HEMEROTECA
(2)
|
Artículos
( posteriores a
la puesta en libertad de Ahmed Tommouhi ) |
Lo
que sigue es una selección de
artículos, no una
recopilación de todo lo publicado en la prensa sobre
el caso. Se pretende que sirva para complementar la
información recogida en
otras secciones de esta web, aportar datos de interés humano
que también forman
parte de la historia, así como recordar algunos de los
artículos de opinión
publicados.
Algunos
de los textos pueden
contener errores de detalle, que son responsabilidad
exclusiva de sus autores.
Listado
de artículos
reproducidos íntegramente más abajo:
- El marroqui
que fue confundido con un violador
confeso sale en libertad tras 15 años en prisión
(Pere
Ríos / Mónica C. Belaza)
[
EL PAÍS, 21/09/2006 ]
- «Ahmed
es inocente»
(Ildefonso Olmedo)
[ EL
MUNDO, 24/09/2006; suplemento CRÓNICA, nº 569 ]
- Quinze anys
predicant en el desert
(Sílvia
Barroso)
[ EL
PUNT, 25/09/2006 ]
- "Estoy en
la calle, pero no soy todavía un hombre libre"
[...] (Pere
Ríos / Mónica C. Belaza
/ Braulio García Jaén)
[ EL PAÍS,
26/09/2006 ]
- Ahmed Tommouhi:
'Quiero recuperar mi honor y el de mi familia'
[ Terra
Actualidad - EFE, 26/09/2006 ]
- Dos noticias
(Arcadi
Espada)
[ EL
MUNDO, 30/09/2006 ]
- Cara a cara con su salvador (Ildefonso
Olmedo)
[ EL
MUNDO, 08/10/2006; suplemento CRÓNICA, nº 571 ]
- "La doble condena de Ahmed" (Pere
Ríos)
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[ EL
PAÍS, 21/09/2006 ]
El
marroquí que
fue confundido con un violador confeso sale en libertad tras 15
años en prisión
El fiscal
Mena pidió en 1999 un indulto que denegaron
los Gobiernos del PP y del PSOE
PERE
RÍOS / MÓNICA C. BELAZA -
Barcelona / Madrid
El marroquí Ahmed Tommouhi salió el pasado lunes
por la tarde de la cárcel
barcelonesa de Brians, en libertad condicional. Llevaba más
de 15 años preso
por cuatro violaciones y un robo, y los últimos siete
años ha estado esperando
un indulto del Gobierno que jamás llegó. La
medida de gracia no la había
solicitado el recluso, quien en todo momento había clamado
su inocencia y
sostenido que "el indulto es para los culpables", sino el fiscal jefe
de Cataluña, José María Mena, que puso
así en entredicho el veredicto de la
justicia.
Mena firmó el 30 abril de 1999 una petición de
indulto al Gobierno, dos años
después de que el Tribunal Supremo anulase una de las
sentencias por violación
contra Tommouhi porque los análisis de ADN demostraron que
el semen de la víctima
pertenecía al ciudadano español Antonio
García Carbonell. El fiscal jefe habló
de "serias dudas sobre la autoría" del reo en el resto de
las
violaciones para justificar su petición de gracia.
Pero ni el Partido Popular cuando gobernaba ni ahora el PSOE -que
cuando estaba
en la oposición instaba al PP a concederlo- se atrevieron a
otorgar un indulto
a un condenado por violación, a pesar de las numerosas
irregularidades
procedimentales que constan en los sumarios y de las "dudas
razonables" sobre su culpabilidad que apreció el Tribunal
Supremo, que
también recomendó el indulto.
Muerte
en la cárcel
Una
oleada
de brutales violaciones cometidas en 1991 en Tarragona y Barcelona
condujeron a
la cárcel a Tommouhi junto con su compatriota Abderrazak
Mou-nib. Un informe de
la Guardia Civil de 1993 acreditaba, sin embargo, que no
existían indicios de
que se conocieran. Mounib murió de un infarto en abril de
2000. No tuvo indulto
ni posibilidad de libertad condicional. Ni aceptó del Estado
la indemnización
de 18 millones de pesetas por la sentencia anulada por el Supremo.
También
sostuvo siempre su inocencia.
A Tommouhi lo acusaron inicialmente por 17 delitos y lo acabaron
condenando por
cuatro violaciones y por un robo. Penas que sumaban más de
100 años. La única
prueba, en todos los casos, fue el reconocimiento de las
víctimas. En 1995,
cuatro años después de la detención de
Tommouhi y Mounib, la policía detuvo a
Antonio García Carbonell, de gran parecido físico
con Tommouhi, por una serie
de violaciones muy similares a las de 1991. El empeño de un
guardia civil
implicado en ambas investigaciones, Reyes Benítez,
logró demostrar que, al
menos en una de las agresiones por las que se condenó a
Tommouhi, el culpable
había sido García Carbonell. El ADN lo
verificó, pero en el resto de los casos
no fue posible. No se conservaban restos biológicos que se
pudieran analizar y Tommouhi
no pudo probar su inocencia.
La refundición de todas las condenas de Tommouhi
quedó en el plazo máximo de 30
años de cárcel que establecía el
Código Penal de 1973 y que era el que
resultaba más beneficioso. En aplicación de los
beneficios penitenciarios que
se establecían en aquel texto, Tommouhi no liquidaba su
condena hasta el 26 de
abril de 2009. Sin embargo, al haber cumplido con creces las tres
cuartas
partes del total de la pena efectiva de cumplimiento, podía
haber disfrutado de
permisos desde hace al menos dos años y haber solicitado
antes la libertad
condicional. Pero hasta ahora se había negado a aceptar
beneficios
penitenciarios. "Eso es para los culpables, pero yo no he hecho
nada", afirmó en la última entrevista concedida
en prisión a EL PAÍS. Quería
salir con la cabeza alta de la prisión, como inocente.
La Administración penitenciaria catalana lo
clasificó en tercer grado el pasado
28 de marzo, lo que le hubiera permitido pasar el día fuera
de prisión y volver
únicamente a dormir a la cárcel de lunes a
jueves. Pero Tommouhi también se negó
a esos beneficios.
Ahora ha decidido aceptar la libertad condicional y seguir luchando por
demostrar su inocencia. "Ahora quiere estar tranquilo para ver
cómo
organiza su vida de nuevo", explica su hijo Khaled. Una vida que se
paró
hace 15 años, cuando acababa de llegar a Cataluña
para trabajar como albañil.
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[ EL MUNDO, 24/09/2006;
suplemento CRÓNICA, nº 569 ]
INJUSTICIA
/ 15 AÑOS EN LA CÁRCEL «POR LA
CARA»
«Ahmed
es
inocente»
ILDEFONSO OLMEDO
Libertad condicional. Con 15 años de
prisión sobre sus espaldas, la vida
rota y la injusticia royéndole las entrañas, el
reo Ahmed Tommouhi quedó en
libertad cuando se ponía el sol del pasado lunes.
Entró a prisión con 40 años y
analfabeto, pocas semanas después de llegar a
España desde Nador (Marruecos)
para trabajar como albañil y recolector de frutas.
Salió con 55. No hubo
indulto ni nadie pidió perdón. Simplemente, le
abrieron las puertas de la cárcel
barcelonesa de Brians y le dejaron salir silenciosamente.
«Tranquilo, sin
rabia, porque de qué me serviría gritar o saltar
como hacen algunos. No, nada
de rabia... El daño ya está hecho»,
hablaba unos días después para CRONICA.
Aún
confía en que el futuro le depare justicia con
mayúscula: «Estoy igual de
limpio que cuando vine al mundo. Soy inocente...».
Tommouhi pisó la calle ligero de equipaje, con la misma
tarjeta que le ha
acompañado siempre en los últimos
años. Su amuleto. Es apenas un cartoncillo
gastado. Por un lado, el escudo de la Guardia Civil. En el
revés, la frase «Ahmed
es inocente», manuscrita por el agente Reyes, el
artífice de la investigación
que demostró que la condena del marroquí era su
extraordinario parecido físico
con el gitano violador Antonio García Carbonell. Pero ni
ésa le salvó de presidio.
Tampoco la petición de indulto con la que, tanto el fiscal
jefe de Cataluña
como el Tribunal Supremo, quisieron dar salida decorosa a la
situación del
condenado después de que el ADN confirmara que el violador
era su doble
(Carbonell).
