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HEMEROTECA (2)

 

 

 

 

        Artículos     ( posteriores a la puesta en libertad de Ahmed Tommouhi )

 

 

Lo que sigue es una selección de artículos, no una recopilación de todo lo publicado en la prensa sobre el caso. Se pretende que sirva para complementar la información recogida en otras secciones de esta web, aportar datos de interés humano que también forman parte de la historia, así como recordar algunos de los artículos de opinión publicados.

Algunos de los textos  pueden contener errores de detalle, que son responsabilidad exclusiva de sus autores.

 

Listado de artículos reproducidos íntegramente más abajo:


   - El marroqui que fue confundido con un violador confeso sale en libertad tras 15 años en prisión    (Pere Ríos / Mónica C. Belaza)
        [ EL PAÍS, 21/09/2006 ]
   - «Ahmed es inocente»    (Ildefonso Olmedo)

        [ EL MUNDO, 24/09/2006; suplemento CRÓNICA, nº 569 ]

   - Quinze anys predicant en el desert   (Sílvia Barroso)

        [ EL PUNT, 25/09/2006 ]

   - "Estoy en la calle, pero no soy todavía un hombre libre"  [...]   (Pere Ríos / Mónica C. Belaza / Braulio García Jaén)

        [ EL PAÍS, 26/09/2006 ]

   - Ahmed Tommouhi: 'Quiero recuperar mi honor y el de mi familia'

        [ Terra Actualidad - EFE, 26/09/2006 ]

   - Dos noticias   (Arcadi Espada)  

        [ EL MUNDO, 30/09/2006 ]

   - Cara a cara con su salvador   (Ildefonso Olmedo)

        [ EL MUNDO, 08/10/2006; suplemento CRÓNICA, nº 571 ]

   - "La doble condena de Ahmed"  (Pere Ríos)

        [ EL PAÍS, 20/12/2007 ]

 

 

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[ EL PAÍS, 21/09/2006 ]
 
 
El marroquí que fue confundido con un violador confeso sale en libertad tras 15 años en prisión 

El fiscal Mena pidió en 1999 un indulto que denegaron los Gobiernos del PP y del PSOE


 PERE RÍOS / MÓNICA C. BELAZA  -  Barcelona / Madrid
  
El marroquí Ahmed Tommouhi salió el pasado lunes por la tarde de la cárcel barcelonesa de Brians, en libertad condicional. Llevaba más de 15 años preso por cuatro violaciones y un robo, y los últimos siete años ha estado esperando un indulto del Gobierno que jamás llegó. La medida de gracia no la había solicitado el recluso, quien en todo momento había clamado su inocencia y sostenido que "el indulto es para los culpables", sino el fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, que puso así en entredicho el veredicto de la justicia.
Mena firmó el 30 abril de 1999 una petición de indulto al Gobierno, dos años después de que el Tribunal Supremo anulase una de las sentencias por violación contra Tommouhi porque los análisis de ADN demostraron que el semen de la víctima pertenecía al ciudadano español Antonio García Carbonell. El fiscal jefe habló de "serias dudas sobre la autoría" del reo en el resto de las violaciones para justificar su petición de gracia.
Pero ni el Partido Popular cuando gobernaba ni ahora el PSOE -que cuando estaba en la oposición instaba al PP a concederlo- se atrevieron a otorgar un indulto a un condenado por violación, a pesar de las numerosas irregularidades procedimentales que constan en los sumarios y de las "dudas razonables" sobre su culpabilidad que apreció el Tribunal Supremo, que también recomendó el indulto.


Muerte en la cárcel

Una oleada de brutales violaciones cometidas en 1991 en Tarragona y Barcelona condujeron a la cárcel a Tommouhi junto con su compatriota Abderrazak Mou-nib. Un informe de la Guardia Civil de 1993 acreditaba, sin embargo, que no existían indicios de que se conocieran. Mounib murió de un infarto en abril de 2000. No tuvo indulto ni posibilidad de libertad condicional. Ni aceptó del Estado la indemnización de 18 millones de pesetas por la sentencia anulada por el Supremo. También sostuvo siempre su inocencia.
A Tommouhi lo acusaron inicialmente por 17 delitos y lo acabaron condenando por cuatro violaciones y por un robo. Penas que sumaban más de 100 años. La única prueba, en todos los casos, fue el reconocimiento de las víctimas. En 1995, cuatro años después de la detención de Tommouhi y Mounib, la policía detuvo a Antonio García Carbonell, de gran parecido físico con Tommouhi, por una serie de violaciones muy similares a las de 1991. El empeño de un guardia civil implicado en ambas investigaciones, Reyes Benítez, logró demostrar que, al menos en una de las agresiones por las que se condenó a Tommouhi, el culpable había sido García Carbonell. El ADN lo verificó, pero en el resto de los casos no fue posible. No se conservaban restos biológicos que se pudieran analizar y Tommouhi no pudo probar su inocencia.
La refundición de todas las condenas de Tommouhi quedó en el plazo máximo de 30 años de cárcel que establecía el Código Penal de 1973 y que era el que resultaba más beneficioso. En aplicación de los beneficios penitenciarios que se establecían en aquel texto, Tommouhi no liquidaba su condena hasta el 26 de abril de 2009. Sin embargo, al haber cumplido con creces las tres cuartas partes del total de la pena efectiva de cumplimiento, podía haber disfrutado de permisos desde hace al menos dos años y haber solicitado antes la libertad condicional. Pero hasta ahora se había negado a aceptar beneficios penitenciarios. "Eso es para los culpables, pero yo no he hecho nada", afirmó en la última entrevista concedida en prisión a EL PAÍS. Quería salir con la cabeza alta de la prisión, como inocente.
La Administración penitenciaria catalana lo clasificó en tercer grado el pasado 28 de marzo, lo que le hubiera permitido pasar el día fuera de prisión y volver únicamente a dormir a la cárcel de lunes a jueves. Pero Tommouhi también se negó a esos beneficios.
Ahora ha decidido aceptar la libertad condicional y seguir luchando por demostrar su inocencia. "Ahora quiere estar tranquilo para ver cómo organiza su vida de nuevo", explica su hijo Khaled. Una vida que se paró hace 15 años, cuando acababa de llegar a Cataluña para trabajar como albañil.

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[ EL MUNDO, 24/09/2006; suplemento CRÓNICA, nº 569 ]
 
 
INJUSTICIA / 15 AÑOS EN LA CÁRCEL «POR LA CARA»

«Ahmed es inocente»

