mounib fue detenido dos días después, en Barcelona. Una de las víctimas le reconoció a través de una foto que la Guardia Civil conservaba de él por un incidente ocurrido al poco de llegar a España, a principios de los 80, en la zona fronteriza de La Junquera donde ejercía habitualmente la venta ambulante. Lo detuvieron por exhibicionismo: había tomado unas copas y se bajó los pantalones en público. Fue su error y, años después, su condena.
Nacionalidad aparte, lo único que se ha podido acreditar que Mounib y Tommouch tenían en común es que disfrutaban de permisos de trabajo y residencia. También, que ambos estaban casados.Ahora, dos de los tres hijos de Tommouch viven en España y acompañan al tío Omar, 50 años, en las visitas de fin de semana. No fue fácil convencer al marroquí preso de que sus chiquillos querían verlo. Pero accedió. «Mira donde me han metido, hijo», fue lo poco que salió de su garganta el día que Halid, de 24 años (tenía 12 cuando le vio partir), le miró tímido a la cara a través de uno de los cristales de la prisión de Can Brians. El segundo encuentro familiar, sin lunas de por medio, fue más emotivo: acudió la hija menor, Hafida (19 años), con la primera nieta, Firdaus.
Desde que entró en prisión, en su casa de Nador ha habido nacimientos y entierros. Y siempre su dolorosa ausencia. De no haber sido por el tío Omar, que compartía su sueldo de albañil con ellos, habrían terminado sin poder comer. Pero no es dinero lo que Tommouch reclama. «¿Cien millones (de pesetas), dices?», reflexiona en voz alta cuando un enviado de CRONICA (la Generalitat no autoriza visitas de periodistas) le plantea la indemnización que le correspondería si se reconociera su inocencia. «No hay dinero que me devuelva estos años. Lo único que me importa es el honor, el mío y el de mi familia, por eso nunca seré yo quien pida el indulto. Eso es cosa de los culpables, no de los inocentes».

CARBONELL EN EL COMEDOR

Hace unos meses, el preso tranquilo Ahmed Tommouch quiso matar a su sombra. Ocurrió en el comedor de la prisión. El marroquí se encontró cara a cara con el hombre que él sabe que le robó la libertad: Carbonell. Aunque español, y de raza gitana, era en 1991 su vivo retrato. Ese «extraordinario parecido físico» (Tribunal Supremo dixit), fue también uno de los argumentos esgrimidos por el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para justificar la concesión del indulto que no llega. Porque «permite comprender la posible confusión de las víctimas en las diligencias de identificación que constituyeron en todos los casos elemento fundamental de la prueba acusatoria».
Por la pelea carcelaria, que Tommouch la pretendía a muerte y Carbonell rehuía pese a los golpes, el marroquí pasó 18 días en una celda de castigo. A Carbonell lo devolvieron a la cárcel de Cuatro Caminos. Aunque pronto cumplirá 70 años -va para 67- y quedará libre por edad, está condenado a varios siglos por seis violaciones cometidas en 1995, y a 42 años más por la de 1991, la del monumental error.
Vendedor ambulante y padre de 10 hijos cuando fue detenido, Carbonell siempre negó su culpabilidad, aunque las pruebas de ADN le terminaran cerrando la boca. «Esto [las violaciones] lo tenemos muy sagrado; nosotros mismos los matamos [a los violadores]», decía. A su juicio llegó con un aspecto muy diferente al que tenía cuando era el doble de Tommouch. El guardia civil Reyes, presente, describe así su camuflaje engañoso: «sílfide, con el pelo por la cintura, una barba más larga que Cristo y la Biblia en la mano». También habló como si fuera «un apóstol». Pero ni aún así: le cayeron de primera 228 años. «Sigue con la Biblia, pero ya no tiene el pelo largo, ha vuelto a su aspecto anterior», dice quien le vio no hace mucho en la cárcel de Cuatro Caminos.
Su desgraciado doble, el inocente Ahmed Tommouch, si el Gobierno no lo remedia concediéndole el indulto, pasará muchos más años encarcelado que él. La Administración penitenciaria catalana, por más que tiempo atrás llegara a estudiar y descartar luego concederle el tercer grado (ir a prisión sólo a dormir), no contempla ningún trato especial al marroquí. «Alcanzará su libertad definitiva en noviembre de 2009», dice un portavoz. Desde finales de 2004, añade, podrá solicitar la libertad condicional. Pero Ahmed, el hombre de los errores y las coincidencias fatales, quiere más: justicia. Y que limpien su nombre.

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EL ADN Y LOS FALSOS RECUERDOS


«Hasta el final, juró y perjuró que habían sido ellos. Por eso se enfadó cuando supo de mi informe de 1996 (identificaba a Carbonell como posible autor)». El guardia civil Reyes habla de la víctima del caso por el que condenaron a los marroquíes y que cinco años después el ADN demostró que el verdadero verdugo fue un español muy parecido a Ahmed Tommouch. Sólo la ciencia sacó a la joven violada de su error.
Está documentado científicamente la existencia, especialmente en víctimas, de falsos recuerdos: terminan poniendo el rostro de un sospechoso al del desdibujado violador que la asaltó en la oscuridad. En EEUU, donde el Proyecto Inocencia ha sacado de la cárcel a un centenar largo de inocentes gracias a pruebas de ADN, hay recogidos testimonios dramáticos de mujeres que admiten cómo en sus pesadillas siguen viendo al agresor con el rostro de quien se ha demostrado que no fue. La psicóloga Margarita Diges, investigadora de los falsos recuerdos y los errores de identificación, va más allá: «No hay relación entre la seguridad con que una víctima identifique y la exactitud». Ha ocurrido que hasta 21 testigos señalaron a un sospechoso. Y todos se equivocaron.
Contra el posible indulto a Tommouch se levantan sobre todo las voces de algunas víctimas (una de ellas con el tiempo se hizo abogada). A veces se han quejado de que sus voces no se oyen.Pero las sentencias condenatorias son sus ecos, que perduran.
El éxito de la rueda de reconocimiento fue la única prueba acusatoria.Ni siquiera cuando, en uno de los casos, se comprobó que la sangre dejada del violador no era la de Ahmed, la duda sirvió de nada.Para el juez, la identificación firme de la víctima pesaba ya como una condena.