La historia es larga. Escalofriante para todo el que la conoce con
detalle.
Eterna -15 años, 5.425 días- para quien la ha
sufrido. Fue letal para otro
marroquí condenado junto a Tommouhi, Mounib. Se le
paró el corazón en su celda
en abril de 2000, dejando tras de sí el grito
agónico que tanto repitió en
vida: «Soy inocente, inocente, inocente».
Otoño de 1991. Una ola de salvajes asaltos a parejas y
violaciones arrasa
Cataluña. Se sabe que dos son los autores, violentos e
inmisericordes. La mayoría
de las víctimas dice que, por su extraño hablar,
podrían ser marroquíes, salvo
dos jóvenes raptadas, que hablan de tipos de aspecto
agitanado. A Tommouhi lo
detienen el 11 de noviembre, cuando se hospedaba en una
pensión de Terrassa
(acababa de llegar en busca de trabajo en la construcción,
tras haber pasado
algún tiempo en Girona recolectando fruta)
acompañado de otro marroquí con
bigote que respondía al perfil de uno de los dos
delincuentes buscados.
Mientras el bigotudo quedó rápido en libertad, a
Tommouhi le identifican varias
víctimas. En esos días acelerados, exactamente el
13, guardias civiles detienen
en Barcelona a Abderrazak Mounib, un vendedor ambulante llegado de Fez
con
mujer y cuatro hijos cuya foto está en un álbum
policial por unos lejanos
antecedentes de exhibicionismo.
Aunque nunca se pudo establecer que Mounib y Tommouhi se conocieran, y
pese a
que con el coche de los violadores se cometieran delitos con los
marroquíes ya
en prisión, las sentencias empezaron a caer condenatorias
una tras otra. La casi
exclusiva prueba, siempre la misma: víctimas que
veían en el rostro de Tommouhi
a su violador. Acusado inicialmente de 17 delitos, acabó
condenado por cuatro
violaciones y un robo: más de 100 años de
cárcel. Y allí se pudrían
él y Mounib
cuando, en 1995, en Cataluña volvieron a ocurrir violaciones
idénticas a las de
1991. Otra vez dos tipos de lengua extraña. Algunas mujeres
señalaron con sus
dedos dos imágenes entre las miles que les mostraron los
agentes del caso:
Tommouhi y Mounib. Pero era imposible: seguían presos.
La respuesta al misterio no tardó en llegar. El 20 de junio
de ese 1995 la
Guardia Civil capturaba a uno de los violadores. El agente Reyes, que
conocía
bien el caso de Tommouhi, estaba presente. Quedó perplejo al
ver al corpulento
tipo que se les resistía. Decía en castellano que
se llamaba Antonio García
Carbonell, «y era exactamente igual que Tommouhi. Dos gotas
de agua». Con la
espina clavada -¿es que mandamos a prisión a dos
inocentes?-, empezó a
investigar por su cuenta. Tras un año de desvelos, el 15 de
enero de 1996 parió
su desquite personal, un meticuloso informe encabezado así:
«Detención y
condena de dos personas como autoras de varios delitos de
violación y otros,
los cuales podrían ser inocentes, así como
posible identificación de uno de los
autores reales de dichos hechos. Personas implicadas: Ahmed Tommouhi,
Abderrazak Mounib y Antonio García Carbonell».
Reyes no sólo convenció a sus
mandos, también a la Fiscalía. La maquinaria se
puso en marcha para revisar
todas aquellas violaciones de 1991 y 1995. Y el ADN llegó
salomónico en el único
caso de 1991 del que se conservaban restos biológicos de los
agresores (semen
en un pantalón): el autor era Carbonell, ayudado de un
pariente. Los demás
casos, por falta de ADN, no se pudieron revisar...
Y así hasta que el lunes, 18 de septiembre de 2006, la
Justicia abría una
puerta trasera, la de la prisión de Brian, y dejaba salir en
silencio al pobre
de Tommouhi en libertad condicional. Ni el anterior Gobierno ni el
actual se
atrevieron a otorgar el indulto pedido por la Fiscalía y el
mismísimo Supremo. «Nadie
sabía que yo salía... Cogí un taxi y
pedí que me llevara a Martorell, a donde
mi hermano. A la mañana siguiente, martes, salí a
la calle a pasear...».
CLAVES
EL «DOBLE» DE AHMED
Se llama Antonio García Carbonell y fue detenido en 1995. /
Los análisis de ADN
demostraron que él fue el violador, junto con un pariente
próximo, en al menos
uno de los casos por los que fue condenado el marroquí /
Nunca ha admitido los
hechos. / A principio de 2007 cumplirá 70 años,
lo que a la larga le abrirá las
puertas de la prisión pese a tener una condena de 228
años.
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de artículos >
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[ EL PUNT, 25/09/2006 ]
Quinze
anys predicant en el desert
En
llibertat condicional, Ahmed Tommouhi ha de refer la seva vida i provar
la seva
innocència
SÍLVIA BARROSO. Barcelona
Ahmed
Tommouhi resa a Al·là cada dia i fa quinze anys
que li demana que
aclareixi l'embolic en què es va ficar el novembre de 1991,
quan va ser
detingut per una coincidència i acusat possiblement per la
semblança física amb
Antonio García Carbonell, l'autèntic culpable
d'almenys una de les violacions
que atribuïen al marroquí. Fins ara, els
esforços de Tommouhi han estat com
predicar en el desert. El Tribunal Suprem va revocar una de les
sentències però
no va voler revisar les altres, malgrat que va recomanar un indult que
mai no
ha arribat. Ara Tommouhi està en llibertat condicional i ha
de refer la seva
vida i provar que és innocent.
Amb 55 anys i el permís de residència caducat,
gairebé analfabet i després de quinze
anys a la presó, el paleta de primera Ahmed Tommouhi afronta
la llibertat
condicional aconseguida fa una setmana amb incertesa. De moment
és a casa del
seu germà, a Martorell, intentant ordenar les seves idees.
Quan surt, accepta
amb un somriure i sorpresa les mostres d'afecte dels veïns,
alguns dels quals
el recorden tot i que ell no els reconeix perquè
l'últim cop que els va veure
eren nens i ara són homes.
Ha acceptat sortir de la presó per la porta del darrere,
sense el reconeixement
explícit de la seva innocència. Per
això ara el seu objectiu és aconseguir la
rectificació dels tribunals que el van condemnar a 165 anys
de presó per tres
casos de violació i un de robatori amb ostatges.
NI A ESTRASBURG
Només
una de les sentències ha estat revocada. Va ser el 1995, a
petició de la
fiscalia i arran de la detenció d'Antonio García
Carbonell, l'autèntic autor
d'una violació del 1991, delatat per l'ADN quatre anys
després de
l'empresonament de Tommouhi i el seu suposat còmplice,
Abderrazak Mounib.
A partir d'aquesta rectificació i d'un informe d'un
guàrdia civil destinat a
Martorell que no creia en la culpabilitat de Tommouhi, els advocats van
demanar
la revisió dels tres casos pels quals encara suportava una
condemna de 124 anys
–refosa en una pena màxima de 30 anys–,
però no hi va haver manera: els
lletrats demanaven que la fiscalia continués investigant,
però el Tribunal
Suprem va considerar que no calia, i va optar per desestimar la
revisió i
recomanar un indult. La fiscalia també es va apuntar a
aquesta opció.
El Tribunal Constitucional va ratificar la decisió del
Suprem, i el
d'Estrasburg va entendre que aquest cas no el concernia
perquè el procés havia
estat correcte en la forma.
L'indult era rebutjat per Tommouhi, però tampoc no ha
arribat: ni el govern del
PP ni l'actual del PSOE s'han atrevit a indultar un home condemnat per
diverses
violacions.
El viacrucis de Tommouhi i Abderrazak Mounib va començar una
nit en una pensió
de Terrassa. Tommouhi era a Catalunya des del 1988 i havia viscut a
Sant Feliu
de Guíxols mentre treballava a la Costa Brava. Va aconseguir
el permís de residència
i treball, per un any, el 25 de setembre de 1991. Paradoxalment, poc
després es
va quedar sense feina i se'n va anar a Martorell, a casa del seu
germà. Va trobar
ocupació a Terrassa i va decidir instal·lar-s'hi.