ILDEFONSO OLMEDO
 
Libertad condicional. Con 15 años de prisión sobre sus espaldas, la vida rota y la injusticia royéndole las entrañas, el reo Ahmed Tommouhi quedó en libertad cuando se ponía el sol del pasado lunes. Entró a prisión con 40 años y analfabeto, pocas semanas después de llegar a España desde Nador (Marruecos) para trabajar como albañil y recolector de frutas. Salió con 55. No hubo indulto ni nadie pidió perdón. Simplemente, le abrieron las puertas de la cárcel barcelonesa de Brians y le dejaron salir silenciosamente. «Tranquilo, sin rabia, porque de qué me serviría gritar o saltar como hacen algunos. No, nada de rabia... El daño ya está hecho», hablaba unos días después para CRONICA. Aún confía en que el futuro le depare justicia con mayúscula: «Estoy igual de limpio que cuando vine al mundo. Soy inocente...».
Tommouhi pisó la calle ligero de equipaje, con la misma tarjeta que le ha acompañado siempre en los últimos años. Su amuleto. Es apenas un cartoncillo gastado. Por un lado, el escudo de la Guardia Civil. En el revés, la frase «Ahmed es inocente», manuscrita por el agente Reyes, el artífice de la investigación que demostró que la condena del marroquí era su extraordinario parecido físico con el gitano violador Antonio García Carbonell. Pero ni ésa le salvó de presidio. Tampoco la petición de indulto con la que, tanto el fiscal jefe de Cataluña como el Tribunal Supremo, quisieron dar salida decorosa a la situación del condenado después de que el ADN confirmara que el violador era su doble (Carbonell).
La historia es larga. Escalofriante para todo el que la conoce con detalle. Eterna -15 años, 5.425 días- para quien la ha sufrido. Fue letal para otro marroquí condenado junto a Tommouhi, Mounib. Se le paró el corazón en su celda en abril de 2000, dejando tras de sí el grito agónico que tanto repitió en vida: «Soy inocente, inocente, inocente».
Otoño de 1991. Una ola de salvajes asaltos a parejas y violaciones arrasa Cataluña. Se sabe que dos son los autores, violentos e inmisericordes. La mayoría de las víctimas dice que, por su extraño hablar, podrían ser marroquíes, salvo dos jóvenes raptadas, que hablan de tipos de aspecto agitanado. A Tommouhi lo detienen el 11 de noviembre, cuando se hospedaba en una pensión de Terrassa (acababa de llegar en busca de trabajo en la construcción, tras haber pasado algún tiempo en Girona recolectando fruta) acompañado de otro marroquí con bigote que respondía al perfil de uno de los dos delincuentes buscados. Mientras el bigotudo quedó rápido en libertad, a Tommouhi le identifican varias víctimas. En esos días acelerados, exactamente el 13, guardias civiles detienen en Barcelona a Abderrazak Mounib, un vendedor ambulante llegado de Fez con mujer y cuatro hijos cuya foto está en un álbum policial por unos lejanos antecedentes de exhibicionismo.
Aunque nunca se pudo establecer que Mounib y Tommouhi se conocieran, y pese a que con el coche de los violadores se cometieran delitos con los marroquíes ya en prisión, las sentencias empezaron a caer condenatorias una tras otra. La casi exclusiva prueba, siempre la misma: víctimas que veían en el rostro de Tommouhi a su violador. Acusado inicialmente de 17 delitos, acabó condenado por cuatro violaciones y un robo: más de 100 años de cárcel. Y allí se pudrían él y Mounib cuando, en 1995, en Cataluña volvieron a ocurrir violaciones idénticas a las de 1991. Otra vez dos tipos de lengua extraña. Algunas mujeres señalaron con sus dedos dos imágenes entre las miles que les mostraron los agentes del caso: Tommouhi y Mounib. Pero era imposible: seguían presos.
La respuesta al misterio no tardó en llegar. El 20 de junio de ese 1995 la Guardia Civil capturaba a uno de los violadores. El agente Reyes, que conocía bien el caso de Tommouhi, estaba presente. Quedó perplejo al ver al corpulento tipo que se les resistía. Decía en castellano que se llamaba Antonio García Carbonell, «y era exactamente igual que Tommouhi. Dos gotas de agua». Con la espina clavada -¿es que mandamos a prisión a dos inocentes?-, empezó a investigar por su cuenta. Tras un año de desvelos, el 15 de enero de 1996 parió su desquite personal, un meticuloso informe encabezado así: «Detención y condena de dos personas como autoras de varios delitos de violación y otros, los cuales podrían ser inocentes, así como posible identificación de uno de los autores reales de dichos hechos. Personas implicadas: Ahmed Tommouhi, Abderrazak Mounib y Antonio García Carbonell». Reyes no sólo convenció a sus mandos, también a la Fiscalía. La maquinaria se puso en marcha para revisar todas aquellas violaciones de 1991 y 1995. Y el ADN llegó salomónico en el único caso de 1991 del que se conservaban restos biológicos de los agresores (semen en un pantalón): el autor era Carbonell, ayudado de un pariente. Los demás casos, por falta de ADN, no se pudieron revisar...
Y así hasta que el lunes, 18 de septiembre de 2006, la Justicia abría una puerta trasera, la de la prisión de Brian, y dejaba salir en silencio al pobre de Tommouhi en libertad condicional. Ni el anterior Gobierno ni el actual se atrevieron a otorgar el indulto pedido por la Fiscalía y el mismísimo Supremo. «Nadie sabía que yo salía... Cogí un taxi y pedí que me llevara a Martorell, a donde mi hermano. A la mañana siguiente, martes, salí a la calle a pasear...».

CLAVES
EL «DOBLE» DE AHMED
Se llama Antonio García Carbonell y fue detenido en 1995. / Los análisis de ADN demostraron que él fue el violador, junto con un pariente próximo, en al menos uno de los casos por los que fue condenado el marroquí / Nunca ha admitido los hechos. / A principio de 2007 cumplirá 70 años, lo que a la larga le abrirá las puertas de la prisión pese a tener una condena de 228 años.
 
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[ EL PUNT, 25/09/2006 ]

 

Quinze anys predicant en el desert

En llibertat condicional, Ahmed Tommouhi ha de refer la seva vida i provar la seva innocència

SÍLVIA BARROSO. Barcelona


Ahmed Tommouhi resa a Al·là cada dia i fa quinze anys que li demana que aclareixi l'embolic en què es va ficar el novembre de 1991, quan va ser detingut per una coincidència i acusat possiblement per la semblança física amb Antonio García Carbonell, l'autèntic culpable d'almenys una de les violacions que atribuïen al marroquí. Fins ara, els esforços de Tommouhi han estat com predicar en el desert. El Tribunal Suprem va revocar una de les sentències però no va voler revisar les altres, malgrat que va recomanar un indult que mai no ha arribat. Ara Tommouhi està en llibertat condicional i ha de refer la seva vida i provar que és innocent.
Amb 55 anys i el permís de residència caducat, gairebé analfabet i després de quinze anys a la presó, el paleta de primera Ahmed Tommouhi afronta la llibertat condicional aconseguida fa una setmana amb incertesa. De moment és a casa del seu germà, a Martorell, intentant ordenar les seves idees. Quan surt, accepta amb un somriure i sorpresa les mostres d'afecte dels veïns, alguns dels quals el recorden tot i que ell no els reconeix perquè l'últim cop que els va veure eren nens i ara són homes.
Ha acceptat sortir de la presó per la porta del darrere, sense el reconeixement explícit de la seva innocència. Per això ara el seu objectiu és aconseguir la rectificació dels tribunals que el van condemnar a 165 anys de presó per tres casos de violació i un de robatori amb ostatges.

NI A ESTRASBURG


Només una de les sentències ha estat revocada. Va ser el 1995, a petició de la fiscalia i arran de la detenció d'Antonio García Carbonell, l'autèntic autor d'una violació del 1991, delatat per l'ADN quatre anys després de l'empresonament de Tommouhi i el seu suposat còmplice, Abderrazak Mounib.
A partir d'aquesta rectificació i d'un informe d'un guàrdia civil destinat a Martorell que no creia en la culpabilitat de Tommouhi, els advocats van demanar la revisió dels tres casos pels quals encara suportava una condemna de 124 anys –refosa en una pena màxima de 30 anys–, però no hi va haver manera: els lletrats demanaven que la fiscalia continués investigant, però el Tribunal Suprem va considerar que no calia, i va optar per desestimar la revisió i recomanar un indult. La fiscalia també es va apuntar a aquesta opció.
El Tribunal Constitucional va ratificar la decisió del Suprem, i el d'Estrasburg va entendre que aquest cas no el concernia perquè el procés havia estat correcte en la forma.
L'indult era rebutjat per Tommouhi, però tampoc no ha arribat: ni el govern del PP ni l'actual del PSOE s'han atrevit a indultar un home condemnat per diverses violacions.
El viacrucis de Tommouhi i Abderrazak Mounib va començar una nit en una pensió de Terrassa. Tommouhi era a Catalunya des del 1988 i havia viscut a Sant Feliu de Guíxols mentre treballava a la Costa Brava. Va aconseguir el permís de residència i treball, per un any, el 25 de setembre de 1991. Paradoxalment, poc després es va quedar sense feina i se'n va anar a Martorell, a casa del seu germà. Va trobar ocupació a Terrassa i va decidir instal·lar-s'hi.