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[ EL PAÍS (Cataluña), 13/04/2004 ]


LA CRÓNICA


Dos hombres

ARCADI ESPADA

          Ahmed Tommouhi y Manuel Borraz se encontraron en las páginas de los periódicos. Para eso sirven. Encontrarse en los periódicos es muy parecido a topar doblando una esquina con otro cuerpo que la dobla en sentido contrario. Depende de un hilo. Es probable que los dos que topan hayan gastado el día en asuntos muy diferentes: pero los dos van a encontrarse con precisión implacable. Habría bastado con demorarse un segundo en la limpieza de los dientes. Como el gordo calvo del poema de Szymborska (Un terrorista: él observa), que vuelve al bar por los ”miserables guantes” que dejó olvidados y sólo faltan 10 segundos para la bomba de las trece menos veinte.
          Manuel Borraz leía el periódico y se encontró con el nombre de Tommouhi y su historia. No la ha dejado. Es el único ciudadano que no la ha dejado. La honra cautiva de esta ciudad. Es el único, también, que puede explicar la historia de Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib. Este último ya murió. Este 26 de abril hará cuatro años que murió. El último correo que Borraz envía tiene este subject: ”¿Qué habría pasado si...?”. Y este párrafo: ”Hace cuatro años hubo que lamentar que Mounib falleciera sin haber podido solucionar su problema y se calificó de vergonzosa la lentitud de la justicia. Ahora sabemos ”qué habría pasado si” hubiera seguido vivo: ¡NADA! Lo certifica Ahmed Tommouhi, compañero de infortunios”.
          La historia. La explica Borraz. En 1991 Tommouhi y Mounib fueron condenados por violación, gracias a que algunas víctimas dijeron reconocerles. Algunas víctimas deslumbradas en deslumbrantes ruedas de reconocimiento. Gracias a la perseverancia de su Omar Tommouhi y al grosor técnico y ético de un miembro de la Guardia Civil se pudo concluir que varias de las identificaciones fueron erróneas y en uno de los delitos que les achacaban pudo probarse, gracias al ADN, que otro hombre había sido el culpable.
          El párrafo anterior no habría de engañar a nadie a pesar de su discreto tamaño. Porque en él, entre detención, juicio, recursos y condena anulada, caben ocho años. Fueron los que pasaron hasta que en 1999 la Fiscalía de Cataluña pidió el indulto en razón de las dudas fundadas sobre la justicia de la sentencia condenatoria. Era con esta decisión del fiscal José María Mena con la que Manuel Borraz abría otro de sus antológicos correos desesperados. Éste tenía la higiene como tema. La Fiscalía se lavó las manos, porque la ausencia de ”una prueba objetiva” de su inocencia le impedía impulsar la revisión del caso. Se limitó a pedir un indulto: que Dios te perdone, Tommouhi. El Tribunal Supremo hizo lo mismo. Tampoco había pruebas ”firmes y sólidas” de su inocencia. Que el Gobierno te perdone, sugirió. El Tribunal Constitucional consintió, no sin antes cerrar las puertas a la revisión del caso: que el Gobierno te perdone, Tommouhi. El Defensor del Pueblo se lavó las manos porque no puede opinar sobre asuntos judiciales y só1o le preguntó muy respetuosamente al Gobierno por qué tardaba tanto el indulto. El Rey se lavó las manos porque reina: pero pasó la queja al Gobierno. La Generalitat se lavó las manos, porque no está otro gesto entre sus competencias. Comida y alojamiento no le faltan a Tommouhi, apostilló, sin embargo. Borraz escribía esto en noviembre de 2003. Y remataba: ”Así son posibles 12 higiénicos años de cárcel”.
          Las últimas noticias del correo de Borraz oscilan entre el examen del caso que hará el Tribunal de Estrasburgo y la respuesta que reciba el diputado Pedret, que había preguntado al Gobierno, antes de que el Gobierno cambiara, por qué tardaba tanto en conceder el indulto. ¡Tanto! : casi cinco años desde que lo reclamara la Fiscalía. Casi 13 desde que entraron en la cárcel. Una tarde Mounib dijo a su abogado: ”Acepto los errores, pero ¿algo que dura tanto es un error?”. Quizá hablara de la muerte.
          Tommouhi no conoce a Manuel Borraz. Nunca se han visto. Tal vez sepa algo de él por sus abogados. Tal vez ni eso. Borraz tiene 43 años y es ingeniero. Vive en L’Hospitalet y trabaja en un pequeño taller familiar. No pertenece a nada. Es magnífico. A ningún colectivo con propósitos humanitarios. Incluso debe de ser uno de los pocos barceloneses que no están alistados en la Asociación Protectora de Toros Psíquicos. Tal vez vaya al Fòrum, a verlo, algún domingo por la mañana. Nunca le interesó particularmente el periodismo de sucesos ni las cuestiones judiciales. Sólo es que se fijó en los periódicos. Un día. A la una menos veinte. Un hombre sobre otro hombre. Por nada. Por hombre. Borraz empezó a enviar cartas a ministros, fiscales, concejales, periódicos. En 2002 construyó la web sobre el caso www.geocities.com/eva_bobrow/Tommouhi.html, un claro, conciso y emocionante ejercicio de solidaridad.
          Ya he dicho que Mounib murió en prisión. Ahmed Tommouhi obtendrá este año el tercer grado y podrá salir. Llegará antes el tercer grado que el indulto. Han pasado 13 años. No hay pruebas de que violara a nadie. Hay pruebas (milagrosamente obtenidas) de que no violó a una de las víctimas por cuya agresión fue condenado. Trece años en la cárceL Lo peor no es el error judicial. Lo peor es la burocracia indigna. El desprecio que atesora. Tommouhi dice que rechazará cualquier indulto. Se comprende. Una cosa es morir y otra ser violado.

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[ EL PUNT, 26/04/2004 ]

 

En espera d'un final més digne

Dos homes van ser empresonats fa tretze anys per violacions que mai no van reconèixer

CARME LÓPEZ . Barcelona 


Avui fa quatre anys que va morir a la presó Abderrazak Mounib. Hi va ingressar el 1991, acusat d'una onada de violacions amb la suposada complicitat d'Ahmed Tommouhi. Tots dos van ser jutjats i condemnats amb les rodes de reconeixement com a proves úniques. Anys després, les agressions es van repetir i es va detenir un home que s'assembla extraordinàriament a Tommouhi. Però ell continua a la presó mentre els seus advocats intenten que es reconegui a Europa l'error judicial.

Abderrazak Mounib va morir nou anys després de ser detingut i acusat, juntament amb Ahmed Tommouhi, d'una sèrie de violacions comeses el 1991. Van ser condemnats a més de cent anys de presó i només sis anys després de ser privats de llibertat, el Tribunal Suprem va reconèixer parcialment l'error, i els va absoldre d'alguns dels delictes pels quals havien estat jutjats. Mentrestant, s'havia detingut un home que s'assembla molt a Tommouhi, Antonio Carbonell, com a autor d'una altra sèrie d'agressions comeses el 1995, idèntiques a les del 1991. I un informe de la Guàrdia Civil havia demostrat que el cotxe amb què Mounib i Tommouhi haurien comès les agressions va estar implicat en altres fets delictius dies després que els acusats haguessin ingressat a la presó. «Amb data posterior a la detenció de tots dos, una persona de característiques físiques similars a un dels autors dels fets va intentar recollir el vehicle», recull l'informe. En aquella ocasió, algú que podria haver estat Carbonell va fugir. Mentrestant, Mounib, que insistia en la seva innocència a través dels mitjans de comunicació, encara havia de complir condemna per la resta de les violacions per les quals havia estat inculpat en unes rodes de reconeixement qüestionades per un dels guàrdies civils que van elaborar l'informe exculpatori. En el mateix cas es trobava Tommouhi. La situació va portar el fiscal en cap del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, Josep Maria Mena, a demanar el 1999 un indult parcial al Ministeri de Justícia, pels «seriosos dubtes sobre l'autoria dels fets» i «la raonable possibilitat de la innocència dels condemnats», que ja feia set anys que estaven empresonats. 