UNA NIT, A TERRASSA
Preguntant
a compatriotes, va anar a parar a una pensió on hi havia
altres
magribins. La fitxa policial de la pensió que
dóna compte de l'entrada de tres
marroquins va arribar a la comissaria de la Policía Nacional
la mateixa nit que
es va distribuir un fax en què s'alertava d'una onada de
violacions. El
subinspector de guàrdia va recollir el fax i la fitxa i va
pensar que un
d'aquells tres magribins –les víctimes de les
violacions parlaven de dos homes
de pell morena que parlaven una llengua estranya– podia estar
implicat en els
fets. Tres agents van anar a la pensió i van triar els dos
homes que encaixaven
amb la descripció: Tommouhi i Mounib, que s'acabaven de
conèixer. Algunes víctimes
de les agressions sexuals –inicialment els n'imputaven
17– van assenyalar
Tommouhi com el violador. Es va construir una hipòtesi
segons la qual els dos
detinguts formaven part d'una banda que es desplaçava amb un
Renault 5, agredia
noies i robava bosses. No va servir de res que en el primer judici
l'ADN
recollit de la brusa de la víctima –una noia
atacada a Esplugues de Llobregat
que va fer una ferida al violador en defensar-se– no
encaixés amb el de
Tommouhi: en la sentència signada per Margarita Robles
–que després seria
secretària d'estat– s'entenia que la sang devia
pertànyer a un còmplice no
identificat, i condemnava Tommouhi a 24 anys de presó. El
reconeixement visual
va ser també l'única prova en els altres quatre
judicis, en un dels quals Tommouhi
va ser absolt. Quan el 1995 van detenir García Carbonell,
amb una sorprenent
semblança física amb Tommouhi i parlant de
caló –la llengua gitana que oïdes no
avesades poden prendre per una llengua àrab–, la
Guàrdia Civil va advertir del
possible error, però només s'ha arribat a
corregir en un dels casos. Han passat
deu anys. Mounib, condemnat en dos dels judicis, ha mort, i el fill de
Tommouhi, Khaled, ha retrobat el seu pare visitant-lo a la
presó: l'havia vist
marxar de petit i no hi va haver temps per al reagrupament abans de la
detenció.
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de artículos >
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[ EL PAÍS,
26/09/2006 ]
Excarcelado
tras 15 años de "dudas
razonables"
El
marroquí Ahmed Tommouhi tiene 55 años y ha pasado
los últimos 15 en prisión por varias condenas de
violación y robo que siempre
negó. Hace una semana salió en libertad y, en la
primera entrevista que
concede, reclama que los jueces revisen aquellas sentencias. En 1995 el
Tribunal Supremo ya anuló una al analizar restos de ADN del
verdadero autor, un
español, violador múltiple confeso y con gran
parecido físico a Tommouhi. No
había pruebas biólogicas para anular el resto de
las condenas, pero el Supremo
expresó tener "dudas razonables" sobre su culpabilidad. El
guardia
civil que participó en la investigación de las
violaciones está convencido de
que tanto Tommouhi como Abderrazak Mounib, el otro condenado, que
falleció en
2000, son inocentes.
AHMED
TOMMOUHI / Condenado en libertad condicional
"Estoy
en
la calle, pero no soy todavía un hombre libre"
Ahmed Tommouhi,
ayer, con el Puente
del Diablo al fondo,
en Martorell
(Barcelona). (JOAN
SÁNCHEZ)
PERE
RÍOS
- Barcelona
"Estoy en la calle, pero no soy todavía un hombre libre.
Llevo atada aún
una cuerda que costará mucho cortar", explicaba ayer Ahmed
Tommouhi. Hace
ya una semana que recuperó la libertad y ha dejado
atrás 14 años, 10 meses y
cinco días de cárcel por diversas violaciones,
robos y otros delitos que él
siempre negó y sigue negando.
Su deseo, casi obsesivo, no es otro que la justicia revise las condenas
que
dictó en su día, algunas con el reconocimiento de
las víctimas como única
prueba inculpatoria. "Si ahora se habla de revisar las sentencias de la
época
de Franco, ¿por qué no se puede hacer lo mismo
con que se dictaron en
democracia contra mí?", se pregunta este marroquí
de 55 años en la
conversación que ayer mantuvo con EL PAÍS, la
primera desde que abandonó la cárcel
barcelonesa de Brians.
La cita es a las 8.30, en la estación de los ferrocarriles
de Martorell, una
localidad situada a 35 kilómetros al sur de Barcelona y en
la que reside su
hermano Omar, que le acompaña, y con quien pasa la mayor
parte de estos días.
El azar ha querido que como telón de fondo de la
conversación se alce el Puente
del Diablo, un símbolo de Martorell que data de la
época romana. La leyenda
atribuye su construcción a Satanás a cambio de
llevarse el alma del primer ser
que pasara por allí. Los lugareños aseguran que
fue un gato que acompañaba a
una anciana.
Cuando Tommouhi conoce la leyenda se muestra reacio a acercarse
más al puente.
"Yo confiaba en que la fe me ayudaría y que las sentencia se
revisaría,
pero no ha sido así", reconoce. Con todo, era y sigue siendo
un musulmán
practicante y estos días sigue a rajatabla las costumbres
del Ramadán, como el
ayuno. Eso no quita que insista de manera reiterada para que el
redactor y el
fotógrafo desayunen y para pagar después la
cuenta.
Tommouhi ya no cree ni en milagros ni en casi nada terrenal.
Está abatido,
deprimido, impotente ante su vivencia. "¿Con
quién tengo que hablar para
que se revisen las sentencias? ¿Con el ministro de Justicia,
con el Rey? ¿Con
quién?", se pregunta. Al final acaba reconociendo que las
decisiones
judiciales sólo las pueden revisar quienes las dictaron y es
entonces cuando
pronuncia otra de sus evidencias. "Si los jueces cerraron este caso
contra
mí, sólo los jueces pueden abrirlo".
El derecho procesal y el requisito que marca la ley española
de que aparezcan
nuevas pruebas para reconsiderar las sentencias firmes no le sirven de
explicación. "Sólo hace falta hombres valientes
que firmen para
absolverme, como en su día firmaron para condenarme.
¿Si pasó una vez, porqué
no puede pasar otra?"
El marroquí se refiere a una sentencia que dictó
el Tribunal Supremo en 1995,
cuando anuló una condena contra él a partir de
los análisis del ADN contenido
en el semen de un trapo encontrado en aquella época. El
culpable resultó ser
Antonio García Carbonell, un violador confeso que tiene un
enorme parecido físico
con Tommouhi. Esos hechos siempre han hecho planear "las dudas
razonables" sobre su culpabilidad, en expresión de los
jueces del Supremo.
"En todos los países hay errores judiciales y tarde o
temprano se acaban
sabiendo. ¿Por qué no puede ocurrir conmigo?", se
pregunta. Y a partir de
esta reflexión, Tommouhi cuestiona el principio de igualdad
de las personas
ante la ley. "Hay dos tipos de justicia. Una para los europeos ricos y
otra para los pobres", asegura. "Soy pobre y sólo me quedaba
el
honor, pero también me lo quitaron", explica.
El fiscal jefe de Cataluña, José María
Mena, pidió el indulto para él en 1999,
tras la sentencia del Supremo, pero ni el Gobierno del PP ni del PSOE
se lo
concedieron. Probablemente no tanto porque fuera marroquí
como porque se
trataba de delitos de violación. Al menos en el caso del
actual equipo
ministerial que dirige Juan Fernando López Aguilar, para
quien este tema se
estaba convirtiendo en una piedra en el zapato, según
explican fuentes
judiciales conocedoras de la inquietud que causaba el tema en Justicia.
Cuando
el PSOE estaba en la oposición reclamaba con
ahínco la medida de gracia.
La libertad ha llegado al final por decisión de la
Generalitat, que es quien
tiene en Cataluña las competencias de prisiones. Tommouhi
podía haber salido de
la cárcel hace más de dos años en
régimen abierto. Es decir, pasar el día fuera
y acudir sólo a dormir. Pero se negó. "Yo siempre
dije que cuando saliera
era para no volver más". Y ha cumplido su palabra. Ahora de
donde no puede
salir es de España, al menos hasta el 26 de abril de 2009,
cuando liquide la
condena y la libertad condicional se convierta en definitiva.