UNA NIT, A TERRASSA


Preguntant a compatriotes, va anar a parar a una pensió on hi havia altres magribins. La fitxa policial de la pensió que dóna compte de l'entrada de tres marroquins va arribar a la comissaria de la Policía Nacional la mateixa nit que es va distribuir un fax en què s'alertava d'una onada de violacions. El subinspector de guàrdia va recollir el fax i la fitxa i va pensar que un d'aquells tres magribins –les víctimes de les violacions parlaven de dos homes de pell morena que parlaven una llengua estranya– podia estar implicat en els fets. Tres agents van anar a la pensió i van triar els dos homes que encaixaven amb la descripció: Tommouhi i Mounib, que s'acabaven de conèixer. Algunes víctimes de les agressions sexuals –inicialment els n'imputaven 17– van assenyalar Tommouhi com el violador. Es va construir una hipòtesi segons la qual els dos detinguts formaven part d'una banda que es desplaçava amb un Renault 5, agredia noies i robava bosses. No va servir de res que en el primer judici l'ADN recollit de la brusa de la víctima –una noia atacada a Esplugues de Llobregat que va fer una ferida al violador en defensar-se– no encaixés amb el de Tommouhi: en la sentència signada per Margarita Robles –que després seria secretària d'estat– s'entenia que la sang devia pertànyer a un còmplice no identificat, i condemnava Tommouhi a 24 anys de presó. El reconeixement visual va ser també l'única prova en els altres quatre judicis, en un dels quals Tommouhi va ser absolt. Quan el 1995 van detenir García Carbonell, amb una sorprenent semblança física amb Tommouhi i parlant de caló –la llengua gitana que oïdes no avesades poden prendre per una llengua àrab–, la Guàrdia Civil va advertir del possible error, però només s'ha arribat a corregir en un dels casos. Han passat deu anys. Mounib, condemnat en dos dels judicis, ha mort, i el fill de Tommouhi, Khaled, ha retrobat el seu pare visitant-lo a la presó: l'havia vist marxar de petit i no hi va haver temps per al reagrupament abans de la detenció.
 
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[ EL PAÍS, 26/09/2006 ]

 

 

Excarcelado tras 15 años de "dudas razonables" 

 

El marroquí Ahmed Tommouhi tiene 55 años y ha pasado los últimos 15 en prisión por varias condenas de violación y robo que siempre negó. Hace una semana salió en libertad y, en la primera entrevista que concede, reclama que los jueces revisen aquellas sentencias. En 1995 el Tribunal Supremo ya anuló una al analizar restos de ADN del verdadero autor, un español, violador múltiple confeso y con gran parecido físico a Tommouhi. No había pruebas biólogicas para anular el resto de las condenas, pero el Supremo expresó tener "dudas razonables" sobre su culpabilidad. El guardia civil que participó en la investigación de las violaciones está convencido de que tanto Tommouhi como Abderrazak Mounib, el otro condenado, que falleció en 2000, son inocentes.

 

 
AHMED TOMMOUHI / Condenado en libertad condicional


"Estoy en la calle, pero no soy todavía un hombre libre" 



 Ahmed Tommouhi, ayer, con el Puente del Diablo al fondo,

en Martorell (Barcelona). (JOAN SÁNCHEZ)

 

PERE RÍOS  -  Barcelona
 
"Estoy en la calle, pero no soy todavía un hombre libre. Llevo atada aún una cuerda que costará mucho cortar", explicaba ayer Ahmed Tommouhi. Hace ya una semana que recuperó la libertad y ha dejado atrás 14 años, 10 meses y cinco días de cárcel por diversas violaciones, robos y otros delitos que él siempre negó y sigue negando.
Su deseo, casi obsesivo, no es otro que la justicia revise las condenas que dictó en su día, algunas con el reconocimiento de las víctimas como única prueba inculpatoria. "Si ahora se habla de revisar las sentencias de la época de Franco, ¿por qué no se puede hacer lo mismo con que se dictaron en democracia contra mí?", se pregunta este marroquí de 55 años en la conversación que ayer mantuvo con EL PAÍS, la primera desde que abandonó la cárcel barcelonesa de Brians.
La cita es a las 8.30, en la estación de los ferrocarriles de Martorell, una localidad situada a 35 kilómetros al sur de Barcelona y en la que reside su hermano Omar, que le acompaña, y con quien pasa la mayor parte de estos días. El azar ha querido que como telón de fondo de la conversación se alce el Puente del Diablo, un símbolo de Martorell que data de la época romana. La leyenda atribuye su construcción a Satanás a cambio de llevarse el alma del primer ser que pasara por allí. Los lugareños aseguran que fue un gato que acompañaba a una anciana.
Cuando Tommouhi conoce la leyenda se muestra reacio a acercarse más al puente. "Yo confiaba en que la fe me ayudaría y que las sentencia se revisaría, pero no ha sido así", reconoce. Con todo, era y sigue siendo un musulmán practicante y estos días sigue a rajatabla las costumbres del Ramadán, como el ayuno. Eso no quita que insista de manera reiterada para que el redactor y el fotógrafo desayunen y para pagar después la cuenta.
Tommouhi ya no cree ni en milagros ni en casi nada terrenal. Está abatido, deprimido, impotente ante su vivencia. "¿Con quién tengo que hablar para que se revisen las sentencias? ¿Con el ministro de Justicia, con el Rey? ¿Con quién?", se pregunta. Al final acaba reconociendo que las decisiones judiciales sólo las pueden revisar quienes las dictaron y es entonces cuando pronuncia otra de sus evidencias. "Si los jueces cerraron este caso contra mí, sólo los jueces pueden abrirlo".
El derecho procesal y el requisito que marca la ley española de que aparezcan nuevas pruebas para reconsiderar las sentencias firmes no le sirven de explicación. "Sólo hace falta hombres valientes que firmen para absolverme, como en su día firmaron para condenarme. ¿Si pasó una vez, porqué no puede pasar otra?"
El marroquí se refiere a una sentencia que dictó el Tribunal Supremo en 1995, cuando anuló una condena contra él a partir de los análisis del ADN contenido en el semen de un trapo encontrado en aquella época. El culpable resultó ser Antonio García Carbonell, un violador confeso que tiene un enorme parecido físico con Tommouhi. Esos hechos siempre han hecho planear "las dudas razonables" sobre su culpabilidad, en expresión de los jueces del Supremo.
"En todos los países hay errores judiciales y tarde o temprano se acaban sabiendo. ¿Por qué no puede ocurrir conmigo?", se pregunta. Y a partir de esta reflexión, Tommouhi cuestiona el principio de igualdad de las personas ante la ley. "Hay dos tipos de justicia. Una para los europeos ricos y otra para los pobres", asegura. "Soy pobre y sólo me quedaba el honor, pero también me lo quitaron", explica.
El fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, pidió el indulto para él en 1999, tras la sentencia del Supremo, pero ni el Gobierno del PP ni del PSOE se lo concedieron. Probablemente no tanto porque fuera marroquí como porque se trataba de delitos de violación. Al menos en el caso del actual equipo ministerial que dirige Juan Fernando López Aguilar, para quien este tema se estaba convirtiendo en una piedra en el zapato, según explican fuentes judiciales conocedoras de la inquietud que causaba el tema en Justicia. Cuando el PSOE estaba en la oposición reclamaba con ahínco la medida de gracia.
La libertad ha llegado al final por decisión de la Generalitat, que es quien tiene en Cataluña las competencias de prisiones. Tommouhi podía haber salido de la cárcel hace más de dos años en régimen abierto. Es decir, pasar el día fuera y acudir sólo a dormir. Pero se negó. "Yo siempre dije que cuando saliera era para no volver más". Y ha cumplido su palabra. Ahora de donde no puede salir es de España, al menos hasta el 26 de abril de 2009, cuando liquide la condena y la libertad condicional se convierta en definitiva.
Mientras llega ese día, Tommouhi admite que no sabe qué va a hacer con su vida. Su hermano explica que la mayor urgencia es que se le amueble la cabeza, porque son evidentes las secuelas psicológicas que le ha dejado la prisión. Hasta el punto de que lleva una semana en libertad y no ha hablado todavía con su esposa ni con la pequeña de sus tres hijos, residentes en Nador (Marruecos). "Lo haré dentro de unos días, cuando esté mejor. Si hablo ahora por teléfono, ellas se pondrá a llorar y yo, también".
Tommouhi no recuerda ni la edad que tienen ahora tienen aquellos niños que él dejo. "Eran pequeños cuando yo entré en la cárcel. Mis hijos se han criado huérfanos con un padre vivo", relata. Si se le plantea la necesidad de pasar página a su vida y mirar hacia el futuro, este hombre con cara bondadosa se revela de nuevo. "Me han arruinado el futuro. ¿Para qué vale la pena vivir así, manchado?".
Lleva consigo una bolsa de supermercado y en su interior, unos papeles que son su salvoconducto en libertad: la orden de libertad condicional expedida por la Generalitat, los justificantes de que ha estado en prisión para que tramite el subsidio de desempleo y un permiso de residencia expedido en 1989, cuando llegó a España. Entonces estuvo 22 meses trabajando como albañil en Girona y después acudió a Martorell por consejo de su hermano. A los 11 días era detenido y 13 de noviembre de 1991 entraba en prisión. Y así hasta 18 de septiembre de 2006.
"Cárcel es cárcel", responde Ahmed cuando se le pregunta sobre sus recuerdos de prisión, sobre la existencia de alguna época especialmente dura o sobre su relación con el resto de presos. No tiene ningún tipo de reproche con nadie del mundo penitenciario. Si acaso, con los abogados. "En lugar de enfrentarse con los jueces, muchos sólo sirven para arañar", dice Tommouhi, en referencia al móvil económico que caracteriza a algunos letrados y a la falta de resultados.
El sol ilumina ya en todo su esplendor el Puente del Diablo. La conversación ha acabado y Tommouhi se cuestiona incluso si no hubiera sido mejor estar callado. "Ya hace diez años que habláis del tema y no ha servido de nada. Me parece que no vale la pena hacer más entrevistas".