 

Cinc anys esperant

 

Era una porta oberta que els condemnats no acceptaven perquè mantenien la seva innocència. No obstant això, per a Mounib no va arribar a temps. Tommouhi, mentrestant, continua esperant resposta, cinc anys després. «És inadmissible que l'administració tingui una perso na durant tant de temps dient-li que podria ser indultat», opina Jordi Pedret, diputat del PSC al Congrés, que durant la legislatura passada va instar el govern del PP a informar d'aquesta qüestió. Per Pedret, el silenci «és impresentable» i es deu al fet que «es diu Tommouhi, i no López». Tommouhi, en règim penitenciari de segon grau, podria obtenir el tercer grau aviat, una solució a què també es nega, segons el seu advocat, Pedro Pardo. «Ara està bastant desmoralitzat», opina el lletrat, que recorda que fa anys el seu client estava convençut que «Al·là l'ajudaria a demostrar que tot havia estat una confusió». De moment, el cas és a les mans del Tribunal Europeu de Drets Humans d'Estrasburg, davant el qual es va presentar una demanda el 2002, amb l'informe de la Guàrdia Civil i almenys quinze interrogants sobre la seva culpabilitat. La llibertat més digna arribaria, doncs, pel camí més llarg. Quan fa quatre anys de la mort de Mounib, Tommouhi encara està esperant que el tribunal europeu digui si admet el cas.

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[ LA VANGUARDIA, 22/11/2004 ]

Condenado por moro

MANUEL TRALLERO

Al señor Ahmed Tommouhi le pasa lo que le pasa por ser quien es. A otros no les pasaría; a otros, sus familiares ya hubieran sido recibidos por el presidente de la Generalitat, como el señor Pujol recibió a los padres del español que estaba en el corredor de la muerte en Miami. El señor Ahmed Tommouhi tiene la desgracia de ser marroquí, de ser pobre y por ello lleva trece años en prisión, los que llevaría el señor Abderrazak Mounib si no hubiera fallecido por un infarto.

Ambos fueron condenados por delitos de violación. La Guardia Civil reconoció en un informe la posibilidad de que se tratase de un error. Y al practicarse una prueba de ADN se confirmó que el verdadero culpable -español- tenía un extraordinario parecido físico. El fiscal del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya solicitó el indulto. El Tribunal Supremo negó la revisión del juicio pero pidió el indulto, y el Defensor del Pueblo también. El anterior gobierno no hizo nada al respecto, y el actual ha incluido el tema entre las cuestiones urgentes. Y él continúa pudriéndose en la cárcel, muriéndose en vida.

Estamos hartos, dolorosamente hartos de ver sentencias absolutorias de violación basadas en motivos tan peregrinos como que la víctima llevaba la falda corta, la penetración no fue consumada o no se opuso la resistencia debida. Y en este caso en que hay informes, pruebas de ADN, parecidos físicos sospechosamente iguales, no pasa nada. No somos racistas, simplemente lo parecemos, cualquier otro en sus mismas circunstancias estaría ya en la calle, él no. Es moro y está en la cárcel por simple y puro racismo. El resto son monsergas, y lo peor del caso es que todos, absolutamente todos lo sabemos.

Primero España tenía malas relaciones con Marruecos, después pasó el 11-S y el 11-M y ahora un violador con permiso penitenciario asesina sádicamente a dos policías, provocando la natural alarma social. ¿Tiene de ello alguna culpa el señor Ahmed Tommouhi? Obviamente ninguna, pero es una víctima más de la criminalización del árabe, del musulmán. Los señores Albertos continúan tranquilamente mientras tanto yendo de cacerías, el señor Roldán está en la calle como el general Galindo. Simple justicia, se aplican las normas, los preceptos, con imparcialidad. Lo que pasa es que siempre pagan los mismos. ¿Nadie piensa hacer nada?, ¿es que acaso esperan que también se muera como el señor Abderrazak Mounib y resolver así el problema? ¿A esto le llama justicia?

¡Por el amor de Dios, hagan algo, pero háganlo ya!

mtrdar@terra.es

 

 

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[ EL PAÍS, 18/07/2005 ]


REPORTAJE

Los 5.000 días de un presunto culpable 

Un marroquí cumple 14 años en prisión y lleva seis esperando que el Gobierno resuelva la petición de indulto del fiscal 

PERE RÍOS  -  Barcelona
    

                        


                        
              Ahmed Tommouhi, en la cárcel
                                       barcelonesa de Brians. (P. R.)


Ahmed Tommouhi tiene 54 años y lleva casi 14 en la cárcel por varios delitos de violación que siempre ha negado. Es lo que suelen hacer prácticamente todos los violadores, pero su caso es muy distinto. Una de esas penas fue anulada en 1998 por el Tribunal Supremo después de que el ADN revelase que no fue él quien cometió la violación, sino Antonio García Carbonell, un violador múltiple y confeso que cumple 228 años de condena con el mismo modus operandi que el atribuido a Tommouhi. Pero es que, además, el marroquí tiene un enorme parecido con el español y se da la circunstancia de que la única prueba de cargo que hubo en los juicios contra Tommouhi fue el reconocimiento de las víctimas.

Por todo eso, el fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, solicitó el 30 de abril de 1999 que el Gobierno indultase a Tommouhi y a Abderrazak Mounib, condenado por los mismos hechos. "Nos queda la duda en conciencia", dijo en su día Mena. Han pasado más de seis años de la petición de gracia y ni la resolvió el Gobierno del PP ni la ha resuelto todavía el del PSOE, pese a los numerosos requerimientos desde diversos sectores.

El Defensor del Pueblo lleva más de dos años pidiendo al Ministerio de Justicia que resuelva la petición, al igual que SOS Racismo. También diversos parlamentarios han interrogado al Gobierno sobre el caso. La respuesta ministerial ha sido la misma que cuando pregunta el periodista. "El caso está en trámite. No puede haber ningún pronunciamiento público sobre el tema", asegura un portavoz de Justicia.