Mientras llega ese día, Tommouhi admite que no sabe
qué va a hacer con su vida.
Su hermano explica que la mayor urgencia es que se le amueble la
cabeza, porque
son evidentes las secuelas psicológicas que le ha dejado la
prisión. Hasta el
punto de que lleva una semana en libertad y no ha hablado
todavía con su esposa
ni con la pequeña de sus tres hijos, residentes en Nador
(Marruecos). "Lo
haré dentro de unos días, cuando esté
mejor. Si hablo ahora por teléfono, ellas
se pondrá a llorar y yo, también".
Tommouhi no recuerda ni la edad que tienen ahora tienen aquellos
niños que él
dejo. "Eran pequeños cuando yo entré en la
cárcel. Mis hijos se han criado
huérfanos con un padre vivo", relata. Si se le plantea la
necesidad de
pasar página a su vida y mirar hacia el futuro, este hombre
con cara bondadosa
se revela de nuevo. "Me han arruinado el futuro. ¿Para
qué vale la pena
vivir así, manchado?".
Lleva consigo una bolsa de supermercado y en su interior, unos papeles
que son
su salvoconducto en libertad: la orden de libertad condicional expedida
por la
Generalitat, los justificantes de que ha estado en prisión
para que tramite el
subsidio de desempleo y un permiso de residencia expedido en 1989,
cuando llegó
a España. Entonces estuvo 22 meses trabajando como
albañil en Girona y después
acudió a Martorell por consejo de su hermano. A los 11
días era detenido y 13
de noviembre de 1991 entraba en prisión. Y así
hasta 18 de septiembre de 2006.
"Cárcel es cárcel", responde Ahmed cuando se le
pregunta sobre sus
recuerdos de prisión, sobre la existencia de alguna
época especialmente dura o
sobre su relación con el resto de presos. No tiene
ningún tipo de reproche con
nadie del mundo penitenciario. Si acaso, con los abogados. "En lugar de
enfrentarse con los jueces, muchos sólo sirven para
arañar", dice
Tommouhi, en referencia al móvil económico que
caracteriza a algunos letrados y
a la falta de resultados.
El sol ilumina ya en todo su esplendor el Puente del Diablo. La
conversación ha
acabado y Tommouhi se cuestiona incluso si no hubiera sido mejor estar
callado.
"Ya hace diez años que habláis del tema y no ha
servido de nada. Me parece
que no vale la pena hacer más entrevistas".
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"Mucha gente en la Guardia Civil creía en su inocencia"
Un
agente permitió exculpar a Tommouhi al desempolvar su caso
tras detener al auténtico
violador cinco años después
MÓNICA
C. BELAZA - Madrid
El guardia civil Reyes Benítez estaba destinado en Martorell
(Barcelona) en
noviembre de 1991. Pertenecía al equipo de la
policía judicial. Fue entonces
cuando, por primera y última vez, vio a Ahmed Tommouhi.
Esposado en el juzgado,
antes de entrar en las ruedas de reconocimiento, como sospechoso de
varias
violaciones salvajes. Después, participó en la
investigación del caso. "Yo
nunca estuve convencido de que hubieran sido ellos" [Tommouhi y
Abderrazak
Mounib, el otro condenado], explicaba ayer por teléfono.
"Siempre pensé
que las piezas no encajaban, y, como yo, muchos otros
compañeros. Fue siempre
tema de conversación entre nosotros".
Las piezas que no encajaban eran, entre otras cosas, que nunca se
encontró
prueba material alguna en contra de Tommouhi o de Mounib. Ninguna
huella
dactilar, ningún objeto suyo en los lugares de las
agresiones. Y ningún indicio
de que se conocieran entre ellos, como la guardia civil hizo constar en
un
informe remitido a un juzgado de instrucción en 1993. "Era
muy raro",
continúa Benítez. "Tommouhi acababa de instalarse
en Cataluña y vivía en
Terrassa, mientras que Mounib era vendedor ambulante en Barcelona.
¿Cómo iban a
haber contactado?", señala. Las cosas no le cuadraban al
guardia civil,
pero las condenas se fueron sucediendo entre los años 92 y
95. Todas iguales.
La única prueba fue siempre el reconocimiento de las
víctimas.
En 1995, otra serie de violaciones volvió a sacudir las
provincias de Barcelona
y Tarragona. Muy parecidas a las del 91. Dos individuos que a veces se
hacían
pasar por policías se acercaban, de noche, a parejas que se
encontraban en un
coche, en parajes apartados. Los sacaban a golpes, los trasladaban de
lugar,
les robaban y violaban a la chica. Supuestamente, hablaban
árabe. La violencia
era brutal. Exactamente el mismo modus operandi que cuatro
años atrás. El
guardia civil Reyes Benítez ató cabos. "Eran
violaciones muy características,
muy poco usuales, iguales que las del 91, y también eran
idénticas las
descripciones de los violadores", explica.
Así que hizo un experimento. Enseñó la
foto de Tommouhi a algunas víctimas.
"Al menos dos lo identificaron como culpable", indica
Benítez. Pero
el identificado llevaba cuatro años encarcelado en la
prisión barcelonesa de
Brians.
Al poco fue detenido uno de los agresores, el español
Antonio García Carbonell,
gitano y que hablaba caló, que puede sonar parecido al
árabe a alguien que
desconozca ambas lenguas. "Cuando lo vi, aluciné", relata
Benítez.
"Era igual que Tommouhi. Me lo recordó de inmediato. Yo
sólo lo había
visto una vez en persona, pero muchas en fichas e informes a lo largo
de la
investigación. En las fotos que se publicaron se parecen,
pero es que en la que
llevaba Carbonell en el carné de identidad eran iguales".
Entonces, Reyes Benítez se puso a investigar el caso. A
Tommouhi le salió un ángel
de la guarda. Desempolvó papeles, indagó en las
irregularidades procedimentales
de la investigación y contactó con el hermano y
los abogados -múltiples-, de
Tommouhi. "Había de todo" relata. "Incluso una que era
abogada
aeroespacial". En 1995 presentó un primer informe con sus
conclusiones,
que sirvió para intentar revisar ante el Tribunal Supremo
todas las condenas.
En una de ellas, por la violación de una chica en Olesa de
Montserrat
(Barcelona), quedaban restos de ADN, de dos hombres. Se cotejaron, y
¡bingo!
Los culpables habían sido Antonio García
Carbonell y un pariente suyo cercano,
nunca localizado. El Tribunal Supremo anuló esa condena,
pero no el resto, por
la falta de nuevas pruebas que "evidenciaran su inocencia". Ya
sólo
quedaba el indulto para Tommouhi y Mounib, que fue pedido por el fiscal
jefe de
Cataluña, José María Mena, en 1999, y
que aún no ha sido resuelto por el
Gobierno.
A Benítez le tocó también, por
casualidad, asistir al levantamiento del cadáver
de Mounib en 2000, que murió en la cárcel de un
ataque al corazón. El guardia
civil está ahora destinado en Teruel. "Estoy absolutamente
convencido de
que ambos eran inocentes", zanja. "Y, como yo, muchos otros agentes
de la Guardia Civil".
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Las
lagunas de una sentencia
BRAULIO GARCÍA JAÉN - Madrid
El Tribunal Supremo revocó en 1997 una de las
condenas a Ahmed Tommouhi -y a su
compatriota Abderrazak Mounib-, porque los análisis de ADN
demostraron científicamente
el error de la víctima al identificarlo en 1991. Frente al
testimonio
subjetivo, el Supremo privilegió la corroboración
objetiva. La Audiencia de
Barcelona, sin embargo, ya lo había condenado en otra causa.
El razonamiento
fue inverso: los jueces descartaron las pruebas materiales frente a las
"categóricas y terminantes declaraciones" de las dos chicas
violadas.
Fue en el caso de Cornellà (Barcelona). N., una de las dos
víctimas, de 14 años,
entregó en comisaría el pantalón, el
suéter y las bragas que llevaba puestos el
día de autos. Lo hizo 18 horas después de los
hechos, en su primera declaración.