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"Mucha gente en la Guardia Civil creía en su inocencia"
 


Un agente permitió exculpar a Tommouhi al desempolvar su caso tras detener al auténtico violador cinco años después


MÓNICA C. BELAZA  -  Madrid
 
El guardia civil Reyes Benítez estaba destinado en Martorell (Barcelona) en noviembre de 1991. Pertenecía al equipo de la policía judicial. Fue entonces cuando, por primera y última vez, vio a Ahmed Tommouhi. Esposado en el juzgado, antes de entrar en las ruedas de reconocimiento, como sospechoso de varias violaciones salvajes. Después, participó en la investigación del caso. "Yo nunca estuve convencido de que hubieran sido ellos" [Tommouhi y Abderrazak Mounib, el otro condenado], explicaba ayer por teléfono. "Siempre pensé que las piezas no encajaban, y, como yo, muchos otros compañeros. Fue siempre tema de conversación entre nosotros".
Las piezas que no encajaban eran, entre otras cosas, que nunca se encontró prueba material alguna en contra de Tommouhi o de Mounib. Ninguna huella dactilar, ningún objeto suyo en los lugares de las agresiones. Y ningún indicio de que se conocieran entre ellos, como la guardia civil hizo constar en un informe remitido a un juzgado de instrucción en 1993. "Era muy raro", continúa Benítez. "Tommouhi acababa de instalarse en Cataluña y vivía en Terrassa, mientras que Mounib era vendedor ambulante en Barcelona. ¿Cómo iban a haber contactado?", señala. Las cosas no le cuadraban al guardia civil, pero las condenas se fueron sucediendo entre los años 92 y 95. Todas iguales. La única prueba fue siempre el reconocimiento de las víctimas.
En 1995, otra serie de violaciones volvió a sacudir las provincias de Barcelona y Tarragona. Muy parecidas a las del 91. Dos individuos que a veces se hacían pasar por policías se acercaban, de noche, a parejas que se encontraban en un coche, en parajes apartados. Los sacaban a golpes, los trasladaban de lugar, les robaban y violaban a la chica. Supuestamente, hablaban árabe. La violencia era brutal. Exactamente el mismo modus operandi que cuatro años atrás. El guardia civil Reyes Benítez ató cabos. "Eran violaciones muy características, muy poco usuales, iguales que las del 91, y también eran idénticas las descripciones de los violadores", explica.
Así que hizo un experimento. Enseñó la foto de Tommouhi a algunas víctimas. "Al menos dos lo identificaron como culpable", indica Benítez. Pero el identificado llevaba cuatro años encarcelado en la prisión barcelonesa de Brians.
Al poco fue detenido uno de los agresores, el español Antonio García Carbonell, gitano y que hablaba caló, que puede sonar parecido al árabe a alguien que desconozca ambas lenguas. "Cuando lo vi, aluciné", relata Benítez. "Era igual que Tommouhi. Me lo recordó de inmediato. Yo sólo lo había visto una vez en persona, pero muchas en fichas e informes a lo largo de la investigación. En las fotos que se publicaron se parecen, pero es que en la que llevaba Carbonell en el carné de identidad eran iguales".
Entonces, Reyes Benítez se puso a investigar el caso. A Tommouhi le salió un ángel de la guarda. Desempolvó papeles, indagó en las irregularidades procedimentales de la investigación y contactó con el hermano y los abogados -múltiples-, de Tommouhi. "Había de todo" relata. "Incluso una que era abogada aeroespacial". En 1995 presentó un primer informe con sus conclusiones, que sirvió para intentar revisar ante el Tribunal Supremo todas las condenas. En una de ellas, por la violación de una chica en Olesa de Montserrat (Barcelona), quedaban restos de ADN, de dos hombres. Se cotejaron, y ¡bingo! Los culpables habían sido Antonio García Carbonell y un pariente suyo cercano, nunca localizado. El Tribunal Supremo anuló esa condena, pero no el resto, por la falta de nuevas pruebas que "evidenciaran su inocencia". Ya sólo quedaba el indulto para Tommouhi y Mounib, que fue pedido por el fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, en 1999, y que aún no ha sido resuelto por el Gobierno.
A Benítez le tocó también, por casualidad, asistir al levantamiento del cadáver de Mounib en 2000, que murió en la cárcel de un ataque al corazón. El guardia civil está ahora destinado en Teruel. "Estoy absolutamente convencido de que ambos eran inocentes", zanja. "Y, como yo, muchos otros agentes de la Guardia Civil".

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Las lagunas de una sentencia 


BRAULIO GARCÍA JAÉN  -  Madrid

El Tribunal Supremo revocó en 1997 una de las condenas a Ahmed Tommouhi -y a su compatriota Abderrazak Mounib-, porque los análisis de ADN demostraron científicamente el error de la víctima al identificarlo en 1991. Frente al testimonio subjetivo, el Supremo privilegió la corroboración objetiva. La Audiencia de Barcelona, sin embargo, ya lo había condenado en otra causa. El razonamiento fue inverso: los jueces descartaron las pruebas materiales frente a las "categóricas y terminantes declaraciones" de las dos chicas violadas.
Fue en el caso de Cornellà (Barcelona). N., una de las dos víctimas, de 14 años, entregó en comisaría el pantalón, el suéter y las bragas que llevaba puestos el día de autos. Lo hizo 18 horas después de los hechos, en su primera declaración. Y la policía lo puso en conocimiento del Juzgado de Instrucción número 1 de Cornellà en el primer atestado. Desde ese momento, Estrella Radio Barciela, titular de aquel juzgado, tuteló el proceso y los restos fueron analizados en el Laboratorio de Analítica Forense de la Policía Científica de Barcelona y cotejados con los marcadores genéticos de Ahmed Tommouhi, que accedió voluntariamente al análisis. Él mismo lo reclamaba cada vez que declaraba ante un juez.
El resultado fue negativo. Ni el semen ni la sangre eran de Ahmed Tommouhi. Los peritos, sin embargo, no acudieron el día del juicio oral, y el tribunal decidió que no hacía falta, como había pedido la defensa, suspender el juicio. La prueba no habría podido "en modo alguno" desvirtuar la "convicción" del tribunal, según la sentencia, convicción que se había formado exclusivamente por el testimonio de las víctimas, sin corroboración objetiva alguna.
La conclusión del informe no excluía, a ojos del tribunal, que Tommouhi fuera quien violó a N. porque habían sido "dos los intervinientes en los hechos", con lo que los restos podían ser de ese otro. Las chicas, sin embargo, habían declarado que cada uno violó a cada una por separado, y las dos coincidieron en que supuestamente era Tommouhi el que había violado a N.
El contacto, por tanto, se debería haber producido por una salpicadura o un roce entre el violador de la otra chica, de 15 años, y la ropa de N. Pero a ésta última la violaron fuera del coche, "apoyándola de espaldas al agresor", como ella misma contó el día del juicio. A su amiga, añadió, la violó el copiloto, y recordó "que fue dentro del coche". Ni la sangre ni el semen hallados correspondían a los marcadores genéticos de Ahmed Tommouhi. "Con los datos de ese informe, tengo que decir que ese hombre no ha sido", explica Eugenio Ojero, uno de los autores.
El tribunal dijo que ignoraba "por completo la cualificación técnica o científica" de los peritos, a los cuales no volvió a citar. Pertenecían a la Policía Científica. Eugenio Ojero, el técnico, era diplomado en Farmacia y especializado en Análisis Clínicos, La facultativa que firmó aquellos informes es la actual inspectora jefa del servicio NBQ de la Policía Científica de Madrid.
El tercer argumento de la sentencia para descartar los hechos objetivos en favor del testimonio subjetivo de las víctimas fue que la recogida de la ropa no se había hecho con las suficientes garantías procesales. "No fue acordada por el juez de instrucción", afirma la sentencia. "Las ropas llegaron con el primer atestado: o sea, que era imposible que el juzgado ordenara nada porque no sabía que había ocurrido eso", explica Estrella Radio Barciela, la juez que instruyó el caso. El garantismo, que se inventó para proteger al reo, sirvió en este caso para condenarlo.
El tribunal sentenciador fue la Sección Novena de la Audiencia de Barcelona. Para revisar la sentencia está el Tribunal Supremo, pero nadie presentó el recurso. El abogado de oficio de Tommouhi en Barcelona, Pere Ramells, lo anunció oportunamente tras el juicio de 1993. Pero correspondía al Colegio de Abogados de Madrid nombrar a un colegiado suyo para que lo cursara ante el Supremo. Los nombrados no lo hicieron. Se quedó sin defensa y sin posibilidad alguna de que se revocara la sentencia.