Mounib murió en prisión a principios de 2000 esperando. Tommouhi sufrió un infarto hace meses y estuvo tres semanas hospitalizado. El próximo 20 de julio cumplirá 5.000 días en prisión. Desde primeros de marzo podría estar en libertad condicional, pero si sigue entre rejas es por su convencimiento personal de que es inocente. Hace años que Tommouhi podría haber empezado a tener permisos, lo que unido a un programa de tratamiento en la prisión le hubiera llevado al régimen abierto. Y de ahí a la libertad. Pero siempre se ha negado a acogerse a esos beneficios. "Si no soy culpable, no tengo derecho a permisos. Sólo tengo derecho a la libertad", asegura este hombre afable en una conversación mantenida con EL PAÍS el pasado día 13 en la cárcel barcelonesa de Brians.

Son poco más de las 15.30 y el calor húmedo de Barcelona es agobiante, incluso a la sombra. Tommouhi acude a la entrevista con una botella de litro y medio de agua bien fría, varios zumos que acaba de comprar en el economato y unos vasos de plástico que le facilitan la metáfora sobre su situación. "Tengo cuatro vasos y quito uno porque digo que no es verdad, pero quedan tres iguales al otro. ¿Por qué uno va fuera y los otros siguen en el mismo sitio?", se pregunta.

Fue condenado por cuatro tribunales de Barcelona y Tarragona por delitos de violación. "Si en un caso se ha podido demostrar que no fui yo, ¿por qué en los otros no?". Tommouhi es un hombre sencillo, no sabe leer ni escribir y no comprende ciertos razonamientos jurídicos ni las estrecheces del sistema penal una vez se dicta sentencia. La última oportunidad legal se agotó hace un año, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos inadmitió una demanda para revisar su caso.

"No quieren saber la verdad. No les interesa. Me condenaron porque emplearon el poder, no la justicia", relata este hombre corpulento que no puede evitar que se le humedezcan los ojos. "Me han estropeado el futuro, la juventud, la vida". Si el Gobierno no le indulta no saldrá de prisión hasta julio de 2009. Es decir, le quedan todavía cuatro años entre rejas.

"Ellos me buscaron la cárcel, que me busquen ahora la libertad", dice. Y no puede evitar decir que si no fuese marroquí no estaría entre rejas. "Soy un pobre inmigrante, un moro como se dice aquí, que vino a buscar trabajo y encontró injusticia".

Tommouhi recibe a menudo la visita de su hermano, de su hijo y de su hija, que ya le ha hecho abuelo. No quiere ni pensar qué hará cuando salga de la cárcel un día u otro. Al final de la entrevista tampoco puede evitar entregar una carta escrita con ordenador que le ha redactado su compañero de celda en la que recuerda que él no ha pedido el indulto para recuperar "una libertad que no mereció perder".

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El PSOE pedía clemencia cuando era oposición

P.R. - Barcelona

Cuando el PSOE estaba en la oposición, mantenía una postura muy distinta a la que defiende ahora, en el Gobierno, en relación con el indulto de Ahmed Tommouhi. El 23 de julio de 2003, el diputado socialista Jordi Pedret formuló dos preguntas al Gobierno requiriéndole sobre "las razones que justifican la tardanza en la respuesta" a la petición de indulto de la fiscalía.

En esa pregunta, Pedret interrogaba muy directamente sobre si "tiene el Gobierno la intención de resolver en un plazo inmediato dicha solicitud de indulto". El diputado socialista argumentaba que "no se alcanza a comprender la tardanza que se está produciendo en el presente caso de tramitación del indulto" en el que el condenado "se ha proclamado siempre como totalmente inocente" y la solicitud de gracia cuenta con el "distinguido aval" de la fiscalía.

Pedret añadía en sus preguntas parlamentarias: "Si la tardanza en la Administración de justicia es un mal en sí, y difícilmente reparable, la tardanza en responder a una petición de gracia participa, sin duda, de tal carácter".

La respuesta del Gobierno fue que el caso se estaba estudiando y que seguía su trámite administrativo.

Ahora, con el PSOE en el Gobierno, es el diputado ecosocialista Joan Herrera, de Izquierda Verde, quien ha preguntado al Ejecutivo sobre la situación de Tommouhi, que, a su juicio, "se está convirtiendo en insostenible, ya que continúa encarcelado". Herrera alude, como hiciera Pedret en su día, a que la petición de gracia la formuló el propio fiscal Mena y asegura que la medida de gracia es la "única vía procesalmente posible para deshacer la insólita situación que sufre el afectado". Según este diputado, "es inaudito que el Gobierno todavía no haya adoptado una decisión al respecto".

La respuesta a la pregunta ha sido muy similar a la que en su día ofreció el Gobierno del Partido Popular. "En estos momentos, el asunto está siendo estudiado, y se espera que pueda ser resuelto en el plazo más breve posible, teniendo en cuenta las complejas circunstancias derivadas de la gravedad de los hechos y de los diversos delitos por los que ha sido condenado".

 

 

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[ EL PAÍS (Cataluña), 18/07/2005 ]


LA CRÓNICA

La política

ARCADI ESPADA

La pregunta es de qué sirve la política si no puede sacar de la cárcel a un hombre que ha pasado allí, injustamente, 4.998 días. La historia de Ahmed Tommouhi. Hace más de 13 años fue acusado de varias violaciones. Las tremendas irregularidades de la investigación y una prueba de ADN llevaron a la Fiscalía de Barcelona a solicitar el indulto en abril de 1999. Un año después, el Tribunal Supremo instaba a lo mismo. De la actitud de las instancias judiciales se desprende la molesta evidencia de haber condenado a un inocente. Cualquier interesado en tener la misma sensación puede acudir a la web http://www.geocities.com/eva_bobrow/ Tommouhi.html que levantó hace años Manuel Borraz, ciudadano ejemplar. Allí destacan dos hombres atrapados por el azar. Uno de ellos, Mounib, murió en la cárcel. Tommouhi, el superviviente, ha superado ya un infarto: gente que sabe de su vida asegura que pasa los días pegado a la radio y a las noticias, como un insecto en la ventana. Al igual que muchas de las más nobles actividades humanas, la política tiene por objeto la vigilancia del azar. Se trata de impedir, hasta donde sea posible, que el azar gobierne la vida. El azar encarceló a Tommouhi. A cualquiera podría pasarle, aunque es evidente que hay grupos de riesgo, como los temporeros y los magrebíes. No afecta a todos por igual: no hay que ser alarmistas. ¿Qué ha hecho hasta ahora la política española para combatir las indeseables circunstancias del azar? Está escrito y basta observarlo.

En el invierno de 2003 gobernaba el Partido Popular en España. El diputado socialista Jordi Pedret lo había interpelado públicamente sobre el caso Tommouhi. Esta fue la respuesta del Gobierno, con fecha 30 de diciembre: "El Consejo de Ministros, a quien compete su resolución, tiene previsto resolver este asunto en el plazo más breve posible, atendiendo a la dificultad del caso, ya que existen varios delitos cometidos por D. Ahmed Tommouhi, todos ellos de suma gravedad, para los que está siendo tramitado expediente de indulto y requieren de un análisis y estudio detallado".