Y la policía lo puso en conocimiento del Juzgado de
Instrucción número 1 de
Cornellà en el primer atestado. Desde ese momento, Estrella
Radio Barciela,
titular de aquel juzgado, tuteló el proceso y los restos
fueron analizados en
el Laboratorio de Analítica Forense de la Policía
Científica de Barcelona y
cotejados con los marcadores genéticos de Ahmed Tommouhi,
que accedió
voluntariamente al análisis. Él mismo lo
reclamaba cada vez que declaraba ante
un juez.
El resultado fue negativo. Ni el semen ni la sangre eran de Ahmed
Tommouhi. Los
peritos, sin embargo, no acudieron el día del juicio oral, y
el tribunal decidió
que no hacía falta, como había pedido la defensa,
suspender el juicio. La
prueba no habría podido "en modo alguno" desvirtuar la
"convicción"
del tribunal, según la sentencia, convicción que
se había formado
exclusivamente por el testimonio de las víctimas, sin
corroboración objetiva alguna.
La conclusión del informe no excluía, a ojos del
tribunal, que Tommouhi fuera
quien violó a N. porque habían sido "dos los
intervinientes en los
hechos", con lo que los restos podían ser de ese otro. Las
chicas, sin
embargo, habían declarado que cada uno violó a
cada una por separado, y las dos
coincidieron en que supuestamente era Tommouhi el que había
violado a N.
El contacto, por tanto, se debería haber producido por una
salpicadura o un
roce entre el violador de la otra chica, de 15 años, y la
ropa de N. Pero a ésta
última la violaron fuera del coche, "apoyándola
de espaldas al
agresor", como ella misma contó el día del
juicio. A su amiga, añadió, la
violó el copiloto, y recordó "que fue dentro del
coche". Ni la sangre
ni el semen hallados correspondían a los marcadores
genéticos de Ahmed
Tommouhi. "Con los datos de ese informe, tengo que decir que ese hombre
no
ha sido", explica Eugenio Ojero, uno de los autores.
El tribunal dijo que ignoraba "por completo la cualificación
técnica o
científica" de los peritos, a los cuales no
volvió a citar. Pertenecían a
la Policía Científica. Eugenio Ojero, el
técnico, era diplomado en Farmacia y
especializado en Análisis Clínicos, La
facultativa que firmó aquellos informes
es la actual inspectora jefa del servicio NBQ de la Policía
Científica de
Madrid.
El tercer argumento de la sentencia para descartar los hechos objetivos
en
favor del testimonio subjetivo de las víctimas fue que la
recogida de la ropa
no se había hecho con las suficientes garantías
procesales. "No fue
acordada por el juez de instrucción", afirma la sentencia.
"Las ropas
llegaron con el primer atestado: o sea, que era imposible que el
juzgado
ordenara nada porque no sabía que había ocurrido
eso", explica Estrella
Radio Barciela, la juez que instruyó el caso. El garantismo,
que se inventó
para proteger al reo, sirvió en este caso para condenarlo.
El tribunal sentenciador fue la Sección Novena de la
Audiencia de Barcelona.
Para revisar la sentencia está el Tribunal Supremo, pero
nadie presentó el
recurso. El abogado de oficio de Tommouhi en Barcelona, Pere Ramells,
lo anunció
oportunamente tras el juicio de 1993. Pero correspondía al
Colegio de Abogados
de Madrid nombrar a un colegiado suyo para que lo cursara ante el
Supremo. Los
nombrados no lo hicieron. Se quedó sin defensa y sin
posibilidad alguna de que
se revocara la sentencia.
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Un
ciudadano empecinado en averiguar la verdad
M. C. B. - Madrid
Manuel Borraz es ingeniero. Comenzó a leer en los
periódicos el caso de
Tommouhi y Mounib en 1997, cuando se comprobó que, en al
menos una de las
condenas por violación y robo, el culpable había
sido el español Antonio García
Carbonell. Los periódicos olvidaron el caso, pero Borraz no.
Quería saber qué
había pasado con aquellos dos marroquíes
encarcelados. En 2001, escribió a
varios periódicos para saber cómo iba el tema.
Pura curiosidad ciudadana.
Entonces, empezó a investigar por su cuenta.
Quería saber más. Montó una web
sobre el caso (www.geocities.com/ eva_bobrow/Tommouhi.html). "La idea
era
juntar todo lo que se había publicado", explicaba en una
cafetería de
Barcelona. La web logró que otros ciudadanos se interesaran
por buscar la
verdad.
Manuel Borraz habla bajito y despacio. No busca notoriedad. Tiene una
humildad
inaudita y dice saber mucho menos del caso de lo que en realidad sabe.
Una vez
que se metió de lleno en él, descubrió
las irregularidades que han inundado las
investigaciones y los procedimientos sobre las violaciones por las que
se
condenó a Tommouhi y a Mounib. Ha leído todos los
sumarios. Y ha averiguado que
en las noches de 1991 en las que se cometieron algunas violaciones,
había luna
nueva. Es decir, que no había luz, por lo que resulta
aún más dudoso que en
parajes apartados y sin farolas pudieran las víctimas ver
las caras de sus
agresores.
El pasado mayo puso sobre la mesa del fiscal jefe del Tribunal Superior
de
Cataluña una "solicitud urgente" para revisar una de las
condenas de
Tommouhi, la del caso Cornellà, en el que sí hubo
restos de sangre y semen que
exculpaban al acusado y que no fueron tenidos en cuenta por el tribunal
sentenciador, la Audiencia de Barcelona. Pedía que se
localizaran esos restos y
se cotejaran con los de Antonio García Carbonell. Le
respondieron que el fiscal
no es competente para hacerlo. Él sigue con su
empeño ciudadano.
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[ Terra
Actualidad -
EFE, 26/09/2006 ]
justicia-excarcelado
Ahmed
Tommouhi: 'Quiero recuperar mi honor y el de mi familia'
El
ciudadano marroquí Ahmed Tommouhi, de 55 años,
que ha pasado los últimos 15 en
prisión por cuatro violaciones y robo, delitos que siempre
negó y por ello no
pidió el indulto que proponía el fiscal, ha
pedido que los jueces revisen su
caso para 'recuperar' su 'honor' y el de su 'familia'.
A
Ahmed Tommouhi, que ha salido en libertad provisional, el Tribunal
Supremo
(TS) ya le anuló una de las condenas tras comprobar que su
ADN no correspondía
al del verdadero autor de una de las violaciones que le
atribuían, pero las
otras tres condenas nunca se las revisaron, pese a que él
siempre insistió en
su inocencia, el TS expresó sus 'dudas razonables' y la
Guardia Civil le cree
inocente.
'¿Ganas? No tengo ganas de nada. Quince
años en la cárcel te quitan las ganas
de todo. No sé si quiero volver a Marruecos. No
sé lo que quiero hacer. Si
tengo sed, bebo agua. Pero poco más', ha declarado el
inmigrante, que sólo
quiere que le quiten 'la mancha' y recuperar su honor.
En una entrevista concedida a EFE-TV, Tommouhi pide que se
reabran sus causas,
'que se investiguen, porque un fiscal no tiene que pedir un indulto, lo
que
tiene que hacer es investigar'.
'Yo quiero que me quiten esta mancha, a mí, a mi
gente, a mi familia, a mis
hijos, porque somos pobres, pero tenemos honor y el honor no se repone
con
dinero. Somos emigrantes, pero con honor', razona el excarcelado.
'¿Que quién quiero que me escuche? No
quiero periodistas, vecinos ni amigos.
Vosotros ya conocéis mi historia. Quiero que me escuche el
ministro. Que me
escuchen los jueces que me condenaron. Que me escuchen los que me
señalaron con
el dedo diciendo, sí, es él. Que me escuchen los
que han permitido que haya
pasado quince años en la prisión', balbucea en un
precario castellano Tommouhi.
Según el acusado, 'cuando te roban una moneda,
puedes recuperarla. Cuando te
roban un coche, puedes comprarte otro' pero se pregunta:
¿Cómo recupero yo mis
quince años?'.
Tras salir en libertad, Tommouhi asegura: 'no siento nada,
sólo estoy jodido y
ya está. La Justicia me ha perjudicado y no quiere saber
nada. Yo sólo quiero
seguir adelante. Ahora necesito ayuda de cualquier persona de
España que pueda
ayudar para que revisen mi caso'.
Tommouhi ha recordado cómo desde el primer
día en que le detuvieron explicó que
él no había hecho nada, que no necesitaba abogado
porque no había hecho nada,
que era inocente y que no entendía por qué le
acusaban.