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Un ciudadano empecinado en averiguar la verdad 


M. C. B.  -  Madrid
 
Manuel Borraz es ingeniero. Comenzó a leer en los periódicos el caso de Tommouhi y Mounib en 1997, cuando se comprobó que, en al menos una de las condenas por violación y robo, el culpable había sido el español Antonio García Carbonell. Los periódicos olvidaron el caso, pero Borraz no. Quería saber qué había pasado con aquellos dos marroquíes encarcelados. En 2001, escribió a varios periódicos para saber cómo iba el tema. Pura curiosidad ciudadana.
Entonces, empezó a investigar por su cuenta. Quería saber más. Montó una web sobre el caso (www.geocities.com/ eva_bobrow/Tommouhi.html). "La idea era juntar todo lo que se había publicado", explicaba en una cafetería de Barcelona. La web logró que otros ciudadanos se interesaran por buscar la verdad.
Manuel Borraz habla bajito y despacio. No busca notoriedad. Tiene una humildad inaudita y dice saber mucho menos del caso de lo que en realidad sabe. Una vez que se metió de lleno en él, descubrió las irregularidades que han inundado las investigaciones y los procedimientos sobre las violaciones por las que se condenó a Tommouhi y a Mounib. Ha leído todos los sumarios. Y ha averiguado que en las noches de 1991 en las que se cometieron algunas violaciones, había luna nueva. Es decir, que no había luz, por lo que resulta aún más dudoso que en parajes apartados y sin farolas pudieran las víctimas ver las caras de sus agresores.
El pasado mayo puso sobre la mesa del fiscal jefe del Tribunal Superior de Cataluña una "solicitud urgente" para revisar una de las condenas de Tommouhi, la del caso Cornellà, en el que sí hubo restos de sangre y semen que exculpaban al acusado y que no fueron tenidos en cuenta por el tribunal sentenciador, la Audiencia de Barcelona. Pedía que se localizaran esos restos y se cotejaran con los de Antonio García Carbonell. Le respondieron que el fiscal no es competente para hacerlo. Él sigue con su empeño ciudadano.

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[ Terra Actualidad - EFE, 26/09/2006 ]

 


justicia-excarcelado

Ahmed Tommouhi: 'Quiero recuperar mi honor y el de mi familia'

El ciudadano marroquí Ahmed Tommouhi, de 55 años, que ha pasado los últimos 15 en prisión por cuatro violaciones y robo, delitos que siempre negó y por ello no pidió el indulto que proponía el fiscal, ha pedido que los jueces revisen su caso para 'recuperar' su 'honor' y el de su 'familia'.


A Ahmed Tommouhi, que ha salido en libertad provisional, el Tribunal Supremo (TS) ya le anuló una de las condenas tras comprobar que su ADN no correspondía al del verdadero autor de una de las violaciones que le atribuían, pero las otras tres condenas nunca se las revisaron, pese a que él siempre insistió en su inocencia, el TS expresó sus 'dudas razonables' y la Guardia Civil le cree inocente.

'¿Ganas? No tengo ganas de nada. Quince años en la cárcel te quitan las ganas de todo. No sé si quiero volver a Marruecos. No sé lo que quiero hacer. Si tengo sed, bebo agua. Pero poco más', ha declarado el inmigrante, que sólo quiere que le quiten 'la mancha' y recuperar su honor.

En una entrevista concedida a EFE-TV, Tommouhi pide que se reabran sus causas, 'que se investiguen, porque un fiscal no tiene que pedir un indulto, lo que tiene que hacer es investigar'.

'Yo quiero que me quiten esta mancha, a mí, a mi gente, a mi familia, a mis hijos, porque somos pobres, pero tenemos honor y el honor no se repone con dinero. Somos emigrantes, pero con honor', razona el excarcelado.

'¿Que quién quiero que me escuche? No quiero periodistas, vecinos ni amigos. Vosotros ya conocéis mi historia. Quiero que me escuche el ministro. Que me escuchen los jueces que me condenaron. Que me escuchen los que me señalaron con el dedo diciendo, sí, es él. Que me escuchen los que han permitido que haya pasado quince años en la prisión', balbucea en un precario castellano Tommouhi.

Según el acusado, 'cuando te roban una moneda, puedes recuperarla. Cuando te roban un coche, puedes comprarte otro' pero se pregunta: ¿Cómo recupero yo mis quince años?'.

Tras salir en libertad, Tommouhi asegura: 'no siento nada, sólo estoy jodido y ya está. La Justicia me ha perjudicado y no quiere saber nada. Yo sólo quiero seguir adelante. Ahora necesito ayuda de cualquier persona de España que pueda ayudar para que revisen mi caso'.

Tommouhi ha recordado cómo desde el primer día en que le detuvieron explicó que él no había hecho nada, que no necesitaba abogado porque no había hecho nada, que era inocente y que no entendía por qué le acusaban.

'Yo pensaban que no llegarían a condenarme, estaba tranquilo porque no había hecho nada y creía que cuando el juez lo investigara todo me soltarían'.

Pero la realidad es que primero le condenaron a seis años, luego le cayó otra condena de 24, una tercera de 51 y la última de 84 años. El Supremo le anuló la de 51 años al comprobar que se habían equivocado de autor porque el ADN le exculpó, pero de los otros tres casos no hay pruebas genéticas para poderlas comparar con la del condenado.

Pese a ello, el acusado recuerda que en los juicios los forenses y los especialistas ya expresaron sus dudas sobre la autoría y sin embargo, le condenaron.

'Me decían que por qué no estaba asustado, por qué no lloraba, pero si yo no había hecho nada porqué tenía que llorar o asustarme'.

Dice que dentro de la prisión ha vivido 'con fuerza, con coraje, aunque ha sido muy duro, muy mal, es una vida muy dura. Hablaba de mi situación con poca gente. Y el indulto no lo pido porque eso es para culpables'.


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[ EL MUNDO, 30/09/2006 ]

 

 
EL CORREO CATALAN

Dos noticias

ARCADI ESPADA

Querido J:

 

Hace 15 días salió el ciudadano Ahmed Tommouhi a la calle después de 5.424 días en la cárcel. Tanto el fiscal de la Audiencia de Barcelona como el Tribunal Supremo tenían «dudas razonables» de que Tommouhi fuera el autor de los graves delitos -violaciones- que se le imputaban. Tenían tantas dudas que recomendaron al Gobierno la tramitación del indulto. El Gobierno era entonces el del Partido Popular y no lo hizo. Luego vino el del Partido Socialista y tampoco lo hizo. En fin, tú ya conoces lo fundamental de esta historia sórdida y cruel. Sin embargo, quizá hayas olvidado que había otro hombre en ella, acusado de los mismos delitos. Se llamaba Abderrazak Mounib y murió a finales de abril del año 2000, en la cárcel donde llevaba, como entonces Tommouhi, nueve años. Murió un año después de que fiscales y jueces hubieran expuesto públicamente sus «dudas razonables». Mounib es el autor de la frase fundamental de este asunto: «Acepto los errores. ¿Pero algo que dura tanto es un error?».