La pasada primavera gobernaba en España el partido socialista. El diputado Joan Herrera, de Iniciativa, recibió el pasado 16 de junio esta respuesta del Gobierno: "En cuanto a si tiene intención el Gobierno de adoptar una decisión respecto a la petición de indulto en favor del Sr. Tommouhi, en estos momentos, el asunto está siendo estudiado, y se espera que pueda ser resuelto en el plazo más breve posible, teniendo en cuenta las complejas circunstancias derivadas de la gravedad de los hechos y de los diversos delitos por los que ha sido condenado".

Los hechos son graves. Complejos. Deben ser estudiados. "En el plazo más breve posible". La coincidencia en el sarcasmo es absolutamente textual. "... el plazo más breve posible": seis años después de la petición de indulto formulada por el fiscal José María Mena.

Cuando se examina la actitud del propio encarcelado, la conducta de la política es aún más dura de asumir. Tommouhi dijo siempre que rechazaría el indulto, y volvió a repetirlo cuando en el año 2000 el Tribunal Supremo se negó a reabrir su caso, solicitando, sin embargo, que otros (defensores, jueces, fiscales) tomaran la iniciativa de liberarle. Esa decisión del Supremo es puramente antológica. Así la contaba en su día la agencia Europa Press: "El Tribunal Supremo ha desestimado la petición de revisar las tres condenas de Ahmed T., a pesar de reconocer que existen datos que pueden llevar a una 'duda razonable'. A cambio, el Supremo insta al abogado de T., la Fiscalía y los tribunales que les condenaron a solicitar el indulto". La nota de la agencia era exacta. El Supremo hablaba textualmente de "dudas razonables" en las pruebas que los condenaron. Hay que descomponer el sintagma para verlo bien. "Dudas" y "razonables". Y, sobre todo, era exacto el "a cambio". La decisión del alto tribunal supuso para Tommouhi la certeza de que iba a seguir en la cárcel hasta el año 2009. Si no moría antes, claro está. En ese año acabará de cumplir su pena. Después de más de 17 años.

Es probable que la política se acoja a un cierto cinismo para justificar su desidia intolerable. "Tampoco iba a aceptar el indulto, el condenado", quizá se diga, cuando debía ser, precisamente, esa actitud moral la que más debía urgirle en el cumplimiento de sus obligaciones. Nótese otro detalle en absoluto menor: Tommouhi no pide nada; acaso memoria, aunque no se la pide al Gobierno. Pero los ciudadanos sí piden, respetuosamente, al Gobierno que resuelva. Ni siquiera su asentimiento al indulto, que resuelva. Es completamente inquietante la manera en que Tommouhi fue condenado. Un punto menos, sin embargo, que la inhibición de la política. La gente entiende los errores judiciales, pero es especialmente sensible para advertir cuándo la desidia acaba convirtiéndose en una forma terrible de prevaricación.

Pasado mañana cumplirá 5.000 días de cárcel. Ahora el sintagma no se entiende ni siquiera desmenuzándolo. No hay mirada que sostenga en pie esos días. Al caer la tarde del miércoles, su familia, sus amigos y sus implicados lo recordarán en la plaza de l'Era del Pedró de Martorell, adonde tenía que haber vuelto.

 

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[ EL PAÍS, 8/8/2005 ]

 

REPORTAJE / ERRORES JUDICIALES

 

Francisco Javier G. R. ha sido absuelto por el Tribunal Supremo tras pasar más de cinco años en prisión condenado por haber agredido sexualmente a un niño de nueve años, un delito que no cometió. Numerosas condenas a inocentes se deben a reconocimientos erróneos que hacen víctimas o testigos. El Supremo y el Constitucional consideran que estos testimonios pueden ser suficientes para condenar. En España no hay estadísticas de identificaciones equivocadas, pero en EE.UU., el 80% de las condenas a inocentes se deben a errores relacionados con ellas. Algunos condenados, como dos hombres acusados de violación en Barcelona en 1994, son absueltos años después gracias a las pruebas de ADN.

 

Inocentes en la cárcel 


Numerosas condenas se basan en reconocimientos erróneos que hacen algunas víctimas y testigos