'Yo pensaban que no llegarían a condenarme, estaba
tranquilo porque no había
hecho nada y creía que cuando el juez lo investigara todo me
soltarían'.
Pero la realidad es que primero le condenaron a seis
años, luego le cayó otra
condena de 24, una tercera de 51 y la última de 84
años. El Supremo le anuló la
de 51 años al comprobar que se habían equivocado
de autor porque el ADN le
exculpó, pero de los otros tres casos no hay pruebas
genéticas para poderlas
comparar con la del condenado.
Pese a ello, el acusado recuerda que en los juicios los
forenses y los
especialistas ya expresaron sus dudas sobre la autoría y sin
embargo, le
condenaron.
'Me decían que por qué no estaba
asustado, por qué no lloraba, pero si yo no
había hecho nada porqué tenía que
llorar o asustarme'.
Dice que dentro de la prisión ha vivido 'con
fuerza, con coraje, aunque ha sido
muy duro, muy mal, es una vida muy dura. Hablaba de mi
situación con poca
gente. Y el indulto no lo pido porque eso es para culpables'.
Lista
de artículos >
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[ EL
MUNDO, 30/09/2006 ]
EL
CORREO CATALAN
Dos
noticias
ARCADI ESPADA
Querido J:
Hace 15
días salió el ciudadano Ahmed Tommouhi a la calle
después de 5.424 días en la cárcel.
Tanto el fiscal de la Audiencia de Barcelona como el Tribunal Supremo
tenían «dudas
razonables» de que Tommouhi fuera el autor de los graves
delitos -violaciones-
que se le imputaban. Tenían tantas dudas que recomendaron al
Gobierno la
tramitación del indulto. El Gobierno era entonces el del
Partido Popular y no
lo hizo. Luego vino el del Partido Socialista y tampoco lo hizo. En
fin, tú ya
conoces lo fundamental de esta historia sórdida y cruel. Sin
embargo, quizá
hayas olvidado que había otro hombre en ella, acusado de los
mismos delitos. Se
llamaba Abderrazak Mounib y murió a finales de abril del
año 2000, en la cárcel
donde llevaba, como entonces Tommouhi, nueve años.
Murió un año después de que
fiscales y jueces hubieran expuesto públicamente sus
«dudas razonables». Mounib
es el autor de la frase fundamental de este asunto: «Acepto
los errores. ¿Pero
algo que dura tanto es un error?».
Mira...
El otro día se hacía en un periódico
una insinuación significativa. Señalaba
directamente al prejuicio. Venía a decir que los
conservadores no habían puesto
en libertad a Mounib y a Tommouhi por racismo y los socialistas por
feminismo.
Naturalmente, se trataba de una versión muy favorable para
la izquierda.
Viniendo de la izquierda, la injusticia siempre es hija del exceso;
pero si
viene de la derecha, es hija del mal. Y lo que pasa con los dos
magrebíes pasa
también con las dictaduras. Es probable que el prejuicio los
condenase, frase
atroz. Acepto el error, decía Mounib. Pero no hubiese durado
tanto sin la
aportación inmoral de la desidia. No sólo la
obvia, de jueces, fiscales, policías
y políticos. Hay un gremio en Cataluña cuya
pasividad ante los asuntos civiles es
luctuosa. Repaso la hemeroteca que el ejemplar ciudadano Manuel Borraz
tiene en
su web. Durante los 14 años de prisión
ningún filósofo, novelista, poeta,
esteta o dios menor creyó oportuno derramar una
línea sobre el asunto.
Ocupantes habituales y bien pagados de los periódicos,
mendicantes fracasados
tantas semanas del Tema (¡no tengo Tema!), jamás
creyeron necesario formarse
una opinión (y formarla) sobre el asunto. No es una
excepción: tampoco, lo
sabes bien, creyeron necesario alzar su voz, ni que fuese meliflua,
ante la
injusticia del caso del Raval. Su opacidad ante el realismo
sólo presenta las
salvedades de la distancia (¡paz en el mundo!) o de alguna
forma alambicada de
subvención.
La
injusta prisión de los magrebíes ha sido
también un problema de opinión
pública;
o más bien de su inexistencia. Hubo un momento, por cierto,
en que la pasividad
de la opinión alcanzó límites
repugnantes. Hace algo más de un año, en un
programa de la televisión pública, Al filo de la
ley, se dramatizó el caso. Con
leves retoques. Es verdad que al violador le llamaban Mounib. Es verdad
que era
acusado injustamente de violación. ¡Pero el ADN lo
salvaba y volvía a su casa! ¿Crees
que hay una manera más intensa de explicar lo que es la
crueldad mediática? ¿Algún
ejemplo más vivo de la degeneración de un oficio?
Pues bien: de la salvajada sólo
vi que se hacía eco Manuel Trallero, en el diario La
Vanguardia.
El
martes por la tarde fui a ver a la familia Mounib. A lo que queda de
ella. Me
costó encontrarlos, porque habían derribado el
viejo edificio de la calle
Metges, donde vivían, muy cerca del Mercado de Santa
Catalina. La renovación de
ese trozo de barrio es tal que ya no sé si existe la propia
calle Metges. Lo
cierto es que el Ayuntamiento trasladó a los Mounib a un
edificio de nueva
planta, al otro lado del Mercado. Hace poco tiempo. Tal vez un
año o dos. Pero
ya amenaza ruina, como quien dice. El vestíbulo
está rebozado de grafitis.
Juraría que vi rodar por el suelo esas bolas de polvo,
matojos y borra, típicas
del western, que algún nombre deben de llevar. Como no
quedaba ningún buzón
claro e indemne y no sabía el nombre del piso
esperé hasta que llegó un padre
joven con su hijo.
- Es el
cuarto.
La
viuda, Fátima, abrió la puerta. Apenas una
rendija, al principio.
-
¿Es
usted la viuda del señor Mounib?
-
Sí, ¿qué
desea?
-
Escribir algo sobre lo que pasó con su marido.
Enseguida
abrió del todo. En el salón, tumbado estaba uno
de los hijos, de 19 años,
viendo la televisión. Se incorporó, algo se
incorporó. La viuda me invitó a
sentarme.
-
¿Cómo
han pasado estos años?
- Mal.
Cuando metieron en la cárcel a mi marido yo tenía
cuatro hijos, el más pequeño
de tres años. Ha costado mucho.
-
¿De
qué ha vivido?
-De
trabajos por aquí y por allá. Ahora ayudo en el
mercado. Cuando mi hijo mayor
empezó a trabajar fue un poco más de ayuda.
-
¿Le
ha ayudado el Gobierno?
Fátima
sonrió casi con dulzura, y de pronto pareció
mucho más joven, como si el gesto
hubiese abierto una costra y debajo se viera la carne buena.
-
Nunca. Hasta me quitó el Pirmi.
El
llamado Pirmi es el escalón inferior de la asistencia. De
él viven los que no
tienen nada en absoluto. Pirmi y contenedores; éste es el
plan de desarrollo de
algunas vidas urbanas.
Llega el
hijo mayor, Abdelouahb, con su novia de Larache.
-
¿Nunca
ayudaron a su madre?
- Ni el
Pirmi -repite, sin haberlo oído.
Es
decir, la sentencia del ciudadano Abderrazak Mounib: ¿puede
durar tanto un
error? Un hombre pasa nueve años en la cárcel
acusado injustamente de un
crimen. Fiscales y jueces piden el indulto. El hombre muere en la
cárcel, víctima
del corazón y la diabetes, antes de que el Gobierno
resuelva. Y el Estado es
incapaz de encontrar un mecanismo compensatorio que alivie la
situación de su familia.
Un mecanismo que registre, al menos, las dudas razonables. Una
extensión del
Pirmi. Una irregularidad tramitada. Algo, ¡coño!,
cualquier gesto que demuestre
que el Estado no es una máquina ciega, sorda y muda. Alguna
administración. ¿Acaso
no hay tantas? Algún principio, adjunto al de
subsidiariedad. Detrás de un
error judicial se acostumbra a ver a un hombre en su celda, hundido y
cabizbajo. Ésa es la imagen del signo
lingüístico llamado error judicial. Pero
un error judicial es un alud, y en este salón
están algunos de los que quedaron
atrapados.
Abdelouahb
recuerda la mañana que él y su madre llegaron a
la cárcel a llevarse el cadáver.