Mira... El otro día se hacía en un periódico una insinuación significativa. Señalaba directamente al prejuicio. Venía a decir que los conservadores no habían puesto en libertad a Mounib y a Tommouhi por racismo y los socialistas por feminismo. Naturalmente, se trataba de una versión muy favorable para la izquierda. Viniendo de la izquierda, la injusticia siempre es hija del exceso; pero si viene de la derecha, es hija del mal. Y lo que pasa con los dos magrebíes pasa también con las dictaduras. Es probable que el prejuicio los condenase, frase atroz. Acepto el error, decía Mounib. Pero no hubiese durado tanto sin la aportación inmoral de la desidia. No sólo la obvia, de jueces, fiscales, policías y políticos. Hay un gremio en Cataluña cuya pasividad ante los asuntos civiles es luctuosa. Repaso la hemeroteca que el ejemplar ciudadano Manuel Borraz tiene en su web. Durante los 14 años de prisión ningún filósofo, novelista, poeta, esteta o dios menor creyó oportuno derramar una línea sobre el asunto. Ocupantes habituales y bien pagados de los periódicos, mendicantes fracasados tantas semanas del Tema (¡no tengo Tema!), jamás creyeron necesario formarse una opinión (y formarla) sobre el asunto. No es una excepción: tampoco, lo sabes bien, creyeron necesario alzar su voz, ni que fuese meliflua, ante la injusticia del caso del Raval. Su opacidad ante el realismo sólo presenta las salvedades de la distancia (¡paz en el mundo!) o de alguna forma alambicada de subvención.

La injusta prisión de los magrebíes ha sido también un problema de opinión pública; o más bien de su inexistencia. Hubo un momento, por cierto, en que la pasividad de la opinión alcanzó límites repugnantes. Hace algo más de un año, en un programa de la televisión pública, Al filo de la ley, se dramatizó el caso. Con leves retoques. Es verdad que al violador le llamaban Mounib. Es verdad que era acusado injustamente de violación. ¡Pero el ADN lo salvaba y volvía a su casa! ¿Crees que hay una manera más intensa de explicar lo que es la crueldad mediática? ¿Algún ejemplo más vivo de la degeneración de un oficio? Pues bien: de la salvajada sólo vi que se hacía eco Manuel Trallero, en el diario La Vanguardia.

El martes por la tarde fui a ver a la familia Mounib. A lo que queda de ella. Me costó encontrarlos, porque habían derribado el viejo edificio de la calle Metges, donde vivían, muy cerca del Mercado de Santa Catalina. La renovación de ese trozo de barrio es tal que ya no sé si existe la propia calle Metges. Lo cierto es que el Ayuntamiento trasladó a los Mounib a un edificio de nueva planta, al otro lado del Mercado. Hace poco tiempo. Tal vez un año o dos. Pero ya amenaza ruina, como quien dice. El vestíbulo está rebozado de grafitis. Juraría que vi rodar por el suelo esas bolas de polvo, matojos y borra, típicas del western, que algún nombre deben de llevar. Como no quedaba ningún buzón claro e indemne y no sabía el nombre del piso esperé hasta que llegó un padre joven con su hijo.

- Es el cuarto.

La viuda, Fátima, abrió la puerta. Apenas una rendija, al principio.

- ¿Es usted la viuda del señor Mounib?

- Sí, ¿qué desea?

- Escribir algo sobre lo que pasó con su marido.

Enseguida abrió del todo. En el salón, tumbado estaba uno de los hijos, de 19 años, viendo la televisión. Se incorporó, algo se incorporó. La viuda me invitó a sentarme.

- ¿Cómo han pasado estos años?

- Mal. Cuando metieron en la cárcel a mi marido yo tenía cuatro hijos, el más pequeño de tres años. Ha costado mucho.

- ¿De qué ha vivido?

-De trabajos por aquí y por allá. Ahora ayudo en el mercado. Cuando mi hijo mayor empezó a trabajar fue un poco más de ayuda.

- ¿Le ha ayudado el Gobierno?

Fátima sonrió casi con dulzura, y de pronto pareció mucho más joven, como si el gesto hubiese abierto una costra y debajo se viera la carne buena.

- Nunca. Hasta me quitó el Pirmi.

El llamado Pirmi es el escalón inferior de la asistencia. De él viven los que no tienen nada en absoluto. Pirmi y contenedores; éste es el plan de desarrollo de algunas vidas urbanas.

Llega el hijo mayor, Abdelouahb, con su novia de Larache.

- ¿Nunca ayudaron a su madre?

- Ni el Pirmi -repite, sin haberlo oído.

Es decir, la sentencia del ciudadano Abderrazak Mounib: ¿puede durar tanto un error? Un hombre pasa nueve años en la cárcel acusado injustamente de un crimen. Fiscales y jueces piden el indulto. El hombre muere en la cárcel, víctima del corazón y la diabetes, antes de que el Gobierno resuelva. Y el Estado es incapaz de encontrar un mecanismo compensatorio que alivie la situación de su familia. Un mecanismo que registre, al menos, las dudas razonables. Una extensión del Pirmi. Una irregularidad tramitada. Algo, ¡coño!, cualquier gesto que demuestre que el Estado no es una máquina ciega, sorda y muda. Alguna administración. ¿Acaso no hay tantas? Algún principio, adjunto al de subsidiariedad. Detrás de un error judicial se acostumbra a ver a un hombre en su celda, hundido y cabizbajo. Ésa es la imagen del signo lingüístico llamado error judicial. Pero un error judicial es un alud, y en este salón están algunos de los que quedaron atrapados.

Abdelouahb recuerda la mañana que él y su madre llegaron a la cárcel a llevarse el cadáver. No sabían a qué iban. Sólo que habían llamado para que se presentaran con urgencia. Era mucha porque les pagaban el taxi. Cuando llegaron a la explanada de la cárcel estaban los periodistas con su armatoste y su estrépito. Antes de bajar del coche, la madre le dijo. «Esto sólo puede ser por nosotros. Y si es por nosotros sólo quiere decir que tu padre ha muerto». Un funcionario los llevó hasta el despacho del director. Así habló el director al hijo.

- Tengo que darte dos noticias. Una buena y otra mala.

- Pues deme la mala.

- Tu padre ha muerto.

Abdelouahb dice que nunca le dijeron cuál era la buena. Pero yo creo que sí. Yo casi creo comprender al funcionario. Al fin y al cabo estaba allí tratando de vender la muerte de un inocente. Tu padre ha muerto era la buena.

 

Sigue con salud

 

A.

 

 

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[ EL MUNDO, 08/10/2006; suplemento CRÓNICA, nº 571 ]

 

 

JUSTICIA / EL GUARDIA CIVIL Y EL INOCENTE

 

Cara a cara con su salvador

 

 AHMED SE PASO 15 años en la cárcel gritando «soy inocente». Condenado por varias violaciones, el tesón investigador de un guardia civil le ha rescatado de las tinieblas al demostrar que fue acusado por una confusión. CRÓNICA los ha reunido por primera vez 

 

            

Foto: ALBERTO CUÉLLAR

 

 ILDEFONSO OLMEDO 

 

Cuando el guardia civil Reyes Benítez y Ahmed Tommouhi se despiden, el marroquí le coge las manos al agente y se las besa. Después se lleva las suyas al pecho, al modo que hacen los musulmanes para dar las gracias a corazón lleno. Entre ambos hombres se ha sellado, muy antes ya de que se conocieran, un pacto de por vida.

-Un valiente, eso eres. Quedaste luchando tú solo para demostrar mi inocencia... Dios te bendiga.

La cita es el lunes, 2 de octubre. Decimocuarto día de libertad condicional de Ahmed Tommouhi, el inmigrante confundido con un violador que ha pasado 15 años preso. Hace seis que murió de un infarto, mientras dormía en su celda, su compañero de condena, Abderrazak Mounib. Ahora pisa la calle con rumbo fijo: demostrar su inocencia y echar por tierra las tres sentencias que siguen condenándolo. La cuarta saltó por los aires con la irrupción del hombre clave en esta larga tragedia sin veredicto final: el guardia civil Reyes Benítez. Una investigación suya permitió alumbrar el rostro del verdadero violador: un gitano con la misma cara que Tommouhi.