MÓNICA C. BELAZA / BRAULIO GARCÍA JAÉN  -  Madrid

Pasó casi seis años en prisión por un delito que no había cometido. Ahora sólo quiere encontrar trabajo y "olvidar lo antes posible todo lo ocurrido durante los últimos años", relata conmocionado Francisco Javier G. R. Fue detenido en 1999 y condenado por la Audiencia Provincial de Cádiz a 12 años de cárcel por la violación de un niño de nueve. El menor le había identificado cuatro veces "de forma inmediata, sin la menor duda". Se equivocó. El Tribunal Supremo lo absolvió el pasado junio, tras aparecer nuevas pruebas que demostraban que estaba trabajando en su tienda de informática cuando ocurrieron los hechos.
    En Cataluña, Ahmed Tommouhi y Abdelrrazak Mounib fueron condenados a 51 años de cárcel por la violación repetida de una mujer en Olesa de Montserrat (Barcelona) en 1991. El verdadero agresor fue detenido cuatro años más tarde y el Supremo los declaró inocentes en 1997, gracias a pruebas de ADN. José Manuel R. D., abogado gallego, fue condenado a nueve años de cárcel en 1999 por dos atracos a bancos y detenido por otros 13. En 2003 apareció el verdadero atracador.
    En todas estas condenas hay un elemento común: la única prueba de cargo fue la declaración de las víctimas (testigos en el caso del abogado gallego), que rotundamente identificaron a personas inocentes como autores de los delitos. El Tribunal Supremo y el Constitucional consideran que el testimonio de una víctima o testigo puede ser prueba suficiente para condenar. Y lo que más valoran es la seguridad con la que se reconoce al acusado.
    Este criterio es rechazado por la llamada psicología del testimonio. Los expertos coinciden en que, a lo largo de los procedimientos de identificación, las víctimas muchas veces ponen la cara del sospechoso al recuerdo borroso que tienen del agresor. ¿Cómo llega una víctima o testigo a reconocer, con total seguridad, a una persona inocente como culpable? La catedrática de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid Margarita Diges y el profesor de la Universidad de Elche José J. Mira indican en un artículo que en las identificaciones erróneas influyen múltiples factores: el tiempo pasado entre delito y reconocimiento, la edad y sexo de víctima y agresor, los prejuicios y el tipo de agresión. Afirman que no hay relación entre la seguridad de la víctima al identificar y la exactitud del recuerdo.
    Frente a la creencia común de que las víctimas de un delito graban en su memoria todo lo ocurrido, en realidad la angustia y el estrés hacen muy difícil que tengan la "objetividad necesaria para registrar los detalles del delito y de su autor", afirma el magistrado del Tribunal Supremo Perfecto Andrés Ibáñez.
    Diges y Mira señalan que los sistemas de identificación de la policía y los jueces pueden influir en los testigos y crearles falsos recuerdos. Al cometerse un delito, normalmente víctimas y testigos van a comisaría para hacer la denuncia y una primera declaración en la que describen al autor. La policía les enseña álbumes de fotos de sospechosos, en los que sólo debe haber personas que hayan cometido delitos de iguales características. Si identifican a alguien, se suele realizar una rueda de reconocimiento en la que, con el sospechoso, tiene que haber personas de características físicas similares.
    Este protocolo de actuación no siempre se cumple. Francisco Javier G. R. no había sido nunca detenido ni condenado por un delito contra la libertad sexual y, pese a ello, su foto fue mostrada por la policía a un niño violado. Y un fiscal de Murcia cuenta, atónito, que hace una semana presenció una rueda de reconocimiento en la que el sospechoso, negro, estaba acompañado sólo por blancos.
    No es raro que el juez ordene repetir una rueda para ver si el testigo se ratifica, lo que, según el magistrado Andrés Ibáñez, no tiene sentido. "Una primera identificación equivocada sirve para que luego el testigo identifique al sospechoso sólo porque le suena de la primera rueda", explica.
    La mayoría de los jueces suele considerar que las irregularidades de la investigación policial se solventan con la ratificación de los testigos en el juicio, ya que se entiende que "frente al tribunal se dan todas las garantías", indica Vicente Guzmán Fluja, catedrático de Derecho Procesal de la Universidad Pablo de Olavide. Los psicólogos consultados aseguran que la certeza de un testigo en el juicio no es relevante si las identificaciones previas han sido irregulares.
    Los jueces plantean que es difícil no hacer caso a la víctima cuando su declaración es la única prueba. El magistrado Perfecto Andrés Ibáñez indica, sin embargo, que hay pocos casos "puros" en los que sólo esté la palabra de la víctima contra la del acusado. Casi siempre hay otras pruebas, aunque a veces "no son tomadas en consideración porque en España los tribunales motivan poco las sentencias", señala. Cuando se analizan "rigurosamente" todas las pruebas aparecidas a lo largo del procedimiento, "a veces se llega a la conclusión de que no se puede condenar". Y si realmente no hay más pruebas, "en un Estado de Derecho debería primar la presunción de inocencia del acusado", concluye.
En el caso de Francisco Javier G. R., ninguna prueba objetiva corroboró la declaración de la víctima. Y había pruebas a favor. Una empleada de la academia de Francisco Javier había asegurado haber hablado con él, en persona, a la hora en que ocurrieron los hechos, pero en la sentencia ni siquiera se hace referencia a ese testimonio. Sólo por el empeño de su mujer, que consiguió dos testigos que probaron su inocencia dos años después de la condena, ha salido de la cárcel.
¿Cómo repara el Estado a las víctimas de errores? Con indemnizacione que dependen de las circunstancias. No hay tablas. Los criterios que maneja el Supremo para la cuantía son el tiempo de privación de libertad, la edad, salud, el delito, la huella que haya dejado la cárcel en la personalidad. Por un año de prisión preventiva, el Supremo otorgó a un chico de 21 años una indemnización de 20 millones de pesetas en 1999.
    En España no hay estadísticas sobre identificaciones erróneas, pero en EE UU las cifras señalan que son causa del 80% de las condenas a inocentes, según el presidente de la Asociación Americana de Psicología Legal, Gary L. Wells. El miércoles pasado, Luis Díaz, de 67 años y origen cubano, fue excarcelado en Miami tras 26 años en prisión por violaciones que no había cometido. La única prueba en su contra: ocho víctimas le habían identificado, sin dudar, como su agresor.

 

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161 excarcelados en EE UU gracias a pruebas de ADN 

 

M. C. B / B. G. J., Madrid 

 

Con Luis Díaz, excarcelado después de que el ADN demostrara que no era el autor de las violaciones por las que cumplía condena desde 1979, son 161 los inocentes que han salido de la cárcel en EE UU gracias a estas pruebas. 

    El abogado de Díaz, Barry Scheck, es uno de los letrados que fundó en 1992 Proyecto Inocencia, una ONG neoyorquina, dedicada en exclusiva a la excarcelación de inocentes. Muchos de ellos esperan en el corredor de la muerte a que se revise su caso. 

    Las pruebas de ADN, que empezaron a utilizarse en este país en 1986, no sólo han sacado de la cárcel a inocentes, sino que están evitando que muchos sean condenados injustamente. El FBI ha retirado en los últimos años cargos contra 2.000 personas en casos en los que las pruebas de ADN desmentían las identificaciones realizadas por testigos. De no haberse practicado esta prueba, esas 2.000 personas podrían haber sido condenadas.

    Además del trabajo legal, Proyecto Inocencia se ha ocupado de estudiar los factores que inciden en los errores judiciales. En 61 de las primeras 70 excarcelaciones se habían producido errores en la identificación por parte de testigos o víctimas del delito. Otras causas frecuentes son la utilización de métodos forenses de baja calidad, que en ocasiones incluso provocan que se pierdan las pruebas biológicas; abogados defensores despreocupados, malas prácticas en la investigación policial o en el procedimiento judicial; prejuicios raciales de los jueces y jurados.

    El éxito de Proyecto Inocencia está cuestionando el sistema judicial norteamericano. Los estudiantes de Derecho que colaboran con la organización están examinando más de 200 casos de reclusos que han pedido que les representen, y otras 4.000 solicitudes están pendientes de analizar.

    En 2002, el entonces gobernador de Illinois, George Ryan, impresionado por el elevado número de condenas a inocentes, conmutó 174 sentencias de muerte por cadenas perpetuas. Y cuatro estados norteamericanos han creado Comisiones de Inocencia, que investigan cada error judicial para determinar qué ha fallado e intentar evitar que se repita.

    Sólo el 20% de los casos penales graves en Estados Unidos cuentan con ADN u otras pruebas científicas, por lo que Proyecto Inocencia plantea la necesidad de poner en marcha inmediatamente algunas medidas para evitar que más inocentes entren en prisión: nuevas técnicas de identificación de testigos oculares que garanticen que éstos no se vean influidos por la policía en los reconocimientos; controles de los laboratorios en la conservación de las pruebas y normas que garanticen la calidad de los abogados de oficio.