No sabían a qué iban. Sólo que
habían llamado para que se presentaran con
urgencia. Era mucha porque les pagaban el taxi. Cuando llegaron a la
explanada
de la cárcel estaban los periodistas con su armatoste y su
estrépito. Antes de
bajar del coche, la madre le dijo. «Esto sólo
puede ser por nosotros. Y si es
por nosotros sólo quiere decir que tu padre ha
muerto». Un funcionario los llevó
hasta el despacho del director. Así habló el
director al hijo.
- Tengo
que darte dos noticias. Una buena y otra mala.
- Pues
deme la mala.
- Tu
padre ha muerto.
Abdelouahb
dice que nunca le dijeron cuál era la buena. Pero yo creo
que sí. Yo casi creo
comprender al funcionario. Al fin y al cabo estaba allí
tratando de vender la
muerte de un inocente. Tu padre ha muerto era la buena.
Sigue
con salud
A.
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[
EL MUNDO, 08/10/2006; suplemento CRÓNICA,
nº 571 ]
JUSTICIA /
EL GUARDIA CIVIL Y EL INOCENTE
Cara
a cara con su salvador
AHMED
SE PASO 15 años en la cárcel gritando
«soy
inocente». Condenado por varias violaciones, el
tesón investigador de un
guardia civil le ha rescatado de las tinieblas al demostrar que fue
acusado por
una confusión. CRÓNICA los ha reunido por primera
vez
Foto:
ALBERTO
CUÉLLAR
ILDEFONSO
OLMEDO
Cuando
el guardia civil Reyes Benítez y Ahmed Tommouhi se despiden,
el marroquí le
coge las manos al agente y se las besa. Después se lleva las
suyas al pecho, al
modo que hacen los musulmanes para dar las gracias a corazón
lleno. Entre ambos
hombres se ha sellado, muy antes ya de que se conocieran, un pacto de
por vida.
-Un
valiente, eso eres. Quedaste luchando tú solo para demostrar
mi inocencia...
Dios te bendiga.
La cita
es el lunes, 2 de octubre. Decimocuarto día de libertad
condicional de Ahmed
Tommouhi, el inmigrante confundido con un violador que ha pasado 15
años preso.
Hace seis que murió de un infarto, mientras
dormía en su celda, su compañero de
condena, Abderrazak Mounib. Ahora pisa la calle con rumbo fijo:
demostrar su
inocencia y echar por tierra las tres sentencias que siguen
condenándolo. La
cuarta saltó por los aires con la irrupción del
hombre clave en esta larga
tragedia sin veredicto final: el guardia civil Reyes
Benítez. Una investigación
suya permitió alumbrar el rostro del verdadero violador: un
gitano con la misma
cara que Tommouhi.
-¿Por
qué me metieron en la cárcel sin pruebas,
señor Reyes?
-La
Justicia sólo vio lo que las pobres víctimas
decían, y algunas veían en ti el
rostro de su violador...
Nunca
hasta hoy Reyes y Tommouhi, dos hombres con la vida cruzada,
habían estado
frente a frente. Un asomo de serena alegría humedece los
ojos de quien durante
14 años, 10 meses y cinco días fue una sombra
entre rejas. «Quería conocerte,
claro que quería conocerte», dice el
marroquí tras un fuerte abrazo a su
salvador. Después hablan sin tapujos del indulto que nunca
llega, de nuevas
pruebas para reabrir los casos, de si la Justicia volverá a
reconocer su error
como tuvo que hacer cuando el ADN confirmó que el
delincuente era su doble.
Tommouhi
habla un español rudimentario. Nunca tuvo escuela. En Nador,
la ciudad donde
nació hace 55 años y fundó familia
antes de hacerse emigrante y venir de paleta
a Cataluña, la vida le arrastró pronto al tajo.
En España nada fue mejor. No fue
el trabajo lo que le quitó tiempo para aprender. Le vinieron
tan mal dadas que
sólo tuvo cabeza para no pensar y entretener las manos en
los talleres de
cableado que hay en prisión. «No quería
cartas, ni escuchar la voz de mi
gente... Para sobrevivir tenía que olvidarme del mundo de
fuera». Han sido 15 años
entre rejas, 5.425 días de muerto-viviente, un ataque al
corazón que casi le
mata hace dos años y siempre ese grito callado:
«Soy inocente».
Murió
su madre, nacieron sus dos nietos, su único hijo
varón de los tres que le dio
la sufrida Tlaytmas, Khaled, se hizo hombre y vino a España
para vivir su
particular versión de En el nombre del padre. Peor le fue a
Mounib, el otro
condenado. Más nervioso siempre que el asceta Tommouhi,
pasó de ser un tipo
corpulento (superaba los 100 kilos) a quedarse en los huesos. A Reyes,
puro
azar, le tocó levantar su cadáver en
prisión y asistir a su autopsia.
-En la
cárcel, al principio, le miraba a los ojos y le preguntaba:
«¿Tú me conoces a mí
de algo?». Creía que si estaba allí era
por él...
Tommouhi
en el laberinto de su tragedia. Aún hoy. «El mundo
entero ha cambiado en estos
años», dice sentado junto a Reyes. A ratos alarga
el brazo y le toca el hombro,
en un apretón de hombre agradecido.
Para
mirar a los ojos a su ángel de la guarda, Ahmed ha viajado
-su hijo Khaled le
lleva, pues el condenado sigue sin saber conducir, en contra de lo que
decían
las sentencias- de Martorell, donde desde hace tres semanas pisa la
calle en
libertad condicional, a Teruel. Allí lleva años
destinado el experto en
criminalística de la Guardia Civil que se atrevió
a dar jaque a todo el aparato
judicial. Ocurrió cuando el marroquí ya llevaba
cuatro años preso, condenado. Su
suerte estaba echada desde 1991. En aquellas fechas, una oleada de
brutales
asaltos a parejas (dos tipos las desvalijaban y violaban a la chica)
quedó
resuelta con la detención de dos inmigrantes. Uno, el
albañil Ahmed, en
Terrassa. El otro, vendedor ambulante de Fez, Abderrazak Mounib, en
Barcelona.
Aunque
nunca se pudo demostrar que ambos se conocieran, ni apareció
prueba alguna que
les incriminara, algunas víctimas les señalaron
con el dedo y eso bastó.
-Hasta
llegar a la cárcel yo no entiendo qué me ocurre,
señor Reyes. No sabía español
y oía palabras como coche, pistola... Me abrieron 17 causas,
me acusaron en
ocho y al final me condenaron por cuatro.
-Aunque
tú no lo sepas, Ahmed, yo te vi una vez en persona, unos
días después de que te
detuvieran (noviembre de 1991). Ibas esposado y yo estaba sentado en
los
pasillos del Juzgado de Terrassa con una de las jóvenes
violadas. Te llevaron
al despacho del juez, se oyeron unos gritos del magistrado, que no
podía creer
que te pasearan por delante de las víctimas, y te volvieron
a sacar. Después
las chicas, claro, te señalaron en la rueda de
reconocimiento.
-Yo, la
primera vez que oí tu nombre fue por mi hermano Omar, en una
visita a la cárcel.
Me trajo una tarjeta tuya [«Ahmed es inocente»,
había garabateado Reyes] y me
dijo que tú ibas a demostrar mi inocencia, que se
sabría la verdad...
La
baraka (suerte), que dicen los árabes, había
venido a ver al marroquí en forma
de honrado guardia civil. El agente, un manchego recriado en tierras
catalanas
que hoy cumple 41 años, mueve la cabeza negando con
modestia. «No me tienes que
agradecer nada. Yo cumplí con mi deber, y aún
así...». Su condición de experto
criminalista le brindó esa oportunidad. Conocía
bien el caso de Tommouhi porque
él mismo había tomado declaración a
algunas de sus víctimas en 1991. Desde
entonces estaba al corriente de cómo se las gastaban
aquellos dos tipos que
regaron de violadas varias comarcas de Barcelona, Tarragona y Girona.