-¿Por qué me metieron en la cárcel sin pruebas, señor Reyes?

-La Justicia sólo vio lo que las pobres víctimas decían, y algunas veían en ti el rostro de su violador...

Nunca hasta hoy Reyes y Tommouhi, dos hombres con la vida cruzada, habían estado frente a frente. Un asomo de serena alegría humedece los ojos de quien durante 14 años, 10 meses y cinco días fue una sombra entre rejas. «Quería conocerte, claro que quería conocerte», dice el marroquí tras un fuerte abrazo a su salvador. Después hablan sin tapujos del indulto que nunca llega, de nuevas pruebas para reabrir los casos, de si la Justicia volverá a reconocer su error como tuvo que hacer cuando el ADN confirmó que el delincuente era su doble.

Tommouhi habla un español rudimentario. Nunca tuvo escuela. En Nador, la ciudad donde nació hace 55 años y fundó familia antes de hacerse emigrante y venir de paleta a Cataluña, la vida le arrastró pronto al tajo. En España nada fue mejor. No fue el trabajo lo que le quitó tiempo para aprender. Le vinieron tan mal dadas que sólo tuvo cabeza para no pensar y entretener las manos en los talleres de cableado que hay en prisión. «No quería cartas, ni escuchar la voz de mi gente... Para sobrevivir tenía que olvidarme del mundo de fuera». Han sido 15 años entre rejas, 5.425 días de muerto-viviente, un ataque al corazón que casi le mata hace dos años y siempre ese grito callado: «Soy inocente».

Murió su madre, nacieron sus dos nietos, su único hijo varón de los tres que le dio la sufrida Tlaytmas, Khaled, se hizo hombre y vino a España para vivir su particular versión de En el nombre del padre. Peor le fue a Mounib, el otro condenado. Más nervioso siempre que el asceta Tommouhi, pasó de ser un tipo corpulento (superaba los 100 kilos) a quedarse en los huesos. A Reyes, puro azar, le tocó levantar su cadáver en prisión y asistir a su autopsia.

-En la cárcel, al principio, le miraba a los ojos y le preguntaba: «¿Tú me conoces a mí de algo?». Creía que si estaba allí era por él...

Tommouhi en el laberinto de su tragedia. Aún hoy. «El mundo entero ha cambiado en estos años», dice sentado junto a Reyes. A ratos alarga el brazo y le toca el hombro, en un apretón de hombre agradecido.

Para mirar a los ojos a su ángel de la guarda, Ahmed ha viajado -su hijo Khaled le lleva, pues el condenado sigue sin saber conducir, en contra de lo que decían las sentencias- de Martorell, donde desde hace tres semanas pisa la calle en libertad condicional, a Teruel. Allí lleva años destinado el experto en criminalística de la Guardia Civil que se atrevió a dar jaque a todo el aparato judicial. Ocurrió cuando el marroquí ya llevaba cuatro años preso, condenado. Su suerte estaba echada desde 1991. En aquellas fechas, una oleada de brutales asaltos a parejas (dos tipos las desvalijaban y violaban a la chica) quedó resuelta con la detención de dos inmigrantes. Uno, el albañil Ahmed, en Terrassa. El otro, vendedor ambulante de Fez, Abderrazak Mounib, en Barcelona.

Aunque nunca se pudo demostrar que ambos se conocieran, ni apareció prueba alguna que les incriminara, algunas víctimas les señalaron con el dedo y eso bastó.

-Hasta llegar a la cárcel yo no entiendo qué me ocurre, señor Reyes. No sabía español y oía palabras como coche, pistola... Me abrieron 17 causas, me acusaron en ocho y al final me condenaron por cuatro.

-Aunque tú no lo sepas, Ahmed, yo te vi una vez en persona, unos días después de que te detuvieran (noviembre de 1991). Ibas esposado y yo estaba sentado en los pasillos del Juzgado de Terrassa con una de las jóvenes violadas. Te llevaron al despacho del juez, se oyeron unos gritos del magistrado, que no podía creer que te pasearan por delante de las víctimas, y te volvieron a sacar. Después las chicas, claro, te señalaron en la rueda de reconocimiento.

-Yo, la primera vez que oí tu nombre fue por mi hermano Omar, en una visita a la cárcel. Me trajo una tarjeta tuya [«Ahmed es inocente», había garabateado Reyes] y me dijo que tú ibas a demostrar mi inocencia, que se sabría la verdad...

La baraka (suerte), que dicen los árabes, había venido a ver al marroquí en forma de honrado guardia civil. El agente, un manchego recriado en tierras catalanas que hoy cumple 41 años, mueve la cabeza negando con modestia. «No me tienes que agradecer nada. Yo cumplí con mi deber, y aún así...». Su condición de experto criminalista le brindó esa oportunidad. Conocía bien el caso de Tommouhi porque él mismo había tomado declaración a algunas de sus víctimas en 1991. Desde entonces estaba al corriente de cómo se las gastaban aquellos dos tipos que regaron de violadas varias comarcas de Barcelona, Tarragona y Girona.

 

EL HUÉSPED AHMED

 

-Desde el principio, y como a mí a mucha gente en la Guardia Civil, no nos cuadraba vuestra culpabilidad. Fue demasiado fácil, para el delito continuado que era y lo bien que los tipos conocían el terreno, cómo se detuvo a los presuntos culpables: a ti, Ahmed, en un hostal, por la sospecha que levantó su retrato en un agente que revisaba fichas de nuevos huéspedes, y a Mounib, en su barrio de Barcelona, porque una víctima reconoció su rostro en una vieja foto suya que se tenía por unos antecedentes (se bajó los pantalones en un lugar público) de cuando llegó a España en los 80. Mientras estuve en Barcelona investigué unas 50 o 60 violaciones y nunca los casos se resuelven tan fácil. Dios existe, pero a nosotros, cuando topamos con crímenes tan difíciles, se nos aparece muy pocas veces.

Lo que sí se le apareció al agente Reyes en el curso de otra investigación fue el doble de Tommouhi. Año 1995. En Cataluña volvían a repetirse una serie de violaciones en cadena que parecían copiadas de las de 1991. Otra vez dos tipos de lengua extraña (como árabe, decían algunas víctimas), otra vez asaltos a parejas con robos y abusos sexuales...

Cuatro paquistaníes, como había ocurrido en 1991 con los marroquíes, fueron enviados a prisión porque algunas víctimas los identificaron. Sólo que el ADN, en 1995 mucho más desarrollado, vino rápido en su auxilio y quedaron libres.

¿Podían ser otra vez Tommouhi y Mounib? Eso parecía. Hubo mujeres que señalaron sus fotografías entre las imágenes de fichados que les mostraban. Pero no. Los marroquíes seguían en prisión.

-A Carbonell lo vi por vez primera de noche, en la puerta del cuartel de Terrassa, poco después de su captura. Me quedé de piedra, Ahmed, era idéntico a ti. Iguales, como dos gotas de agua. En la fotografía del carné de conducir, expedido en 1991, nadie habría sabido decir si eras tú o él... Para la foto de la reseña policial, el tipo, que se las sabía todas, hinchaba los carrillos para que se le deformara el rostro. Aún así, esa foto es la que se ha publicado muchas veces y en ella se ve vuestro extraordinario parecido.

Fue la noche de la detención de Antonio García Carbonell, un chatarrero hojalatero cincuentón con largo historial delictivo y más larga prole (10 hijos), cuando comenzó a cambiar la suerte de Tommouhi. Aquel rompecabezas cuyas piezas nunca habían encajado empezaba a armarse con precisión en la mente del guardia Reyes, roído enseguida por una duda de vértigo: «¿Mandamos a prisión en 1991 a dos inocentes? Ahora entiendo por qué muchas víctimas decían que los violadores hablaban algo que podía ser árabe... ¡Qué coño!, era caló (el habla gitana)», cavilaba para sus adentros.