 

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A la espera de un indulto 


Ahmed Tommouhi lleva 13 años en la cárcel por condenas dudosas 


 

M. C. B. / B. G. J.  -  Madrid


Los marroquíes Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib fueron acusados de haber violado a varias mujeres en 1991. Hubo cinco procedimientos judiciales contra ellos entre 1992 y 1994. En todos, las identificaciones realizadas por las víctimas fueron las únicas pruebas de cargo. En uno fueron absueltos porque la sangre analizada no era de Mounib ni de Tommouhi. Las víctimas, sin embargo, los habían identificado.En los otros cuatro casos fueron condenados.
    Una de estas condenas, al menos, fue errónea. Eran inocentes. En ese proceso, en 1994, aparecieron restos de semen, pero no los suficientes para poder ser analizados. Los avances científicos permitieron, sin embargo, resultados en 1996: el ADN demostró que eran inocentes y que el violador era otro, Antonio García Carbonell, muy parecido físicamente a Tommouhi. El Supremo los absolvió en 1997. La víctima había errado al reconocerlos.
    Tommouhi sigue en la cárcel por las otras tres condenas. Mounib murió en 2000 en prisión. El fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, pidió el indulto para ambos en 1999, por las "serias dudas" que albergaba sobre las condenas pendientes, pero el Gobierno lleva seis años sin resolver el expediente. Tommouhi no ha solicitado indulto: "Es para los culpables, y yo soy inocente", afirma. Su abogado denuncia las múltiples irregularidades que han salpicado el caso:
    - En uno de los procedimientos, la policía encontró muestras de sangre que resultaron no ser ni de Tommouhi ni de Mounib, pero el tribunal las desestimó porque se habían tomado sin mandato judicial.
    - Todas las violaciones fueron de noche y a veces los agresores alumbraron a las víctimas a la cara, con linternas. La descripción que hacen de los violadores varía: a casi todas les parecieron magrebíes, aunque dos hablaron de "aspecto agitanado". Para una, "hablaban muy bien castellano"; para otra, "con acento suramericano"; hubo quienes sólo oyeron "español", y otras, sólo "árabe", según un informe de la Guardia Civil.
    - El agente Reyes Benítez, presente el primer día que las víctimas reconocieron a Tommouhi, vio cómo pasó esposado por delante de los testigos antes de la rueda de reconocimiento, lo que pudo condicionar la identificación. Ese día todos le señalaron como agresor.
    - El coche que más usaron los violadores fue localizado cuando Mounib y Tommouhi estaban encerrados. El conductor huyó y en el maletero aparecieron un arma, un bate y linternas como los descritos por las víctimas. Nunca se tomaron huellas ni muestras.

 

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El falso atracador de bancos

 

Un abogado gallego fue confundido durante seis años con un ladrón 

    

    M. C. B. / B. G. J., Madrid 

 

   ”Sabemos que eres tú, lo que pasa es que eres muy inteligente”, le dijo un guardia civil a José Manuel R. D. cuando éste le aseguraba que no era el atracador de bancos que estaban buscando.

    La pesadilla de este abogado gallego empezó en mayo de 1997, cuando la Guardia Civil le detuvo por primera vez. Le acusaban de haber atracado dos bancos en Noia (A Coruña) y uno en Forcarei (Pontevedra). Fue juzgado sólo por los dos atracos de Noia (para el otro tenía coartada) y condenado en 1999 a nueve años de prisión. Varios testigos le habían identificado como autor del delito.

    El día en que se cometió uno de los robos, él estaba con su mujer. Para el segundo, presentó en el juicio nueve testigos que declararon que se encontraba en Orense cuando ocurrieron los hechos, pero el juez decidió condenarle a pesar de todo. Recurrió la sentencia y no llegó a entrar en la cárcel.

    Durante los siguientes seis años, fue detenido en diversas ocasiones, acusado de atracar hasta 15 bancos por toda Galicia. Más de veinte testigos le reconocieron. Al darse cuenta de que probablemente se parecía mucho al verdadero atracador, empezó a idear estrategias para tener testigos de todo lo que hacía. ”Apuntaba con quién y dónde pasaba cada hora del día”, relata José Manuel. Para tener pruebas de que estaba en Orense y no le pudieran acusar de estar atracando bancos en otras partes de Galicia, ”iba dos veces al día al notario, a primera hora de la mañana y al mediodía, que era cuando el atracador solía actuar”, explica. Acumuló l l8 actas notariales.

    Pensó en ponerse un chip localizador en el cuerpo. Cuando se iba de vacaciones, avisaba a la policía de dónde iba a estar y dejaba teléfonos para que le encontraran. ”Incluso pedí a la Guardia Civil que me siguiera las 24 horas del día”, asegura. ”Les llegué a ofrecer una cama en mi casa y que pusieran cámaras. Sólo quería demostrar que no era yo el que robaba”. Pero los testigos de los atracos siempre le identificaban. Afortunadamente, con el registro tan exhaustivo que llevaba de sus movimientos, no pudieron volver a condenarle.

    Finalmente, en 2003 detuvieron al verdadero atracador, que había pasado esos seis años jugando tranquilamente al golf. Al día siguiente, José Manuel fue absuelto de los dos atracos de Noia, los únicos por los que llegó a ser condenado, y su vida pudo volver a la normalidad.

 

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[ Revista CONTEXTOS (Escuela de Periodismo UAM / El País),  20/12/2005, pp. 18 y 19 ]



Condenado por la cara

Ahmed Tommouhi fue sentenciado en Barcelona a 54 años de cárcel por una violación de 1991. El ADN probó ocho años después que era inocente. La víctima le había confundido con el violador, casi idéntico. El Gobierno lleva seis años sin resolver su indulto por otras tres condenas, “dudosas” según el fiscal jefe de Cataluña.

B. GARCÍA JAÉN / M. C. BELAZA 

 

Entre abril y junio de 1995, cinco chicas fueron violadas delante de sus novios en parajes apartados de Barcelona y Tarragona, siempre por la noche. Los atestados policiales hablaban de dos hombres que golpeaban los cristales del vehículo de los amantes, abrían las puertas, los sacaban a golpes y, a punta de pistola, les robaban. La descripción de uno de ellos se repetía: “De raza norteafricana, grueso, con bastante barriga, papada, pelo corto, de unos 50 años, entradas pronunciadas, sobre 1,60 de estatura”, declaró una víctima de Castellbisbal (Barcelona). Hablaban en una lengua que “parecía árabe”. Cuatro chicas señalaron como uno de los violadores a Ahmed Tommouhi, marroquí nacido en 1951, cuando un guardia civil les mostró su fotografía. Tommouhi, sin embargo, llevaba años en la cárcel de Can Brians: lo habían detenido en noviembre de 1991.
La idea de mostrar a las víctimas de 1995 la foto de Tommouhi, condenado por cuatro violaciones muy parecidas cometidas en el otoño del 91, aun sabiendo que estaba en la cárcel, se le ocurrió al guardia civil Reyes Benítez tras detener al que resultó ser el violador del 95, Antonio García Carbonell. Sospechó que éste era también el autor de las violaciones por las que habían sido condenados Tommouhi y Abderrazak Mounib, el otro marroquí encarcelado por los mismos hechos del 91. “En las fotos publicadas se parecen mucho, pero es que en la que llevaba Carbonell en el carnet de conducir eran idénticos”, recuerda Benítez.