EL
HUÉSPED
AHMED
-Desde
el principio, y como a mí a mucha gente en la Guardia Civil,
no nos cuadraba
vuestra culpabilidad. Fue demasiado fácil, para el delito
continuado que era y
lo bien que los tipos conocían el terreno, cómo
se detuvo a los presuntos
culpables: a ti, Ahmed, en un hostal, por la sospecha que
levantó su retrato en
un agente que revisaba fichas de nuevos huéspedes, y a
Mounib, en su barrio de
Barcelona, porque una víctima reconoció su rostro
en una vieja foto suya que se
tenía por unos antecedentes (se bajó los
pantalones en un lugar público) de
cuando llegó a España en los 80. Mientras estuve
en Barcelona investigué unas
50 o 60 violaciones y nunca los casos se resuelven tan
fácil. Dios existe, pero
a nosotros, cuando topamos con crímenes tan
difíciles, se nos aparece muy pocas
veces.
Lo que
sí se le apareció al agente Reyes en el curso de
otra investigación fue el
doble de Tommouhi. Año 1995. En Cataluña
volvían a repetirse una serie de
violaciones en cadena que parecían copiadas de las de 1991.
Otra vez dos tipos
de lengua extraña (como árabe, decían
algunas víctimas), otra vez asaltos a
parejas con robos y abusos sexuales...
Cuatro
paquistaníes, como había ocurrido en 1991 con los
marroquíes, fueron enviados a
prisión porque algunas víctimas los
identificaron. Sólo que el ADN, en 1995
mucho más desarrollado, vino rápido en su auxilio
y quedaron libres.
¿Podían
ser otra vez Tommouhi y Mounib? Eso parecía. Hubo mujeres
que señalaron sus
fotografías entre las imágenes de fichados que
les mostraban. Pero no. Los
marroquíes seguían en prisión.
-A
Carbonell lo vi por vez primera de noche, en la puerta del cuartel de
Terrassa,
poco después de su captura. Me quedé de piedra,
Ahmed, era idéntico a ti.
Iguales, como dos gotas de agua. En la fotografía del
carné de conducir,
expedido en 1991, nadie habría sabido decir si eras
tú o él... Para la foto de
la reseña policial, el tipo, que se las sabía
todas, hinchaba los carrillos
para que se le deformara el rostro. Aún así, esa
foto es la que se ha publicado
muchas veces y en ella se ve vuestro extraordinario parecido.
Fue la
noche de la detención de Antonio García
Carbonell, un chatarrero hojalatero
cincuentón con largo historial delictivo y más
larga prole (10 hijos), cuando
comenzó a cambiar la suerte de Tommouhi. Aquel rompecabezas
cuyas piezas nunca
habían encajado empezaba a armarse con precisión
en la mente del guardia Reyes,
roído enseguida por una duda de vértigo:
«¿Mandamos a prisión en 1991 a dos
inocentes? Ahora entiendo por qué muchas víctimas
decían que los violadores
hablaban algo que podía ser árabe...
¡Qué coño!, era caló (el
habla gitana)»,
cavilaba para sus adentros.
El
pálpito
era a esas alturas casi convicción, pero aún
así el guardia civil se tomó su
tiempo. «Hablé con mi teniente y le dije que
creía poder demostrar la inocencia
de los marroquíes. "Pues tu verás, tira para
adelante si quieres...",
me respaldó. Y yo lo tenía claro. Aquello se
convirtió en un reto personal, un
compromiso conmigo mismo y con la moralidad y la ley»,
explica Reyes. Durante
un año, recorrió los escenarios,
revisó las declaraciones de las víctimas,
rastreó el pasado de Carbonell... Resultado: un informe
incontestable que
convenció no sólo a su jefe. También a
la Fiscalía.
-Cuando
mi hermano Omar me contó lo que pasaba, las esperanzas se me
dispararon, pensé
que acababa la pesadilla... «Han cogido a los
culpables», me repetía aquel día
Omar. Lo ocurrido después fue peor condena aún.
El
informe Reyes echaba por tierra todas las sentencias. Según
su investigación,
tanto las violaciones del 91 como las del 95 fueron cosa de Carbonell.
Tommouhi
y Mounib, dos cabezas de turco. ¿La manera de demostrarlo?
El ADN, cruzar las
huellas genéticas de las dos oleadas de delitos. Se
desempolvó entonces un caso
llevado por el propio Reyes, una violación de noviembre de
1991 en Olesa de
Montserrat. En el pantalón de la joven, que había
identificado a Tommouhi,
quedaron restos de semen. Los laboratorios dictaron veredicto: era
esperma de
dos personas. Una, Carbonell. La otra, un pariente suyo (sigue sin
identificarse).
Ganada
la batalla, pues el Tribunal Supremo tuvo que anular aquella condena,
los
marroquíes siguieron perdiendo la guerra.
-Aquello
era para volverse loco, Reyes, para volverse loco... No recuerdo haber
tenido ningún
día bueno en prisión. Ni uno solo. Las peores
noches me despertaba con
pesadillas: ¿Dónde estoy, por qué?
Como en un vídeo, veía mi detención,
mujeres
que me señalaban... No sé cómo no se
me fue la cabeza cuando tú demostraste que
era inocente y seguí condenado.
-En
este país se hace mucho la política del
avestruz...
A falta
de una confesión de Carbonell, que ni quiso oír
hablar de ello, no quedaban
restos biológicos de los otros casos sentenciados
-«aparecen datos que nos
pueden llevar a la duda razonable, pero no a la evidencia»,
decía el Supremo-
para poder exculpar a los condenados. Eso sí, se les animaba
a que pidieran un
indulto. Lo tramitó, sin que nadie le haya respondido hasta
hoy, el fiscal jefe
de Cataluña.
-El
indulto
lo piden los culpables, y no lo soy. Conmigo cometieron un gran error,
y aún lo
llevo sobre mis espaldas. Me pasó lo que al joven
brasileño muerto a balazos en
Londres tras los atentados de allí. A él lo
confundieron con un terrorista y le
metieron varios tiros. A mí, 15 años preso... Si
no limpian mi nombre jamás seré
un hombre libre. Sigo manchado, sigo preso. ¿Los culpables?
Jueces, fiscales y
ese Carbonell. Las víctimas que nos señalaron no,
ellas son víctimas. Como yo.
Reyes
tiene la última palabra en el adiós, mientras el
marroquí se lleva las manos a
su doliente corazón.
-Ahmed,
cuenta conmigo...
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MÁS
PRUEBAS: ¿CASO ABIERTO?
La
confesión de Carbonell.
Según ha trascendido estos días, tres presos
presentaron en 1997
una denuncia contra Antonio García Carbonell. En los
escritos, los reclusos
narran que el delincuente les confesó que todas la
violaciones «que se está
comiendo el moro de mierda ese» habían sido obra
suya. «Ese Carbonell es un
malo de cojones. Un traidor para el compañero preso, para
los funcionarios y
para María Santísima», declara a
CRONICA uno de los reclusos, ya en libertad,
que le denunció, Joaquín Rey. Antes de compartir
celda con Carbonell en la
prisión de Cuatro Caminos, Rey coincidió en la de
Brians con «el bueno de Ahmed».
Sangre
y ADN. Existe
otro Reyes en esta compleja historia con enredo judicial. Se llama
Manuel
Borraz y es ingeniero de profesión. Desde 2001 ha mantenido
vivo el caso
Tommouhi en Internet, denunciando las irregularidades que condujeron a
las
condenas. Ha promovido varias iniciativas ciudadanas requiriendo a la
Fiscalía
a que investigue nuevas pruebas exculpatorias. Porque existe otro caso
sentenciado, ocurrido en Cornellá, donde los violadores
dejaron también restos
de sangre y semen. En su día, aunque exculpaban a Tommouhi,
un tribunal (sección
IX de la Audiencia de Barcelona, presidida por Margarita Robles) no los
tuvo en
cuenta argumentando motivos procedimentales. Ahora se pide algo nuevo:
que esos
restos se cotejen con el ADN de Carbonell.
El
indulto.
Sugerido por el Supremo, pedido en 1999 por el fiscal jefe de
Cataluña, José
María Mena, fue una asignatura pendiente del Gobierno de
Aznar y sigue sin
resolverse con el de Zapatero. «Cerrojazo del PP y cerrojazo
del PSOE, que
reclamaba la medida en la oposición», dice el
guardia Reyes Benítez. El sistema
se ha olvidado de Tommouhi. Está en libertad condicional
porque la Generalitat
ha aplicado el Reglamento Penitenciario. La libertad definitiva: abril
de 2009.
Su condena continúa.
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