El pálpito era a esas alturas casi convicción, pero aún así el guardia civil se tomó su tiempo. «Hablé con mi teniente y le dije que creía poder demostrar la inocencia de los marroquíes. "Pues tu verás, tira para adelante si quieres...", me respaldó. Y yo lo tenía claro. Aquello se convirtió en un reto personal, un compromiso conmigo mismo y con la moralidad y la ley», explica Reyes. Durante un año, recorrió los escenarios, revisó las declaraciones de las víctimas, rastreó el pasado de Carbonell... Resultado: un informe incontestable que convenció no sólo a su jefe. También a la Fiscalía.

-Cuando mi hermano Omar me contó lo que pasaba, las esperanzas se me dispararon, pensé que acababa la pesadilla... «Han cogido a los culpables», me repetía aquel día Omar. Lo ocurrido después fue peor condena aún.

El informe Reyes echaba por tierra todas las sentencias. Según su investigación, tanto las violaciones del 91 como las del 95 fueron cosa de Carbonell. Tommouhi y Mounib, dos cabezas de turco. ¿La manera de demostrarlo? El ADN, cruzar las huellas genéticas de las dos oleadas de delitos. Se desempolvó entonces un caso llevado por el propio Reyes, una violación de noviembre de 1991 en Olesa de Montserrat. En el pantalón de la joven, que había identificado a Tommouhi, quedaron restos de semen. Los laboratorios dictaron veredicto: era esperma de dos personas. Una, Carbonell. La otra, un pariente suyo (sigue sin identificarse).

Ganada la batalla, pues el Tribunal Supremo tuvo que anular aquella condena, los marroquíes siguieron perdiendo la guerra.

-Aquello era para volverse loco, Reyes, para volverse loco... No recuerdo haber tenido ningún día bueno en prisión. Ni uno solo. Las peores noches me despertaba con pesadillas: ¿Dónde estoy, por qué? Como en un vídeo, veía mi detención, mujeres que me señalaban... No sé cómo no se me fue la cabeza cuando tú demostraste que era inocente y seguí condenado.

-En este país se hace mucho la política del avestruz...

A falta de una confesión de Carbonell, que ni quiso oír hablar de ello, no quedaban restos biológicos de los otros casos sentenciados -«aparecen datos que nos pueden llevar a la duda razonable, pero no a la evidencia», decía el Supremo- para poder exculpar a los condenados. Eso sí, se les animaba a que pidieran un indulto. Lo tramitó, sin que nadie le haya respondido hasta hoy, el fiscal jefe de Cataluña.

-El indulto lo piden los culpables, y no lo soy. Conmigo cometieron un gran error, y aún lo llevo sobre mis espaldas. Me pasó lo que al joven brasileño muerto a balazos en Londres tras los atentados de allí. A él lo confundieron con un terrorista y le metieron varios tiros. A mí, 15 años preso... Si no limpian mi nombre jamás seré un hombre libre. Sigo manchado, sigo preso. ¿Los culpables? Jueces, fiscales y ese Carbonell. Las víctimas que nos señalaron no, ellas son víctimas. Como yo.

Reyes tiene la última palabra en el adiós, mientras el marroquí se lleva las manos a su doliente corazón.

-Ahmed, cuenta conmigo...

 

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MÁS PRUEBAS: ¿CASO ABIERTO?

 

La confesión de Carbonell. Según ha trascendido estos días, tres presos presentaron en 1997 una denuncia contra Antonio García Carbonell. En los escritos, los reclusos narran que el delincuente les confesó que todas la violaciones «que se está comiendo el moro de mierda ese» habían sido obra suya. «Ese Carbonell es un malo de cojones. Un traidor para el compañero preso, para los funcionarios y para María Santísima», declara a CRONICA uno de los reclusos, ya en libertad, que le denunció, Joaquín Rey. Antes de compartir celda con Carbonell en la prisión de Cuatro Caminos, Rey coincidió en la de Brians con «el bueno de Ahmed».

Sangre y ADN. Existe otro Reyes en esta compleja historia con enredo judicial. Se llama Manuel Borraz y es ingeniero de profesión. Desde 2001 ha mantenido vivo el caso Tommouhi en Internet, denunciando las irregularidades que condujeron a las condenas. Ha promovido varias iniciativas ciudadanas requiriendo a la Fiscalía a que investigue nuevas pruebas exculpatorias. Porque existe otro caso sentenciado, ocurrido en Cornellá, donde los violadores dejaron también restos de sangre y semen. En su día, aunque exculpaban a Tommouhi, un tribunal (sección IX de la Audiencia de Barcelona, presidida por Margarita Robles) no los tuvo en cuenta argumentando motivos procedimentales. Ahora se pide algo nuevo: que esos restos se cotejen con el ADN de Carbonell.

El indulto. Sugerido por el Supremo, pedido en 1999 por el fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, fue una asignatura pendiente del Gobierno de Aznar y sigue sin resolverse con el de Zapatero. «Cerrojazo del PP y cerrojazo del PSOE, que reclamaba la medida en la oposición», dice el guardia Reyes Benítez. El sistema se ha olvidado de Tommouhi. Está en libertad condicional porque la Generalitat ha aplicado el Reglamento Penitenciario. La libertad definitiva: abril de 2009. Su condena continúa.

 

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[ EL PAÍS, 20/12/2007 ]

REPORTAJE

La doble condena de Ahmed

Confundido con un violador en 1991, ahora no encuentra trabajo


Foto: Ahmed Tommouhi, ante el Palacio de Justicia de Barcelona- M. SÀENZ


PERE RÍOS - Barcelona - 20/12/2007


"La justicia me ha manchado, pero yo sé que estoy limpio. Me atropellaron, pero sigo aguantando la vida. Sin ningún futuro". Ahmed Tommouhi ya ha cumplido más de un año en libertad, pero sigue casi como en prisión: sin trabajo, sin esperanza, atrapado en el laberinto en el que entró hace más de 16 años, cuando fue detenido por delitos de violación y robo que probablemente no cometió.
Tommouhi fue excarcelado el 18 de septiembre de 2006, tras cumplir más de 15 años por cuatro condenas por violaciones a mujeres ocurridas en Barcelona y Tarragona en 1991. En los mismos juicios fue condenado el también marroquí Abderrazak Mounib. Pero en 1997 el Tribunal Supremo anuló una de esas sentencias cuando los análisis de ADN, que en esos seis años se habían hecho más precisos, demostraron que el semen hallado en la ropa de una de las víctimas no correspondía con el de los condenados.

Nunca hubo pruebas para revisar las otras tres sentencias. Pero la revocación de la primera y el descubrimiento del gran parecido de Tommouhi con un violador confeso, Antonio García Carbonell, dieron pie a pensar que podían ser injustas. El entonces fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, consideró que existían "serias dudas" de que los dos marroquíes fueran los autores de los delitos y pidió su indulto el 30 de abril de 1999. Pero ni el Gobierno del PP, primero, ni el del PSOE, después, resolvieron esa petición. Mounib murió de un infarto en prisión en abril de 2000.

Tommouhi, que siempre proclamó su inocencia y se negó a someterse a terapias para agresores sexuales que habrían reducido su condena, lleva casi 15 meses en libertad condicional. No obtendrá la definitiva hasta el 26 de abril de 2009. Cuando llegue ese día tendrá que añadir otros cinco años para cancelar los antecedentes penales y sólo entonces, en 2014, podrá aspirar a ser un ciudadano con papeles. En esa fecha tendrá 63 años.

Mientras tanto, la ley le impide trabajar porque carece de permiso de residencia. Y sin permiso de residencia no hay permiso de trabajo, y sin permiso de trabajo no hay alta en la Seguridad Social... Además, dadas las circunstancias de su caso, tampoco puede cobrar el subsidio de excarcelación. Tommouhi lleva consigo el último permiso de trabajo y residencia que le expidió el Estado. El documento, en el que figura como albañil de profesión y residente en Sant Feliu de Guíxols, ya no tiene valor legal, pero sí simbólico. Para Ahmed, es la prueba de que fue un hombre limpio de sospecha.

Tommohui exhibe también el carné de la Comisión territorial de Asistencia Social de Barcelona. Así se llama el organismo que expide la tarjeta de control que se les da a los presos y que les obliga a fichar cada mes tras una entrevista rutinaria con la asistenta social. Él cuenta que la asistenta social ha llegado a sugerirle abiertamente que, cuando logre la libertad definitiva, abandone España y se vaya a vivir a Marruecos. "Me dijo: 'Si te marchas a tu país, mejor. Aquí lo tienes muy mal".

 

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