Esa coincidencia desencadenó una nueva investigación policial concluida en 1996. El informe advertía de que en lugar de "árabe", lo que tanto las víctimas del 91 como las del 95 podían haber oído era caló. García Carbonell es gitano, de Sabadell, y habla esa lengua. La brutalidad de los ataques y la oscuridad de los lugares donde se cometieron podrían haber provocado que las víctimas se equivocaran al identificarlo, añadía. Nunca apareció ninguna prueba que inculpara a Tommouhi y Mounib, ni siquiera de que se conocieran, remataba.
El Tribunal Supremo ordenó rastrear en 1997 si quedaban restos de las violaciones de 1991 y analizar el ADN. Sólo se recuperaron muestras de una, ocurrida en Olesa de Montserrat (Barcelona).
El resultado los absolvió: ni Ahmed Tommouhi, ni Abderrazak Mounib, el otro marroquí condenado por la misma ola de violaciones, eran los autores, aunque la chica violada no había tenido nunca “ninguna duda” de que eran ellos, según la primera sentencia. Las pruebas de ADN demostraron que los culpables de esa violación eran García Carbonell y un pariente suyo muy cercano, nunca localizado.
Tommouhi lleva 14 años preso por otras tres penas que pesan sobre él por las violaciones del 91, de las que no se recuperaron nuevos restos biológicos. Mounib murió en la cárcel en 2000, cumpliendo dos condenas relativas a los mismos hechos. Por las “dudas razonables” que existen sobre su culpabilidad, el fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, solicitó el indulto para ambos en 1999. El Gobierno español lleva seis años sin resolverlo. 

No fue el único caso, sin embargo, en el que existieron pruebas de ADN y sangre que exculpaban a Tommouhi. También las hubo en el caso de dos menores violadas en Cornellà. Pero la sección 5ª de la Audiencia de Barcelona las desestimó en su día porque no constaba “la cualificación científica o técnica” de los autores del informe. Aunque lo cierto es que los peritos pertenecían a la Policía Científica. “Me parece una barbaridad que se dude de la cualificación de la policía. ¿Por qué no se les pidió el título?”, se pregunta Pere Ramells, abogado defensor de Tommouhi en ese caso.
La sentencia de Cornellà argumentaba además que la recogida de muestras no la había ordenado el juez de instrucción. Éste, sin embargo, no sólo autorizó los análisis, sino que ordenó a la prisión que remitiera “urgentemente” a la Policía Científica las extracciones de sangre de Tommouhi para contrastarlas con los restos de la ropa de una de las menores violadas. “El respeto a las garantías formales del procedimiento nunca puede perjudicar al reo”, afirma el magistrado José Antonio Martín Pallín, en su despacho del Supremo. Ni la sangre de la camisa ni el semen de la braga de la menor eran de Ahmed.
La defensa de Tommouhi anunció un recurso ante el Supremo, pero los dos abogados de oficio encargados nunca lo tramitaron. “Ni siquiera me consultaron”, se lamenta Ramells. La misma sección quinta de la Audiencia de Barcelona se pronunciaría luego a favor del indulto. 

 

Ruedas de reconocimiento 

 

Ahmed Tommouhi envió en 1991 una carta a su familia, en Marruecos. Les contaba que estaba en la cárcel de Can Brians, pero que esperaba salir pronto. No fue así. Desde entonces se niega a reconocer nada de lo que le ha pasado.
No ha vuelto a hablar con su mujer, que sigue en Nador, viviendo con su hija mayor. “No quiero oírla llorar”, escribió a su abogado. No ha aceptado ningún beneficio penitenciario. No pide el indulto. Sólo quiere que se reconozca su inocencia. Hoy lleva 5.158 días en prisión. Si recibe una nueva visita, habla de antes de su detención como si se hubiera interrumpido el tiempo. El tiempo, sin embargo, pasa.
Sus padres han muerto sin volverlo a ver. Sus tres hijos han crecido sin él, mantenidos por su hermano Omar. “Apenas conozco a mi padre”, lamenta su hijo, Khalid. Él y su hermana pequeña, de 27 y 22 años respectivamente, lo visitan desde hace cuatro, los mismos que llevan viviendo en España. El Ministerio de Justicia, que declina comentar su caso, ha publicado este mes una carta al director en un diario nacional ofreciéndole el beneficio de trasladarse a una prisión marroquí. “¿Qué ha hecho mi padre para acabar en una cárcel de Marruecos?”, se pregunta Khalid en un café de Barcelona. En Nador, la casa que empezó a levantar con sus manos antes de venir a España, sigue sin terminarse.
Si el Gobierno no lo indulta antes, saldrá el 20 de octubre de 2009.

 

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EL INDULTO, LA ÚNICA SALIDA LEGAL


El Tribunal Supremo absolvió en 1999 a Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib, gracias a pruebas de ADN, de dos violaciones cometidas en Olesa de Montserrat por las que cumplían condena desde 1991. Pero ellos siguieron en la cárcel por otras violaciones de las que no se habían conservado restos biológicos.
Basándose en el parecido físico entre Tommouhi y García Carbonell y en dos informes de la Guardia Civil que detallaban las irregularidades de la investigación, Tommouhi y Mounib acudieron al Tribunal Supremo para que revisara el resto de sus condenas.
Sólo podían acogerse al recurso de revisión, que, en España, presume la culpabilidad del reo una vez que su condena es firme. De hecho, sí que existieron restos biológicos en otro caso, en el de dos chicas violadas en Cornellà. Pero como el tribunal las desestimó en su día, el Supremo no las puede volver a valorar una vez que la sentencia es firme.
A partir de ahí, el condenado tiene que demostrar su inocencia. A falta de nuevas pruebas, era imposible que Tommouhi y Mounib pudieran hacerlo y no se admitió la revisión. Aún así, el fiscal habló de “dudas muy fundadas” sobre su culpabilidad.
Y el propio Supremo, tras decir que la letra de la ley le impedía absolverlos, recomendó el indulto.
Acudieron después al Constitucional y al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que no admitieron los recursos por un problema de competencia. El único camino que le queda ahora a Tommouhi —Mounib murió de un infarto en la cárcel en 2000— es el indulto, solicitado por el fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, en 1999 y apoyado por el Tribunal Supremo y el Colegio de Abogados de Barcelona.
Los tres plantean que las dudas sobre su culpabilidad aconsejan su puesta en libertad. El acusado no lo ha pedido, pues considera que el indulto es para los culpables y él es inocente.
El expediente de indulto lleva seis años sin resolverse. El PSOE, estando en la oposición, preguntó al Ejecutivo popular en el Congreso sobre el porqué de la demora. Ahora, en el Gobierno, no lo concede. El pasado julio, el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, justificó la posición de su Gobierno debido a la “gravedad de los delitos” por los que fue condenado Tommouhi. Admitió que el expediente, cinco años y medio después de la solicitud, no había llegado al Consejo de Ministros. “El Gobierno es muy riguroso”, explicó. Seis meses después, sigue estudiándolo. 

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